Una soledad sonora
Una de las sorpresas objetivas m¨¢s impresionantes de estos ¨²ltimos a?os y en lo personal fue la declaraci¨®n de unos ense?antes seg¨²n la cual las obras de ficci¨®n preferidas por los adolescentes (existe la coeducaci¨®n) catalanes de hoy era la novela Solitud, de Caterina Albert (1869-1966), autora enmascarada bajo el seud¨®nimo de "Victor Catal¨¤". La preferencia de los alumnos, seg¨²n los docentes, era y es ex aequo con Aloma, de Merc¨¨ Rodoreda. Incidentalmente y para estudio de soci¨®logos y psic¨®logos: las dos obras incluyen una violaci¨®n.
Para empezar, me permitir¨¦ recordar un par de cosas. La primera es que Caterina Albert no naci¨® con el seud¨®nimo "V¨ªctor Catal¨¤", pero s¨ª que vio la luz en La Escala (L'Escala), una bell¨ªsima poblaci¨®n ampurdanesa y marinera, de industria de la sal, pero en el seno de una familia con vastas posesiones agr¨ªcolas. A pesar de su acomodada cuna, como Rodoreda, Virginia Woolf o Doris Lessing, la joven Caterina no lleg¨® ni a la segunda ense?anza (otro motivo de estudio y/o meditaci¨®n). No obstante, vacilante entre las artes pl¨¢sticas (es una excelente y desconocida dibujante y pintora, a lo Munch) y la literatura que le suministraba un librero ambulante (recordemos que estamos a finales del siglo XIX) es f¨¢cil suponer que quiso ser una escritora "total" que, en un principio y por el Zeitgeist, ya coquete¨® con los seud¨®nimos. Por ejemplo, Virgili Alacseal, que en rom¨¢n paladino es "Virgilio de la Escala".
6SOLITUD
Victor Catal¨¤
La primera edici¨®n en catal¨¢n la public¨® Joventut en 1905. Actualmente est¨¢ publicada en catal¨¢n por Edicions 62. M¨¢s dif¨ªcil es, en castellano, encontrar la traducci¨®n disponible lanzada en 1986 por Alianza Editorial. V¨ªctor Catal¨¤ es el seud¨®nimo de Caterina Albert (L'Escala, Girona, 1869-1966), autora prol¨ªfica que escribi¨® sus obras m¨¢s destacadas entre 1901 y 1907. 'Solitud' es un drama rural, g¨¦nero frecuentado por la escritora, que pas¨® los ¨²ltimos a?os de su vida pr¨¢cticamente sin moverse de la cama.
Por tanto, escribi¨® poes¨ªa (excelente poeta, a?ado, aunque me lapiden parte de los acad¨¦micos catalanes), teatro, narraci¨®n... Actividades que le llevaron a presentarse a los premios de la ¨¦poca, los que se conced¨ªan en los Juegos Florales. Concretamente fue premiada en los de Olot de 1898, significativo a?o, por cierto, tanto como poeta como comedi¨®grafa. Los se?ores del jurado olotino no se abstuvieron de reprenderla. ?C¨®mo pod¨ªa ser que una mujer fuera la autora de La infanticida, el mon¨®logo premiado? Naci¨® un V¨ªctor, vencedor, y catal¨¢n. Personalmente, en 2007, me niego en redondo a perpetrar aquella violencia de g¨¦nero y, para m¨ª, ella siempre ser¨¢ lo que era, Caterina Albert.
Aparte del seud¨®nimo, cabe decir que ya a finales del siglo XIX la joven Caterina era una escritora muy profesional. Por ejemplo, visit¨® un molino de agua de L'Escala para preguntar al propietario si morir¨ªa un reci¨¦n nacido si se le lanzaba en aquel torno. S¨ª, morir¨ªa, fue la respuesta, que a¨²n recuerdan los herederos del molinero. De ah¨ª, La infanticida, un mon¨®logo ciertamente violento, una circunstancia que no excusa al jurado de los Juegos Florales de Olot de 1898.
Establecida como "V¨ªctor Catal¨¤" y corresponsal de Joan Maragall en masculino (es apasionante las misivas que se cruzan entre ambos escritores), el director de un peri¨®dico, La Il¡¤lustraci¨®, le pide una novela para serializar en las p¨¢ginas de su rotativo. La se?ora escribe y manda cada semana un cap¨ªtulo de Solitud que, en forma de libro, se publicar¨¢ en 1905. Como reclam¨® ya Maria Aurelia Capmany en el ep¨ªlogo a sus obras completas de 1972, ?se puede pedir m¨¢s profesionalidad? Tambi¨¦n, un poeta catal¨¢n, Gabriel Ferrater, en unas conferencias en la Universidad de Barcelona (in¨¦ditas), en los a?os sesenta del siglo pasado, se preguntaba si Caterina era wagneriana porque ve¨ªa en el tono de la novela los "leitmotiven" del genio de Bayreuth. Hoy podemos decir: s¨ª, era wagneriana, como lo atestiguan la colecci¨®n de los programas de las representaciones wagnerianas en el Liceo de Barcelona, en la primera d¨¦cada del siglo XX, hoy guardados en la Casa-Museo "V¨ªctor Catal¨¤" de L'Escala.
Pero, centr¨¢ndonos en Solitud, ?qu¨¦ tiene que fascina a cada nueva generaci¨®n de lectores? Me atrever¨ªa a decir, actualidad y progresismo. Por m¨¢s que se sit¨²a en una ermita (en definitiva la de Santa Caterina, de la vecina poblaci¨®n de L'Escala, Torroella de Montgr¨ª), Mila, el personaje central, es m¨¢s progre que todas las grandes hermanas juntas. Sin deseo de explicar el desenlace de la novela, algo odioso, la reacci¨®n de Mila ante el embarazo producto de la violaci¨®n lo suscribe cualquier colectivo feminista.
Por otra parte, el drama se sit¨²a en un paisaje agreste que no se desdora si lo comparamos a las falacias pat¨¦ticas de una Emily Bront?. Mientras que el insustancial marido de Mila, arrastrado por el juego, es f¨¢cil situarlo hoy en un drogadicto, pongamos por caso. Y siempre, la pasi¨®n y la compasi¨®n recorren las p¨¢ginas, sin menoscabo de una violencia que, vaya usted a saber, quiz¨¢ fuera producto de una violencia de g¨¦nero que sufri¨® aquella Caterina Albert que hemos conocido secularmente como "V¨ªctor Catal¨¤" y que nos ha regalado una soledad muy sonora.
Marta Pessarrodona es autora de la biograf¨ªa Caterina Albert: un retrat.
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