La rebeli¨®n de los abogados
Una vez reelegido, Pervez Musharraf decidi¨® deshacerse de todo el Supremo
Los abogados han sido en Pakist¨¢n lo que los monjes budistas en Birmania (Myanmar), el desencadenante de una rebeli¨®n contra una dictadura. Los monjes birmanos viv¨ªan de la caridad del pueblo. Los abogados, de leyes a respetar, en democracia. Ante el choque entre el presidente Pervez Musharraf y el Tribunal Supremo, se pusieron en su mayor¨ªa de parte de ¨¦ste. Claro que para que esta rebeli¨®n cuajase hac¨ªa falta que le siguieran las masas, lo que ya ha ocurrido, estudiantes incluidos.
Ahora nadie negar¨¢ que Musharraf, que dio su primer golpe en 1999 (y fue brillantemente recibido en visita oficial en Espa?a en abril pasado), es un dictador, y nada blando. Hay una man¨ªa de los dictadores de querer dar la apariencia de tener el derecho de su parte. Pero acaban teniendo que quitarse la careta, e imponer leyes arbitrarias. Ante el riesgo de que el Supremo dictaminara en contra de su reelecci¨®n por el Parlamento como jefe del Estado, Musharraf puso en marzo bajo arresto domiciliario al presidente de la alta corte, Iftijar Mohamed Chaudhry, tras recriminarle y humillarle ante otros generales en un cuartel. Fue entonces cuando empez¨® el amotinamiento de los abogados, que redobl¨® despu¨¦s de la imposici¨®n del estado de excepci¨®n el pasado 3 de noviembre. Desde el 9 de marzo varios miles de ellos han estado saliendo a la calle para exigir la reinstauraci¨®n de Chaudhry, y lo lograron temporalmente.
Como escribe Ali Kahn, paquistan¨ª, profesor de Derecho de la Universidad de Washburn (EE UU), "el fracaso del Parlamento para mediar en la crisis forz¨® a abogados en todo el pa¨ªs a amotinarse contra lo que llaman el usurpador del barco y se juntaron por encima de sus diferencias partidistas e ideol¨®gicas, preludio a lo que luego pasar¨ªa con un gran sector de la poblaci¨®n, en una unidad profesional sin precedentes para restablecer el Estado de derecho".
Una vez reelegido -sin haber renunciado (ahora lo vuelve a anunciar para pronto) a su condici¨®n de jefe del Ej¨¦rcito, que es su verdadera fuente de poder-, decidi¨® deshacerse de todo el Supremo unos d¨ªas antes de que ¨¦ste pudiese anular tal elecci¨®n. La justificaci¨®n para el estado de excepci¨®n fue, naturalmente, la lucha contra el terrorismo. El usurpador debe considerar que sus enemigos son los jueces, el Supremo y los abogados. No los yihadistas o los grupos protalibanes que estos d¨ªas han capturado cuatro ciudades en el norte del pa¨ªs. Con su golpe de mano, Musharraf ha puesto bajo arresto domiciliario a todos los jueces del Supremo que est¨¢ renovando a su gusto. Otros decretos permiten juzgar a civiles ante tribunales militares bajo la simple acusaci¨®n de "hacer declaraciones que generan alg¨²n mal p¨²blico", lo que se presta a cualquier interpretaci¨®n. Cientos de abogados y miles de ciudadanos moderados han sido detenidos, no los islamistas radicales. Incluso algunos terroristas que participaron en atentados suicidas han quedado en libertad.
Musharraf deb¨ªa confiar en EE UU y en el apoyo del Ej¨¦rcito, que es el poder vertebrador de un pa¨ªs sumamente complejo y fragmentado y con arma nuclear, que f¨¢cilmente podr¨ªa caer en una guerra civil. Benazir Bhutto, que regres¨® tras haber pactado con Musharraf una infame divisi¨®n del trabajo -ella se encargar¨ªa de la pol¨ªtica, ¨¦l de la unidad y de las fuerzas armadas aunque ya no como jefe-, ha roto con el dictador. Nawaz Sharif, otro ex primer ministro, clave con vistas al futuro, sigue exiliado en Arabia Saud¨ª, pero su gente est¨¢ activa. Incluso en Washington, que consider¨® a Musharraf pieza clave en la estrategia de la guerra contra el terror de Bush, puede estar preparando su sustituci¨®n, fij¨¢ndose en los generales en ascenso como Kayanbi, Majid, o Taj, el nuevo jefe del poderoso servicio secreto ISI. Desde luego no podr¨ªa haber elecciones libres en enero sin haber levantado con antelaci¨®n suficiente el estado de excepci¨®n.
Esta vez no s¨®lo se ha cortado la libertad de expresi¨®n y de prensa, sino que tambi¨¦n se han silenciado los medios electr¨®nicos. Cuando el 6 de noviembre el juez Chaudhry estaba lanzando a trav¨¦s del m¨®vil desde su domicilio en Islamabad un discurso incitando a la rebeli¨®n de los ciudadanos, todos los m¨®viles en la ciudad dejaron de funcionar, una nueva lecci¨®n que habr¨¢n aprendido otros golpistas en ciernes en el mundo. Pero tambi¨¦n habr¨¢n visto que estos abogados no s¨®lo se mueven por las minutas, sino tambi¨¦n por el Estado de derecho, del derecho justo no del de Musharraf, ni del general que le pueda sustituir en el poder de hecho. aortega@elpais.es
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