Cuando un escal¨®n es una monta?a

Cruzar una calle no es siempre tan f¨¢cil como seguir l¨ªneas blancas y negras. "No puedo subir el bordillo", se oye tras una silla de ruedas. Un voluntario se apresura a tirar de la parte delantera. Mientras, Ana imprime fuerza a la mano de su acompa?ante y la agita impaciente cuando las sillas comienzan a ser izadas al autob¨²s. Es su primer viaje en 28 a?os, toda su vida. Con ella, nueve compa?eros y 10 monitores de Aspace (Asociaci¨®n de Atenci¨®n a las Personas con Par¨¢lisis Cerebral) que ser¨¢n sus manos y pies, porque ellos est¨¢n afectados de par¨¢lisis cerebral con un 90 o 100% de minusval¨ªa.

La Alhambra se prodiga en escalones y cuestas, el suelo, a tramos empedrado, impide que las ruedas avancen. Una silla se atasca en una rampa y un turista bien avenido tira la c¨¢mara a manos de su mujer, da un c¨®mplice empuj¨®n a un voluntario y echa a correr rodando con Ana cuesta arriba. Ana le devuelve la sonrisa, le da la mano y levanta el pulgar en¨¦rgicamente.

"Que vean que hacemos las mismas cosas", dice David

S¨®lo han podido visitar un par de estancias del palacio nazar¨ª, pero lo disfrutan. Unos comentan los intr¨ªnsecos dise?os de las paredes. Otros tratan de alcanzar el agua. Jos¨¦ Luis se aventura al jard¨ªn de al lado, casi consigue saltar una rampa m¨¢s inclinada de lo que pensaba. Un grupo de turistas se abalanza para sostener la silla.

Muchos transe¨²ntes se paran a mirar. "Que vean que hacemos las mismas cosas", dice David Valenzuela, el trabajador social de Aspace y coordinador del programa de ocio. "Se trata de ampliar las opciones de tiempo libre y que se integren en la sociedad; es importante que la gente conozca la par¨¢lisis cerebral y si nos ven en la Alhambra, en el cine... es m¨¢s f¨¢cil", asegura.

"La Alhambra no se puede adaptar m¨¢s, pero venimos porque es patrimonio hist¨®rico y formamos parte de ¨¦l. La falta de recursos se suple con la buena voluntad de la gente y sorteamos los obst¨¢culos con imaginaci¨®n", indica Valenzuela. La primera dificultad es tratar con necesidades especiales. Los monitores saben que Rosana es al¨¦rgica a la amoxicilina o que Antonio es diab¨¦tico. "No mostrarnos inquietos si Joaqu¨ªn tarda en decirnos algo". "No dejar andar solo a Santi sin que estemos cerca, se desequilibra", se lee en la gu¨ªa que han estudiado.

"Mover a una persona con discapacidad implica un riesgo. Tiene que haber una profesionalizaci¨®n de la atenci¨®n a discapacitados, que haya un reconocimiento de sus derechos. Han de estar atendidas por los servicios sociales y no depender s¨®lo de la familia o los voluntarios", dice Valenzuela. Quienes trabajan con ellos hablan de un colectivo que cada vez se hace m¨¢s visible. Ya no se quedan en casa como un problema familiar, la educaci¨®n est¨¢ cambiando y se abren nuevas perspectivas. Es promover su tiempo de ocio, la socializaci¨®n, a la vez que su educaci¨®n "se les ofrece una red social m¨¢s amplia que el sal¨®n de su casa", asegura Jos¨¦ Mar¨ªa Ram¨ªrez, un estudiante de psicolog¨ªa que les acompa?a en el viaje.

"La enfermedad no tiene cura. Es importante trabajar la fisioterapia, la logopedia, que los m¨²sculos no se atrofien y llevar al l¨ªmite sus capacidades", explica Valenzuela cuando termina el primer d¨ªa de los seis que se quedar¨¢n en Granada. Un bar ofrece montarles veladores para que quepa todo el mundo. "Una cervecita y a descansar, que nos lo hemos ganado", dicen todos.