Zotes y zoquetes
Quiz¨¢ lo haya contado alguna vez, aqu¨ª o en otro sitio, ruego en todo caso que se me disculpe la repetici¨®n. Hacia 1982 daba clases a estudiantes universitarios norteamericanos en Espa?a. Me toc¨® acompa?arlos en un viaje por Andaluc¨ªa, y explicarles todo a la vez: geograf¨ªa, historia, arte, costumbres. El nivel de su desconocimiento lo hac¨ªa casi imposible; para hablar de cualquier cosa uno ten¨ªa que remontarse al origen de los tiempos (es un decir), porque no sab¨ªan nada de la invasi¨®n ¨¢rabe, ni por supuesto de los visigodos ("Pero esos tipos, ?qui¨¦nes eran, qui¨¦nes eran?", me preguntaban), ni apenas de Roma, ni a¨²n menos de Grecia. Al bajar del autob¨²s frente a la Mezquita de C¨®rdoba, varios inquirieron, deslumbrados por el edificio: "?Es esto romano?". Y en el Convento de la Caridad de Sevilla, al mencionar yo un par de veces la figura de Don Juan con naturalidad, levantaron la mano unos dieciocho para preguntar: "Pero este Don Juan del que habla, ?qui¨¦n diablos era?" Mi primera reacci¨®n fue de esc¨¢ndalo, pero luego me dije que unos j¨®venes de Michigan o de Louisiana tampoco ten¨ªan por qu¨¦ saber qui¨¦n era Don Juan o distinguir estilos arquitect¨®nicos de un continente ajeno. M¨¢s grave me pareci¨® que ignoraran de qu¨¦ siglo era Napole¨®n y que lo creyeran alem¨¢n. Y pens¨¦ con alivio que de eso, al menos, estaban a salvo los estudiantes europeos, incluidos los espa?oles. Que a este lado del Atl¨¢ntico jam¨¢s se alcanzar¨ªa tal nivel de bruticie, o de lo que antiguamente se llamaba "incultura general".
Est¨¢ claro que me equivoqu¨¦. S¨®lo han transcurrido veinticinco a?os desde entonces y ya estamos as¨ª, si no peor. Lo grave es que la ignorancia brutal no afecta s¨®lo a los estudiantes, sino al grueso de la poblaci¨®n, que al parecer ha olvidado con alegr¨ªa lo que lleg¨® a aprender en ¨¦pocas en que la educaci¨®n a¨²n juzgaba que las personas deb¨ªan poseer un m¨ªnimo conocimiento de lo que ha sido el mundo, simplemente para no ser tontas de remate y saber c¨®mo funciona. No son pocos los programas de televisi¨®n en los que unos reporteros salen a la calle a preguntarle a la gente cosas al azar. Y he visto afirmar a personas de edad que el n¨²mero de Guerras Mundiales era tres, que Hiroshima y Nagasaki eran c¨¦lebres –quiz¨¢– por sus luchadores de judo, que Fidel Castro es un cantante y situar Ir¨¢n o Francia donde se encuentra Australia. Bien, uno puede objetar que s¨®lo se habr¨¢n mostrado las respuestas m¨¢s tragic¨®micas y que se habr¨¢n omitido las correctas, que el resultado de estos experimentos es muy sesgado. Lo cual, sin embargo, no desmentir¨ªa que existen personas capaces de dar semejantes contestaciones. Ahora bien, si un individuo se presenta a un concurso a ganar dinero, es porque cree saber bastante, al menos en algunos campos. Mis ojos han ca¨ªdo sobre algunos de estos concursos televisivos ¨²ltimamente, a la espera de las noticias, durante breves minutos, que han bastado para deprimirme. No se trataba de personas muy j¨®venes, sino de treinta?eros, los cuales, ante mis at¨®nitos ojos y o¨ªdos, dieron estas muestras de su sapiencia: a la pregunta "?Para ir a qu¨¦ guerra dej¨® Ulises su patria?", el concursante, tras mucho pens¨¢rselo, contest¨® que a la del Peloponeso, lo cual probablemente significa que ese pobre hombre ni siquiera ha o¨ªdo hablar de la guerra m¨¢s famosa de la historia, que sigue siendo la de Troya. A otro le preguntaron con qu¨¦ explorador se encontr¨® Stanley en la selva, y, tras asegurar que no conoc¨ªa el nombre de ning¨²n explorador, se anim¨® a aventurar que con Darwin. Pero a¨²n hubo otro zote que a la pregunta "En qu¨¦ batalla de 1557 se dice que se arm¨® la de San Quint¨ªn?", respondi¨® muy ufano que en la de Waterloo. Si al menos no le hubieran dicho la fecha … Porque, ?c¨®mo es posible que un zoquete hecho y derecho que aspira a ganar algo con su cultura general, crea que Waterloo fue librada en el siglo XVI? Tambi¨¦n he visto c¨®mo tres fulanos a los que se ped¨ªa que se?alaran qu¨¦ novelas eran "de aventuras", entre las escritas en un panel, eran incapaces de mencionar Moby-Dick …
Este es el panorama. En medio del cual, a nuestro Presidente del Gobierno no se le ocurre otra cosa que fomentar, en un v¨ªdeo no gracioso sino chusco, que la gente hable tan mal como ¨¦l. Decir "libertaz", "unidaz" y "ciudaz" no supone tener tal o cual acento regional (todos son buenos), sino mala dicci¨®n y hablar como un pat¨¢n. Jam¨¢s he o¨ªdo a un madrile?o de verdad decir "Madriz" (a lo sumo "Madr¨ª"), eso no es una caracter¨ªstica del habla madrile?a ni leonesa ni de ning¨²n lugar. Y Zapatero, en vez de procurar corregir su p¨¦sima dicci¨®n y dar ejemplo, insta a los ciudadanos a adoptar su error, e incluso se permite escribir con z esas palabras, para aumentar la burricie y las faltas de ortograf¨ªa. Despu¨¦s de esto, en poco pueden tenerse sus discursos a favor de la educaci¨®n y la cultura. Y lo primero que deber¨ªa hacer, para enmendar su metedura de pata, es aprender de una vez a decir "Madrid", "autoridad" e "igualdad" correctamente, esto es, con una d final relajada (semejante a la segunda del vocablo "dedo", que no se pronuncia igual que la primera, hagan la prueba), y no con la ignominiosa z de zote, zarrapastroso, Zaplana y zoquete. Es el Presidente del Gobierno. Ya est¨¢ bien. El Profesor Henry Higgins lo habr¨ªa arrastrado de una oreja, en My Fair Lady.
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