Pol¨ªtica de club; pol¨ªtica Laporta
Al calor de El Larguero, Joan Laporta se dej¨® llevar el lunes por los arrumacos de Jos¨¦ Ram¨®n de la Morena, un eterno seductor en el cuerpo a cuerpo, y articul¨® un discurso pol¨ªtico que el nacionalismo catal¨¢n habr¨ªa suscrito como declaraci¨®n de intenciones en cualquier negociaci¨®n con el Gobierno central. A nadie le extra?¨® consecuentemente que ayer Artur Mas, l¨ªder de Converg¨¨ncia, y ERC se?alaran al presidente del Barcelona como "un decepcionado m¨¢s con Zapatero".
Entiende Laporta que "Espa?a no est¨¢ tratando a Catalu?a" de manera "adecuada", que no puede ser que un d¨ªa no funcionen los trenes y al otro se vaya la luz, que no ceder la gesti¨®n del aeropuerto ya pasa de casta?o oscuro y que, puestos a ser exigentes, "hasta aqu¨ª hemos llegado". Descrito el escenario, se imponen los agravios: "Catalu?a se est¨¢ empobreciendo", tanto que a veces "da la sensaci¨®n de que s¨®lo interesamos para pagar", y disminuye "el poder pol¨ªtico de su gente" cuando es el motor del "sur de Europa y de Espa?a". As¨ª que "llega un momento" en que uno se "cansa" ante tantos "problemas a corregir", cae en "el desenga?o" y pide m¨¢s "facultades para el autogobierno". Y una vez escenificado el desespero, s¨®lo queda delimitar las responsabilidades, que recaen en Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, barcelonista de toda la vida.
"Estoy un poco arrepentido", intervino Laporta cuando se le requiri¨® por la presencia del presidente del Gobierno en la final de la Copa de Europa de Par¨ªs y el ofrecimiento del trofeo por parte del Bar?a. Le ten¨ªa por un "ferviente defensor del Estado plurinacional" y resulta que "no le he visto avanzar ni por asomo en el desarrollo de los derechos nacionales de Catalu?a. Fui yo quien le propuso que bajara al campo y quien le ofreci¨® la Copa de Europa, al igual que a su Majestad. Puede que si hubiera adivinado cuanto ha ocurrido me lo hubiera pensado un poquit¨ªn".
Magn¨¢nimo, o al menos comprensible con el Rey, el presidente del Bar?a fue implacable con Zapatero, con unas manifestaciones que ruborizaron a los directivos azulgrana, por inoportunas y porque para nada favorecen los intereses del club. Desde la llegada de Laporta, la entidad ha asumido un discurso que subraya la vinculaci¨®n del Bar?a con la sociedad civil catalana. El apoyo que el consejo barcelonista tribut¨® en su d¨ªa al estatuto catal¨¢n fue consecuente con el programa ideol¨®gico de la candidatura electoral de Laporta, heredera del mandato de Agust¨ª Montal, inspirada en el esp¨ªritu de Armand Carab¨¦n y seducida por el programa que presidi¨® los actos del 75 aniversario del club, nada que ver con el reinado de Josep Llu¨ªs N¨²?ez, que se felicit¨® por romper el porr¨®n que se iba pasando la sociedad civil catalana en la presidencia del Bar?a y que al final acab¨® por responsabilizar a Jordi Pujol de su ca¨ªda.
La definici¨®n de "club catalanista", de adhesi¨®n a la lengua y cultura catalanas, y de reivindicaci¨®n de la selecci¨®n catalana ha sido una constante en el Camp Nou desde la llegada de Laporta. Ocurre que una cosa es el discurso program¨¢tico del club y otra las manifestaciones del presidente, que en el caso presente no s¨®lo no coinciden sino que se desvirt¨²an.
Al Bar?a no le conviene el discurso de Laporta, porque es contraproducente tambi¨¦n en sus negociaciones con la administraci¨®n catalana -presidida en el Ayuntamiento y en la Generalitat por socialistas-, para la recalificaci¨®n del Miniestadi y la reforma del Camp Nou, y porque incide en la sospecha de la oposici¨®n de que podr¨ªa utilizar el club para un objetivo pol¨ªtico personal cuando la presidencia azulgrana deber¨ªa ser un fin por s¨ª solo. Puesto que estatutariamente no puede optar a la reelecci¨®n, porque s¨®lo se contemplan dos mandatos, cada movimiento suyo provoca multitud de interpretaciones, y su denuncia en la SER toma un marcado cariz pol¨ªtico, en la l¨ªnea de sus repetidos encuentros con Mas, despu¨¦s de alg¨²n que otro almuerzo con Jos¨¦ Montilla -ni que sea para corresponder a las relaciones institucionales- y su sinton¨ªa con los sectores soberanistas catalanes.
La vehemencia y el desacomplejamiento no est¨¢n re?idos con la estrategia, y Laporta ha perjudicado a la instituci¨®n, por m¨¢s que no fuera su intenci¨®n. A buen seguro que le llueven tantos parabienes pol¨ªticos como cr¨ªticas de los barcelonistas, se?al de que se ha metido en otro charco cuando s¨®lo se esperan gestos de grandeza, una vez que su mandato no est¨¢ hipotecado. Ayer dispar¨® contra Zapatero, anteayer apunt¨® a Blatter, al otro d¨ªa se?al¨® a Platini y a saber qui¨¦n le picar¨¢ ma?ana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.