"Si Carlos sale de la c¨¢rcel, no me extra?ar¨ªa que viniera a matarme"
Magdalena Kopp, la esposa del terrorista venezolano Ilich Ram¨ªrez S¨¢nchez, alias Carlos, mira hacia atr¨¢s a sus 59 a?os en su reciente libro Los a?os del terror. Mi vida al lado de Carlos.
En un ejercicio entre la evocaci¨®n y la catarsis, Kopp pasa revista a sus a?os de plomo, de militancia ultraizquierdista en Alemania, y a su estancia en Oriente Pr¨®ximo junto al terrorista m¨¢s buscado del mundo tras su asalto en 1975 a la reuni¨®n de ministros de la OPEP en Viena, con el que tuvo una hija. Hoy, Carlos cumple condena de cadena perpetua en Francia, y Kopp ha regresado a su ciudad natal, Neu-Ulm.
Pregunta. En febrero de 1982 la detuvieron a usted en Par¨ªs con un coche lleno de armas.
"Es un egoc¨¦ntrico. Lleg¨® a la paranoia porque se cre¨ªa la imagen que los medios daban de ¨¦l"
"La ETA con la que ten¨ªamos contactos no existe desde hace mucho. Han vuelto a la vida burguesa"
"Con Carlos no se pod¨ªa discutir de nada. S¨®lo toleraba las cr¨ªticas de personas superiores"
"No ha cambiado. No puede cambiar. Ya me ha mandado alguna postal con advertencias"
Respuesta. No me detuvieron con un coche lleno de armas.
P. Ah, ?no?
R. En el coche hab¨ªa explosivos. Nada de armas.
P. ?Y qu¨¦ iba usted a hacer con esos explosivos?
R. Me detuvieron con un coche lleno de explosivos. ?Qu¨¦ m¨¢s quiere saber?
P. Lo que usted me cuente. ?Qu¨¦ iba a hacer con ellos?
R. Nada malo.
P. ?Nada malo?
R. Disculpe, lo siento, qu¨¦ estupidez.
P. ?Qu¨¦ contactos ten¨ªa usted con ETA?
R. ETA no existe ya.
P. S¨ª existe.
R. La ETA con la que ten¨ªamos contactos no existe desde hace mucho. Han vuelto a la vida burguesa y trabajan pol¨ªticamente.
P. ?Se refiere a la escisi¨®n de ETA Militar y ETA Pol¨ªtico-militar?
R. S¨ª, la ETA que hay ahora no tiene nada que ver con la de entonces.
P. ?C¨®mo eran los contactos? ?Personales o de grupo?
R. Eran personales. No existen los contactos de grupo, son personales.
P. ?Pero les apoyaron log¨ªsticamente?
R. S¨ª, apoyamos log¨ªsticamente a ETA. Hab¨ªa contactos, dir¨ªa yo. Pero era otra ETA entonces. Era la ¨¦poca de Franco. No se pod¨ªa hablar vasco. Bueno, se pod¨ªa hablar, pero no se pod¨ªa aprender en las escuelas.
P. No queda claro en el libro su motivaci¨®n para pasar a la ilegalidad y despu¨¦s al terrorismo. ?Qu¨¦ pas¨®?
R. Estas historias van despacio, conoces gente, te solidarizas, quieres cambiar las cosas en la sociedad. Usted habla de terrorismo, pero yo no lo llamar¨ªa terrorismo desde el principio. Es una palabra que se dice ahora. En aquel tiempo no lo ve¨ªamos como terrorismo. Era una forma de lucha. Hoy hay otras formas de cambiar el mundo. S¨®lo se habla de terrorismo, son otros tiempos.
P. ?C¨®mo fue su formaci¨®n ideol¨®gica? ?Ley¨® por su cuenta o tom¨® cursos de formaci¨®n?
R. Bueno, fui a alg¨²n curso sobre Karl Marx, pero yo no entr¨¦ en el partido, no me adoctrin¨® nadie. Hablaba con gente, discut¨ªamos sobre las posibilidades de cambiar la sociedad, los medios que ve¨ªamos. Nunca fui a ning¨²n curso de ese tipo.
P. Pero s¨ª que asisti¨® a entrenamientos militares en Oriente Pr¨®ximo.
R. S¨ª, pero no me cambi¨® la vida. Volv¨ª y mi vida sigui¨® como antes.
P. Pero aprendi¨® a disparar y usar las armas. ?Qu¨¦ tal era?
R. Dir¨ªa que disparaba bien.
P. Carlos era el entrenador. Usted lo conoc¨ªa de Londres.
R. S¨ª, lo conoc¨ªa como Johnny, de Londres.
P. Despu¨¦s de la mala impresi¨®n que tuvo de ¨¦l en Londres, ?c¨®mo se rindi¨® a aquel hombre al que describe como tan poco atractivo?
R. Me lo pregunta todo el mundo. No le s¨¦ responder. Sucede paulatinamente. Lo ve¨ªa aqu¨ª y all¨¢, era Carlos, el h¨¦roe conocido de todos... No fue de un d¨ªa para otro.
P. ?Tiene miedo de revelar que era un macho venezolano o algo as¨ª?
R. Era un macho venezolano, ?qu¨¦ quiere que le diga? No se trata de eso, de si me parec¨ªa m¨¢s o menos estupendo. A veces lo quer¨ªa, a veces lo odiaba.
P. Un amor-odio.
R. Tampoco es eso. Hab¨ªa situaciones en las que no me gustaba. En otras me encantaba. A veces era simp¨¢tico, a veces no. Pero ¨¦stas son cosas m¨¢s profundas.
P. ?C¨®mo lo describir¨ªa a ¨¦l?
R. Egoc¨¦ntrico. Se quer¨ªa mucho. Lleg¨® a la paranoia porque se crey¨® la imagen que los medios daban de ¨¦l y quiso ser digno de ella. Padec¨ªa delirios de grandeza, en cierto modo. Un narcisista eg¨®latra que no respeta los valores del resto de las personas que viven en el mundo y que, por tanto, se ha construido un mundo propio.
P. ?Y un ni?o de mam¨¢?
R. Absolutamente. Su madre era para ¨¦l una santa, un ¨ªdolo inalcanzable para el resto de las mujeres. Se lo ense?¨® todo. Se lo dio todo. Y puede que sea uno de sus problemas.
P. Usted vivi¨® con ella en Venezuela. ?C¨®mo era?
R. S¨ª, en Valencia. Como Carlos, ella daba gran importancia al reconocimiento de los dem¨¢s y al lugar que ocupaba en la sociedad. Se esforzaba en dar siempre una buena impresi¨®n y en defender a su familia, de la que no se pod¨ªa decir una mala palabra... Creo que ¨¦l aprendi¨® mucho de ella. La ideolog¨ªa la tom¨® del padre, que era un comunista convencido que viv¨ªa seg¨²n sus convicciones.
P. Usted se fue con Carlos a Siria en 1986.
R. S¨ª, fui voluntariamente cuando sal¨ª de la c¨¢rcel francesa.
P. ?l hab¨ªa intentado sacarla de la c¨¢rcel mediante atentados. ?Lo sab¨ªa? Al parecer mat¨® a 20 personas en ocho atentados para forzar su liberaci¨®n.
R. ?Los ha contado usted?
P. Lo he le¨ªdo. ?C¨®mo se siente al pensar en eso?
R. Mal. Mala conciencia. Mientras escrib¨ªa el libro, yo... mal, mal, mal, mal, mal... ?Qu¨¦ quiere que le diga?, no me causa ninguna alegr¨ªa. Fatal, fatal.
P. ?Cu¨¢ndo supo que ¨¦l era el hombre del atentado de Viena?
R. Yo lo sab¨ªa todo sobre ¨¦l.
P. ?Discut¨ªan, debat¨ªan las cosas?
R. No. ?l hablaba ex c¨¢thedra. Con Carlos no se discute.
P. ?No aceptaba contradicciones?
R. No, en absoluto. No aceptaba contradicciones de nadie. Cre¨ªa que lo sab¨ªa todo mejor que nadie, no digamos ya de las mujeres. Las mujeres no saben nada. No se r¨ªa. Por otra parte, dec¨ªa que las mujeres son la otra mitad del firmamento, como dec¨ªa Mao, y pueden servir para la revoluci¨®n. ?sa era su opini¨®n. Con Carlos no se pod¨ªa discutir de nada. No toleraba las cr¨ªticas, s¨®lo de personas superiores. De los dem¨¢s no aceptaba nada. No ten¨ªa iguales, s¨®lo en su pensamiento, quiz¨¢. Pero una cosa es el pensamiento, y otra, la pr¨¢ctica. Lo que se dice y lo que se hace son cosas bien distintas.
P. ?Contradicci¨®n total?
R. No total, pero s¨ª estaba muy lejos de lo que proclamaba. Por ejemplo, eso que est¨¢ en Internet sobre el atentado contra la OPEP son todo sandeces. No tiene ning¨²n sentido. Se habla de que recibi¨® tres o cuatro millones de d¨®lares. Todo bobadas. Es lo que ¨¦l piensa, pero no es la verdad. Yo tampoco s¨¦ la verdad, que debe de estar por ah¨ª enterrada. Si alguien la descubre, no ser¨¢ la verdad de Carlos.
P. Como terrorista era muy malo. Por ejemplo, ?qu¨¦ consigui¨® con el secuestro de los ministros de la OPEP en Viena?
R. Yo no s¨¦ qu¨¦ fall¨® en aquella acci¨®n, que era de los palestinos y contaba con el apoyo de otros pa¨ªses ¨¢rabes, seg¨²n creo. Primero fue a Libia con el avi¨®n, le echaron; despu¨¦s se fue a Argelia y le dijeron que la acci¨®n hab¨ªa terminado. Dicen que le pagaron cinco millones de d¨®lares. No es verdad.
P. Usted no vio nada de ese dinero.
R. Ni ¨¦l tampoco. No s¨¦ si se pagaron. Algo pas¨® en la trastienda. Quiz¨¢ lo sepan los argelinos.
P. Habla usted de las ejecuciones de compa?eros por traici¨®n: el liban¨¦s Moucarbel en Par¨ªs, el alem¨¢n Albartus en L¨ªbano, Feisal en Siria. A Gerd Albartus lo mataron de una manera brutal. ?C¨®mo lo supo usted?
R. ?l era mi amigo. Me lo cont¨® alguien que lo vio. Le dispararon en las rodillas y lo interrogaron. Son cosas que no se olvidan.
P. A Feisal lo mat¨® en la cocina de su casa. ?Usted estaba?
R. Lo mat¨® all¨ª; yo no estaba.
P. ?No estaba en la casa?
R. No estaba.
P. ?C¨®mo lo supo?
R. ?Me lo est¨¢ preguntando?
P. S¨ª.
R. Lo s¨¦ y ya est¨¢. No lo voy a explicar.
P. ?C¨®mo es su situaci¨®n social?
R. Estamos casados por el rito musulm¨¢n.
P. As¨ª que ¨¦l puede tener cuatro esposas.
R. Que yo sepa, somos tres por ahora
[Carlos se cas¨® tambi¨¦n con una mujer palestina y, en la c¨¢rcel en Francia, con su abogada]. Si sale de la c¨¢rcel, quiz¨¢ se case con otra, con la m¨¢s guapa de Venezuela, pero no va a salir de la c¨¢rcel.
P. ?Le tiene miedo?
R. No creo que salga, pero si sale de la c¨¢rcel y tiene la oportunidad de venir a Neu-Ulm con una pistola, no me extra?ar¨ªa que me pegara un tiro. No iba a tocar a la puerta para preguntarme c¨®mo estoy. No ha cambiado. No puede cambiar. Ya me ha mandado alguna postal con advertencias.
P. ?Dir¨ªa que Carlos era un hombre de convicciones o un mercenario?
R. Creo que ten¨ªa una ideolog¨ªa personal que se deriva de la de su padre. Eso seguro. Pero la interpretaba como quer¨ªa. No dir¨ªa que era un mercenario. ?l organizaba y planeaba. Claro que le pagaban por sus acciones. Pero ten¨ªa sus convicciones. Se pon¨ªa del lado de los palestinos. Cre¨ªa en la causa y en que lo que hac¨ªa estaba bien.
P. En su libro presenta usted a ese hombre como un monstruo. ?Por qu¨¦ estuvo con ¨¦l? ?Es su faceta masoquista?
R. Quiz¨¢... No es broma. Algo de verdad puede haber en eso. Debo reconocer que al escribir el libro no lo supe explicar mejor, queda fuera de mi capacidad. Me qued¨¦ sin explicaciones. Estas cuestiones emocionales son muy dif¨ªciles de describir. No s¨¦ si era miedo, no s¨¦ qu¨¦ era aquello. Un hombre tan brutal. No s¨¦ qu¨¦ llev¨® a una jovencita a irse con ¨¦l y pasar por todo aquello. Para una persona normal es inimaginable. Lo intento describir, pero es dif¨ªcil.
P. ?La escritura le sirvi¨® de catarsis?
R. S¨ª, en cierto modo. Porque no se pueden olvidar ciertas cosas, aunque empieces una nueva vida y trates de empezar de cero. As¨ª que pens¨¦ que deb¨ªa repasarlas.
Volver a Neu-Ulm
EL PERIPLO DE MAGDALENA Kopp desde el d¨ªa, a finales de los sesenta, en que abandon¨® el ambiente opresivo de Neu-Ulm y de su familia ha durado 40 a?os. Es un exponente palpable de la generaci¨®n del 68, que vivi¨® la rebeli¨®n estudiantil en Berl¨ªn y despu¨¦s en Francfort. All¨ª se uni¨® a las C¨¦lulas Revolucionarias, uno de los m¨²ltiples grupos de ultraizquierda surgidos tras la explosi¨®n y atomizaci¨®n del movimiento estudiantil.
Los servicios secretos alemanes los clasificaban entre los grupos terroristas, aunque no llegaron a adquirir la importancia y notoriedad de la llamada Fracci¨®n del Ej¨¦rcito Rojo (RAF), el grupo o banda Baader-Meinhof. Las C¨¦lulas Revolucionarias no pasaban a la clandestinidad, como la RAF. Por eso se les llamaba "terroristas en el tiempo libre", porque no abandonaban su vida civil. Un sector deriv¨® hacia el terrorismo puro y duro y realiz¨® con Carlos en diciembre de 1975 el atentado y secuestro de los ministros de la OPEP en Viena. El 4 de julio de 1976, otro grupo secuestr¨® un avi¨®n con israel¨ªes a bordo y lo llev¨® hasta Entebbe (Uganda). Un comando de Israel liber¨® a los rehenes y mat¨® en la acci¨®n a Wilfried B?se y Brigitte Kuhlmann, fundadores de las C¨¦lulas Revolucionarias y pr¨®ximos a Kopp.
Tras casi tres a?os y medio en Venezuela, donde vivi¨® en Valencia con la familia de Carlos, Kopp negoci¨® con la polic¨ªa federal criminal alemana (BKA) el retorno a Alemania con Ana, la hija del terrorista nacida durante su estancia en Siria. Tras su recorrido por los escenarios de la rebeli¨®n del 68 en Alemania, la c¨¢rcel en Francia, los a?os en Oriente Pr¨®ximo y en Venezuela, Kopp volvi¨® a Neu-Ulm, su peque?a ciudad natal del sur de Alemania. Y desde all¨ª afirma: "Es la vuelta al hogar, al sitio de donde quer¨ªa irme a toda costa, porque era peque?o-burgu¨¦s, aburrido, cuadriculado. Y estoy de vuelta. Es igual de peque?o-burgu¨¦s y cuadriculado que entonces".
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