"Me enfado cuando alguien come de pie"
-?De peque?a jugaba a cocinitas?
-S¨ª, claro. Y adem¨¢s soy de una generaci¨®n en la que tocaba ayudar. En la cocina estaban las reinas de la casa: la madre y la abuela. Tocaba ayudar y, por ello, aprend¨ª. Pero tambi¨¦n porque me cautiv¨® lo que ocurr¨ªa en aquel espacio. As¨ª que cuando mi madre, que cocinaba porque tocaba, no por placer, descubri¨® que me gustaba, pactamos. Yo era muy jovencita. Me liber¨® de otras tareas de la casa para cocinar.
Carme Ruscalleda, ya consolidada como un icono de la vanguardia culinaria, recuerda sus primeros pinitos en los fogones con una amplia sonrisa. Una sonrisa que no pierde en toda la conversaci¨®n. "Soy de car¨¢cter positivo y he encontrado una profesi¨®n que me divierte", argumenta. Pero adem¨¢s tiene motivos de ¨²ltima hora. El lunes se convirti¨® en la ¨²nica cocinera del mundo con cinco estrellas Michelin. La famosa gu¨ªa le ha otorgado dos a su restaurante Sant Pau de Tokio, que se suman a las tres que ya ten¨ªa su establecimiento de Sant Pol de Mar (Barcelona).
La cocinera catalana es la ¨²nica mujer del mundo con cinco estrellas Michelin
"Estamos contentos", comenta con modestia la chef catalana, mientras toma un caf¨¦ solo en la cafeter¨ªa Ondarreta del hotel San Sebasti¨¢n, en la capital guipuzcoana, donde ha dormido. Echa mano de la diplomacia cuando le preguntamos por el maltrato que, seg¨²n algunas voces, dispensa la gu¨ªa a Espa?a. "Yo no voy a entrar a criticar ni ¨¦sta ni ninguna otra gu¨ªa".
Son poco m¨¢s de las 9.30. En teor¨ªa la cita era para desayunar. "?Ah, pero yo ya he desayunado!", advierte. Est¨¢ de vacaciones, pero su actividad es fren¨¦tica. Cierra el restaurante de Sant Pol de Mar tres semanas en mayo y otras tantas en noviembre, pero aprovecha esos descansos para volar a Tokio. De all¨ª volvi¨® el martes por la noche. Justo le dio tiempo de cambiar de maleta y trasladarse en coche el mi¨¦rcoles a San Sebasti¨¢n, donde particip¨® por la tarde en el congreso Lo Mejor de la Gastronom¨ªa.
Pese a este ajetreo, ayer, como hace habitualmente, madrug¨®. De manera que para cuando da cuenta de sus ¨²ltimos movimientos, ya ha degustado "un yogur, pi?a natural, una tostada con mermelada y mantequilla y un caf¨¦ con leche", enumera a buen ritmo. Nos hubiera gustado compartir con ella los t¨ªpicos pinchos donostiarras -"es un espect¨¢culo ver el mostrador a rebosar", enfatiza-, pero est¨¢ a punto de regresar a Barcelona. El ritmo r¨¢pido contin¨²a. El mismo que gasta entre los fogones. "Es una actividad que necesita mucho nervio, mucha fuerza, mucho ritmo", subraya. Ahora bien, el tiempo reservado a la comida exige calma. "Me enfado cuando alguien de mi equipo come de pie o de cualquier manera. Hay que sentarse, comer y hablar sobre lo que se ha comido".
Carme Ruscalleda se siente cocinera a la par que artista e investigadora. "Un poco de cada cosa". Defiende la filosof¨ªa de que en la cocina "prohibido prohibir". Pero tambi¨¦n sostiene que "la pirueta debe tener un sentido". "Vamos a divertirnos con la comida, pero vamos a comer", subraya.
En ese juego, ?aprecia diferencias entre los comensales de Barcelona y los de Tokio? "El comensal gourmet sabe d¨®nde va y qui¨¦n firma la carta. Ha le¨ªdo su estilo y se pone en sus manos, abre su coraz¨®n. En eso, los occidentales y los orientales son similares", concluye.
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