El r¨ªo de las siete fuentes
En la Ca?ada de las Fuentes, por las serran¨ªas de Cazorla, el r¨ªo Guadalquivir, ni es r¨ªo ni es nada. Tan modesto es que se tienen que juntar las aguas de siete fuentes para formar las primeras pozas donde los escribanos trazan pentagramas de agua y alguna despistada rana acecha al mosquito. Deja las tierras altas, se amansa en los sotos de la Albolafia, a los pies de la Mezquita y llega a Sevilla, para detenerse en Triana, jugar en el Arenal, vestirse de luces en la Maestranza y coquetear con la Torre del Oro.
R¨ªo vigilante, con veleros y barcos que surcan sus tranquilas aguas, con el comp¨¢s del tres por cuatro como lamento a la ca¨ªda de la noche y rumor de marismas donde los arrozales y campos de algod¨®n recuerdan historias de despecho, amor y odios; de luchas campesinas interminables, de caciques y latifundios, de se?or¨ªtos y jormaleros, hasta morir en Sanl¨²car, asom¨¢ndose al Atl¨¢ntico, despu¨¦s de besar las marismas con el sabor de la manzanilla, incapaz de amordazar siglos y siglos de historia.
No extra?a, pues, que se quiera potenciar el r¨ªo Grande de los ¨¢rabes como nuevo pulm¨®n que renueve un adormecido potencial tur¨ªstico. Razones hist¨®ricas y argumentos naturales hay m¨¢s que de sobra para buscar nuevas formas que inviten a adentrarse en la Andaluc¨ªa del interior y descubrir lo que nos dejaron civilizaciones y culturas, cuya huella es manifiesta. Es una invitaci¨®n a abrir circuitos que nos hablan de historias y leyendas, siguiendo su cauce, a una y otra orilla, donde se asentaron pueblos, nacieron culturas, se guerre¨® para defender ideas, se amaron y odiaron ciudades y, al rumor de sus aguas, se escribi¨® la historia del pueblo m¨¢s viejo de Europa, el pueblo andaluz.
Con estas mimbres, tejer y abrir horizontes de futuro no debe ser dif¨ªcil. Por eso, cuando se celebra de forma alborozada que Andaluc¨ªa reciba las aguas del Guadalquivir como propias (siempre habr¨¢ lenguaraces pol¨ªticos capaces de negar el pan y la sal de un hecho hist¨®rico) habr¨¢ que convenir que, adem¨¢s de la gesti¨®n de los recursos hidr¨¢ulicos y potenciar la agricultura intensiva, v¨¦ase por ejemplo la de Palma del R¨ªo, es hora de dibujar y crear nuevas perspectivas para que viajeros de todo el mundo descubran lo que hace cientos de a?os ya encontraron iberos, fenicios, romanos y ¨¢rabes.
Juan de Dios Mellado es periodista y editor, entre otros, del libro Guadalquivir, coraz¨®n verde de Andaluc¨ªa. (Editorial C&T).
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