El final de Suha, Lina y Nahed
Los 'asesinados de honor' a mujeres ganan terreno en Palestina
Unas cuantas mujeres entran y salen aterrorizadas de los refugios en un par de ciudades palestinas. Son casas que no llaman la atenci¨®n y que jam¨¢s hubieran querido descubrir. Pero all¨ª permanecen d¨ªas, semanas o meses. S¨®lo un pu?ado de feministas conoce la identidad de esas mujeres que temen que su destino est¨¢ ya escrito: morir a manos de alg¨²n pariente. Corren un peligro cierto. Pueden acabar como las hermanas Nahed, Suha y Lina.
Desfigurados sus rostros a cuchilladas, y degolladas, los cad¨¢veres de Nahed, Suha y Lina -la menor, de 16 a?os; la mayor, de 22- fueron sepultados por varios hombres en el cementerio de Deir el Balah el 21 de julio. Alguien les vio, y la polic¨ªa desenterr¨® los cuerpos para trasladarlos al Hospital Shifa de la ciudad de Gaza.
La relaci¨®n prematrimonial y el adulterio 's¨®lo' afecta a las mujeres
Hay quien paga a un familiar para que asesine a la causante de la deshonra
En Kalkilia (Cisjordania), el 25 de octubre, los agentes hallaron a dos hermanas muertas en su casa y a una tercera mujer en un vertedero. Nadie dud¨® de que sufrieron los efectos de una tradici¨®n tan arcaica como brutal: los cr¨ªmenes de honor. La familia es un pilar b¨¢sico en los pa¨ªses ¨¢rabes, y esa reputaci¨®n depende en gran medida de la respetabilidad de sus mujeres. Las relaciones sexuales prematrimoniales o el adulterio se castigan a menudo con crueldad estremecedora. A veces basta con la sospecha. Claro est¨¢, siempre que sean ellas quienes quebranten esta norma de una sociedad patriarcal que nada hace por atajar estos desmanes.
Un peque?o grupo de personas se empe?a, contra corriente, en denunciar tales atrocidades. Raji Sourani, presidente del Centro Palestino por los Derechos Humanos, y su ayudante, Mona Shawa, son de los pocos que combaten la lacra. El resto es un muro de silencio, aunque todos coinciden en las causas. "La ley vigente castiga con un m¨¢ximo de dos a?os de prisi¨®n a quien comete un crimen de honor. En ocasiones existen denuncias, pero lo habitual es que los hombres confiesen. Se sienten orgullosos. El precio a pagar es soportable", se?ala Sourani.
Las costumbres m¨¢s conservadoras ganan arraigo paulatinamente en la sociedad palestina desde hace tres d¨¦cadas. "Cuando preguntamos a las mujeres si estar¨ªan dispuestas a denunciar los malos tratos, se niegan porque est¨¢n atenazadas por el miedo. Adem¨¢s, dicen que no es adecuado para ellas presentarse ante la polic¨ªa o los tribunales", lamenta Shawa. Tambi¨¦n la islamizaci¨®n de Cisjordania y Gaza avanza imparable, aunque todos apuntan que los cr¨ªmenes de honor no pueden vincularse con la pr¨¢ctica religiosa. "Mire, yo procedo de un partido marxista, el Frente Popular para la Liberaci¨®n de Palestina, y le digo que estos asesinatos nada tienen que ver con el islam. Es m¨¢s, muy rara vez los autores del crimen son personas religiosas. Es una cuesti¨®n cultural que afecta a los estratos m¨¢s pobres de la sociedad", explica el laico Sourani.
"Los cr¨ªmenes", a?ade Sha-wa, "est¨¢n relacionados con una cultura que vincula el honor con la mujer. Se han registrado casos en los que la madre ha ordenado la muerte de su hija, y a veces se paga a alg¨²n familiar para que asesine a la causante de la deshonra..."
En las calles de Gaza pueden observarse maniqu¨ªes con minifaldas, pero las mujeres ni se atreven, ni desean vestirlas en lugares p¨²blicos. Se utilizan exclusivamente para los ojos de los esposos, como la lencer¨ªa sugerente expuesta en los escaparates. Una joven que acud¨ªa recientemente a una boda tuvo que cambiarse en el ¨²ltimo minuto porque su hermano le prohibi¨® el vestido que ella hab¨ªa elegido: un traje pantal¨®n. Abdelkarim Khalut es el muft¨ª de Gaza, la autoridad religiosa a la que acuden hombres y mujeres para resolver disputas comerciales, o recibir consejo sobre materias espirituales o mundanas. En su mezquita del centro de Gaza explica los casos en los que la pena de muerte deber¨ªa ejecutarse. Entre ellos, el adulterio. "Para certificarlo es necesario que cuatro hombres sean testigos directos del acto sexual, lo que no ha sucedido nunca en la historia, o la confesi¨®n de la acusada". Y raudo precisa: "Pero tambi¨¦n si es un hombre el que lo comete. Y por supuesto debe ser un juez quien dicte la sentencia. La ley y las reducidas condenas fomentan estos delitos".
Las estad¨ªsticas no son de fiar. En 2005, se tuvo constancia de cinco cr¨ªmenes de honor; en 2006 se elevaron a 12, y en lo que llevamos de a?o son ya 13 en Gaza y 11 en Cisjordania. Porque en este r¨ªo revuelto amparado por la ley del silencio m¨¢s obtusa no faltan quienes tratan de sacar provecho de la legislaci¨®n. "Hay casos", subraya Shawa, "en que los informes m¨¦dicos acreditan que las v¨ªctimas eran v¨ªrgenes. Otros asesinatos obedecen a motivos bien diferentes, pero los acusados alegan que se trat¨® de un crimen de honor para beneficiarse de las breves condenas. La sociedad lo acepta. S¨®lo se mitigar¨¢ esta costumbre con educaci¨®n y con sentencias mucho m¨¢s severas".
Mientras, unas pocas decenas de mujeres no tienen m¨¢s remedio que vivir en la clandestinidad, conscientes de que padecen el m¨¢s completo desamparo. Los cr¨ªmenes de honor tardar¨¢n demasiados a?os en desaparecer. Zoraida Abed Husein trabaja en el Centro de Mujeres para el Asesoramiento Legal y Social, en Ramala, y sabe de refugios en Bel¨¦n y Nablus. Las feministas planean inaugurar uno m¨¢s en Jeric¨®. "Lo siento, pero no puede visitarlos. Ni siquiera hablar con mujeres afectadas porque tienen p¨¢nico a ser descubiertas. A veces acuden con sus ni?os a esos refugios, pero tambi¨¦n se esconden en las viviendas de amigas", comenta apesadumbrada por el nulo inter¨¦s de los dirigentes pol¨ªticos. "Se lo planteamos a la Autoridad Nacional Palestina", afirma, "pero no es un asunto que les preocupe. S¨®lo est¨¢n pendientes del conflicto con los israel¨ªes".
En Gaza es peor. Ni siquiera disponen de un lugar en el que guarecerse. "La franja es min¨²scula, todo el mundo sabr¨ªa d¨®nde se encuentra el escondite y cualquiera podr¨ªa ir y matarlas", sostiene Shawa.
Las escasas feministas activas a?oran la pasada d¨¦cada, cuando Yasir Arafat estableci¨® la Autoridad Nacional Palestina, en 1994, y las instituciones comenzaron paulatinamente a cumplir su funci¨®n. "Exist¨ªa cierto orden, los polic¨ªas y jueces pod¨ªan trabajar. Y nosotras habl¨¢bamos con tranquilidad. Sembramos una semilla. Pero desde la invasi¨®n israel¨ª de los territorios ocupados (en 2002) las instituciones se han hundido, el ambiente se ha te?ido de m¨¢s violencia y la semilla fue aplastada. La ocupaci¨®n ayuda a acentuar los aspectos m¨¢s negativos de la cultura machista. Ahora es muy dif¨ªcil alzar la voz", apunta la feminista de Ramala.
Los efectos de esta marcha atr¨¢s perdurar¨¢n, porque el muro de hormig¨®n que separa Cisjordania e Israel tambi¨¦n es nocivo para la lucha por la igualdad de los sexos en Palestina. "En tiempos de Arafat", concluye la activista Abed Husein, "el n¨²mero de ni?as que asist¨ªan al colegio era igual al de los ni?os. Incluso en las universidades el porcentaje de mujeres era ligeramente superior. Muchas madres me cuentan ahora que s¨®lo env¨ªan al colegio a sus hijos. Les da miedo que las peque?as atraviesen el muro".
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