?Ha dicho usted guerra?
Una palabra bast¨® para desatar la tempestad. Inmediatamente, las plumas de los comentaristas entraron en ebullici¨®n y las canciller¨ªas de Europa occidental proclamaron su desaprobaci¨®n de forma muy poco diplom¨¢tica. Al evocar el riesgo de guerra que entra?a la voluntad iran¨ª de construir La Bomba, y la necesidad de prepararse para impedirlo, ?incurri¨® Bernard Kouchner en una blasfemia, producto de su ingenuidad y su falta de oficio? En todo caso, sus colegas, Sergu¨¦i Lavrov, desde Mosc¨², y D'Alema, desde Roma ("Non si debba parlare de guerra in questo momento"), le reprendieron ipso facto. ?dem desde Berl¨ªn, mezzo vocce. Sin embargo habr¨¢ que acostumbrarse: el "resbal¨®n" del French Doctor, nuevo jefe de la diplomacia francesa, expresa una opini¨®n largamente meditada.
Cuando, nueve meses antes de las elecciones presidenciales, Yasmina Reza, Pascal Bruckner y yo interrog¨¢bamos al candidato Sarkozy sobre los grandes ejes de la pol¨ªtica exterior que pretend¨ªa seguir, su respuesta brot¨® clara y decidida: "La crisis iran¨ª es sin duda la crisis internacional m¨¢s grave actualmente". Un a?o despu¨¦s, el diagn¨®stico sigue siendo exacto. ?Qu¨¦ requiere esa gravedad? "Firmeza", respondi¨® el futuro presidente, que, a todas luces, no ha cambiado de opini¨®n. El 27 de agosto, ante los embajadores de Francia reunidos en el El¨ªseo, evoc¨® la terrible amenaza y subray¨® la necesidad de "evitar encontrarnos ante una alternativa catastr¨®fica: la bomba iran¨ª o el bombardeo de Ir¨¢n". La nueva "firmeza" de Francia ha comenzado por una reforma del vocabulario que rechaza los eufemismos y los tab¨²es ling¨¹¨ªsticos: si existe un riesgo de guerra, no hay que escotomizarlo, sino, por el contrario, nombrarlo, hablar de ¨¦l con claridad para, precisamente, hacer todo lo posible para frenar la escalada antes de llegar a esa "alternativa catastr¨®fica".
El momento fue bien elegido. Bernard Kouchner solt¨® su piedra del esc¨¢ndalo en el charco de los sobrentendidos diplom¨¢ticos y pronunci¨® la palabra "guerra" la v¨ªspera de su viaje a Mosc¨². El destinatario n¨²mero 1 del mensaje era su hom¨®logo ruso, que protest¨®, pero tom¨® buena nota: si Mosc¨² sigue bloqueando cualquier sanci¨®n efectiva susceptible de reforzar las reprimendas, hasta ahora in¨²tiles, del Consejo de Seguridad, Francia se esforzar¨¢, fuera del Consejo, en movilizar a la UE, que atrae m¨¢s del 50% del comercio exterior de Teher¨¢n, apostando por duras sanciones econ¨®micas para intentar frenar la espiral nuclear iran¨ª. En resumen, Kouchner invita a los europeos a ignorar las maniobras dilatorias de Mosc¨² en la ONU.
Cuando el sabio se?ala la Luna, los imb¨¦ciles se fijan en su dedo. Cuando Kouchner habla de "guerra", muchos europeos estiman que se trata de una palabrota soltada como un disparo de pistola en el silencio religioso de unas negociaciones respetuosas. La revelaci¨®n del esfuerzo clandestino e ilegal de Ir¨¢n para franquear el umbral de la energ¨ªa nuclear de uso militar data ya de agosto de 2002. Desde entonces, y a pesar de todas las confirmaciones de la AIEA, las negociaciones, dirigidas principalmente por Londres, Par¨ªs y Berl¨ªn, no han dado resultado alguno.
Es hora de sopesar francamente los riesgos. Algunos se preguntan: ?acaso se pierde algo por esperar? Todos los expertos coinciden sobre la capacidad t¨¦cnica de la industria iran¨ª: bastar¨ªan de dos a cuatro a?os para alcanzar el punto de no retorno. As¨ª que el tiempo apremia. Pero ?la perspectiva de un Ir¨¢n nuclear ser¨¢ suficiente para que las democracias se movilicen con la mayor urgencia e impidan, de mejor o peor grado, que se franquee ese umbral ¨²ltimo? ?O bien hay que convenir con Jacques Chirac (enero de 2007) que una potencia nuclear m¨¢s o menos no merece que nos calentemos la cabeza?
En efecto, la guerra fr¨ªa nunca dej¨® de serlo en las altas esferas: durante 45 a?os la disuasi¨®n fren¨® la escalada b¨¦lica entre los dos bloques. Semejante equilibrio de terror no ten¨ªa, sin embargo, nada de autom¨¢tico. Unas crisis sucedieron a otras hasta llegar a la de Cuba (1961), en la que, como prueban los archivos norteamericanos y rusos, la partida se jug¨® al borde del abismo y a punto estuvo de escapar a la prudencia de Kennedy y Kruschev. La idea de que la bomba iran¨ª no tendr¨¢ consecuencias para la paz mundial s¨®lo puede obedecer a la m¨¢s ignara de las fantasmagor¨ªas. Tanto m¨¢s cuanto que Arabia Saud¨ª, Turqu¨ªa y Egipto no se someter¨¢n a la hegemon¨ªa nuclear iran¨ª sin transgredir, a su vez, el Tratado de No Proliferaci¨®n. ?Esto va a ponerse feo! El horizonte que est¨¢n dise?ando los manitas de Teher¨¢n, aunque sea sin darse cuenta, para un Oriente Pr¨®ximo grande como un pa?uelo, con fronteras mal definidas, m¨²ltiples embrollos comunitarios y enormes intereses tecnol¨®gico-petroleros, no es otro que el de una guerra civil nuclear.
?No hemos aprendido nada del avispero iraqu¨ª? Quienes creen saber lo que dicen cuando hablan de "guerrilla", "vietnamizaci¨®n", etc¨¦tera, se equivocan. La guerrilla espa?ola contra Napole¨®n, las resistencias antihitlerianas, las insurrecciones anticoloniales ten¨ªan como primer objetivo a un ej¨¦rcito extranjero, como segundo a los "colaboradores" y, llegado el caso, a la poblaci¨®n, para movilizarla mediante la intimidaci¨®n. El orden de los blancos se ha invertido en Irak. Los marines no son prioritarios. S¨®lo han ca¨ªdo 3.700 en cuatro a?os, cuando en los meses "calientes" los balances arrojan un saldo de 3.000 v¨ªctimas iraqu¨ªes, mujeres y ni?os sobre todo, aniquilados no por los norteamericanos, sino por la denominada "guerrilla". Si los norteamericanos est¨¢n desconcertados es porque se enfrentan a un adversario capaz de matar a los suyos hasta el infinito. Es imposible proteger a cada iraqu¨ª contra ese terrorismo indiscriminado. El caos es m¨¢s fuerte que los helic¨®pteros, los tanques y el dinero.
En Rusia conocen la estrategia de la "tierra quemada", que s¨®lo dejaba vac¨ªo ante el avance del invasor. Hoy, unos incendiarios homicidas y suicidas han inaugurado la implacable estrategia de la "poblaci¨®n quemada". No se trata de resistencia al ocupante, ni siquiera de una guerra civil, sino de algo m¨¢s diab¨®lico: de una guerra absoluta contra los civiles. Nada capaz de conmover a nuestros mul¨¢s iran¨ªes, que se declararon, por boca del "moderado" Rafsanyani, dispuestos a la vitrificaci¨®n de 15 millones de compatriotas por la gloria teol¨®gica de erradicar la entidad sionista, preliminar obligado de una caza universal de cruzados e infieles.
El sacrificio de los suyos y de uno mismo, la autodestrucci¨®n sistem¨¢tica de un pueblo hasta el agotamiento del furor obsidional no es una patolog¨ªa in¨¦dita en absoluto. La crueldad colectiva que horrorizaba a Montaigne, la sangre, la devastaci¨®n y la muerte que describ¨ªa Grimmelshausen dan fe de que aquellas pestes eran europeas. Pero ninguno de los furiosos de entonces dispon¨ªa todav¨ªa de nuestros juguetes at¨®micos.
Andr¨¦ Glucksmann es fil¨®sofo franc¨¦s. Traducci¨®n de J. L. S¨¢nchez-Silva. ? Global Viewpoint, 2007.
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