Mitos
Qu¨¦ irremisible necesidad de mitos padecemos los humanos. Lo digo al hilo del embeleso acr¨ªtico que sigue produciendo la figura del Che. Lo peor de los mitos es que encienden los sentimientos y no el cerebro. Comprendo que, en el asqueroso e inquietante mundo en que vivimos, resulte muy tentador mantener intacto un ejemplo de pureza y entrega. Un modelo de solidaridad. Un santo laico, para poder seguir creyendo en la belleza de la vida y en la viabilidad de todas esas hermosas ideas de libertad y justicia que nos calientan el coraz¨®n. Y el Che parece el h¨¦roe perfecto. Era guapo, abandon¨® el poder para seguir peleando, lo mataron joven. Pero la realidad es tozuda y feroz y no entiende de mitos; y en la realidad el Che fue cruel y violento. Ten¨ªa la boca llena de grandes palabras, pero se dir¨ªa que despreciaba a esa gente humilde que tanto se jactaba de defender: "La dictadura del proletariado se ejerce sobre el proletariado mismo", proclam¨®, totalmente en serio, en un texto pol¨ªtico. Hubo cosas peores: "Tenemos que crear la pedagog¨ªa de los paredones de fusilamiento y no necesitamos pruebas para matar a un hombre", dijo en 1959 a los Tribunales Revolucionarios. Tambi¨¦n escribi¨®: "Un revolucionario tiene que convertirse en una fr¨ªa m¨¢quina de matar". Durante sus seis meses al mando de la fortaleza de La Caba?a, mand¨® fusilar, tras juicios de opereta, a centenares de v¨ªctimas. Est¨¢n documentadas 164. Tambi¨¦n ejecut¨® a 14 personas durante los a?os de Sierra Maestra, y otras 23 en Santa Clara. Hablo s¨®lo de las muertes comprobadas. Hay casos bien acreditados, como el de Eutimio Guerra, en los que fue el propio Che quien revent¨® los sesos de los presos con su pistola. La verdad, creo que yo prefiero hacer un esfuerzo y seguir calent¨¢ndome el coraz¨®n con las ideas hermosas sin tener que inventarme a un h¨¦roe para ello.
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