Esperanzas y utop¨ªas
El a?o pasado publicaba Benedicto XVI su primera enc¨ªclica sobre la caridad y no hac¨ªa referencia al modelo de praxis liberadora encarnado por cristianos como monse?or Romero e Ignacio Ellacur¨ªa, asesinados por mor de la justicia. Ahora publica la segunda sobre otra virtud teologal, la esperanza, que en el siglo XX se convirti¨® en el centro de la reflexi¨®n gracias a pensadores como Gabriel Marcel con Homo Viator y Ernst Bloch con El principio esperanza, que inspir¨® la teolog¨ªa de la esperanza, de J¨¹rgen Moltmann.
La enc¨ªclica es una meditaci¨®n sobre la esperanza cristiana en di¨¢logo con las distintas manifestaciones de la esperanza en la Modernidad y con las reflexiones llevadas a cabo sobre el tema desde los autores del Nuevo Testamento, pasando por Agust¨ªn de Hipona, Bacon, Kant, Marx, hasta algunos de los m¨¢s l¨²cidos pensadores de nuestro tiempo, como los fil¨®sofos de la Escuela de Frankfurt y el escritor Dostoievski. Un di¨¢logo abierto, no dogm¨¢tico, en clave dial¨¦ctica, es decir, reconociendo la importancia de acontecimientos que han contribuido a la construcci¨®n del tejido de la esperanza en la historia, pero llamando la atenci¨®n, al mismo tiempo, sobre sus l¨ªmites y fracasos, por ejemplo, en la aplicaci¨®n de la doctrina de Marx. Aunque con su ya proverbial desconfianza hacia el mundo moderno y su cr¨ªtica iconoclasta hacia la Revoluci¨®n francesa.
La praxis liberadora
Benedicto XVI cr¨ªtica severamente el individualismo y espiritualismo en que ha desembocado hist¨®ricamente la esperanza cristiana centrada en la "salvaci¨®n del alma", y acent¨²a su dimensi¨®n comunitaria y activa en la mejor tradici¨®n del Nuevo Testamento y de los Padres de la Iglesia. El Papa llega a hablar incluso de la praxis liberadora, ausente en la enc¨ªclica sobre la Caridad. No tan lograda me parece la reflexi¨®n sobre los lugares de la esperanza: la oraci¨®n, el actuar y el sufrir. Y anacr¨®nicas, ciertamente, las referencias al infierno y el purgatorio, sin mediaci¨®n hermen¨¦utica alguna. Es un retroceso en relaci¨®n con el magisterio de Juan Pablo II
No puedo compartir la afirmaci¨®n de que "un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza". Es un aforismo tan excluyente como el de "fuera de la Iglesia (cat¨®lica) no hay salvaci¨®n". Los creyentes no se han caracterizado precisamente por ser testigos de esperanza y actores de utop¨ªas; han sido, m¨¢s bien, los enterradores delas utopias hist¨®ricas.
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