Leemos, pero a ritmo de 'zapping'
La tecnolog¨ªa es una aliada para el lector competente y una enemiga para el que no lo es - La adolescencia marca la frontera
Hay una vieja historia que corre entre el gremio de escritores. Uno de ellos, de mudanza, se disculpa ante los operarios que trasladan su biblioteca. ?stos, sepultados por los libros, le quitan importancia: "Peor habr¨¢ sido para usted, que ha tenido que leerlos". Lo que para unos es un placer, para otros es un sacrificio. Aqu¨¦llos para los que leer es una pesada carga, dejan de hacerlo en cuanto la lectura deja de ser obligatoria. Es decir, al abandonar el instituto. Leer mal lleva autom¨¢ticamente a leer menos. En el fondo, no son fen¨®menos tan alejados el descenso de la comprensi¨®n lectora en los adolescentes -se?alado por el ya famoso informe PISA- y el desinter¨¦s por la lectura de muchos adultos, es decir, de ese 67% de los no lectores, que dice no leer, sencillamente, porque no le gusta.
Muchos padres priman otro tipo de ocio y castigan a los hijos con irse a leer
La TV lleg¨® a Espa?a antes de que se asentara el h¨¢bito de lectura
Es lo que apunta Jos¨¦ Antonio Mill¨¢n, miembro del consejo de la Sociedad para la Historia del Libro y de la Lectura: "Puede que a los que no les gusta leer fuesen adolescentes que se desengancharon de la lectura porque no llegaron a ser lectores competentes". Para Mill¨¢n, una cosa es un lector alfabetizado y otra, un lector avanzado, competente. Todo el mundo sale de la escuela siendo lo primero. Que sea tambi¨¦n lo segundo no est¨¢ tan claro. Por eso, a los que les cuesta leer ven la lectura como algo pesado y laborioso. Y abandonan. Si el que abandona es un lector competente no tendr¨¢ problemas para reengancharse a los libros si se lo propone. Como alguien que de ni?o aprendi¨® a nadar bien y quiere volver a tirarse a la piscina.
El retrato robot del lector habitual en Espa?a, un hipot¨¦tico ser nacido de un cruce de estad¨ªsticas, es el de una mujer con menos de 34 a?os y estudios universitarios, que trabaja y vive en una ciudad de m¨¢s de un mill¨®n de habitantes. Que dedica a la lectura por entretenimiento entre 5 y 7 horas semanales y compra los libros que lee, que son, fundamentalmente, novelas de misterio. Es muy posible que entre las 15 que ley¨® el a?o pasado hubiera una de Dan Brown.
Es lo que se desprende de la encuesta de la Federaci¨®n del Gremio de Editores sobre h¨¢bitos de lectura y compra de libros en 2006. Seg¨²n ese estudio, el 55,5% de los espa?oles son lectores. Es decir, el 44,5%, no lo son. El vaso medio lleno o medio vac¨ªo. Sea como fuere, en 2000 estaba algo m¨¢s lleno: el porcentaje de lectores llegaba al 58%. Desde entonces no ha hecho m¨¢s que bajar despu¨¦s de a?os de crecimiento. "Pese a todo, nunca se ha le¨ªdo m¨¢s que ahora", sostiene Pedro Cerrillo, director del Centro de Estudios de Promoci¨®n de la Lectura y Literatura Infantil, dependiente de la Universidad de Castilla-La Mancha. "Cuando, en los a?os ochenta, el Ministerio de Cultura empez¨® a hacer encuestas, s¨®lo le¨ªa el 37% de la poblaci¨®n. Claro que ahora la ense?anza obligatoria se ha extendido". Eso s¨ª, el propio Cerrillo alerta sobre la manga ancha de muchas encuestas: "Considerar lector a alguien que lee cinco libros al a?o es usar un criterio paup¨¦rrimo".
Adem¨¢s, los ¨ªndices de lectura decrecen a medida que aumenta la edad de la poblaci¨®n y disminuye el nivel econ¨®mico. Es decir, nuestra lectora estad¨ªstica ir¨ªa perdiendo el h¨¢bito al ganar a?os y perder dinero. Aunque, dado su nivel de estudios, habr¨¢ pasado ya el gran bache que los expertos sit¨²an alrededor de los 16 a?os. Hasta esa edad, los niveles de lectura en los hogares (incluidos aquellos con padres no lectores) oscilan entre el 70% y el 80%.
?Por qu¨¦ en la adolescencia se empieza a leer menos? Porque se lee peor. Pedro Cerrillo subraya que hasta los 10 a?os los ni?os "leen mucho y con gusto". Luego hay dos saltos. Uno que se produce al llegar a los 11 ¨® 12, en el paso de la primaria a la ense?anza secundaria obligatoria (ESO). Otro, "el m¨¢s complicado", entre los 14 y los 16, que coincide con el final de la ESO. ?Los motivos? "A medida que pasa el tiempo se va desatendiendo la lectura en clase y en voz alta, algo que siempre ha dado buenos resultados. Adem¨¢s, las lecturas obligatorias a veces apartan a la gente de la lectura". Respecto a la selecci¨®n de lecturas en la escuela, las opiniones se dividen entre hacer f¨¢cil los libros o ense?ar que leerlos requiere cierta dificultad; adaptar La Celestina a los estudiantes o formar a ¨¦stos para leer La Celestina. Alberto Manguel, autor de Una historia de la lectura, es partidario de lo segundo: "En toda sociedad hay una identidad creada con textos fundamentales. Y hay que ofrecerlos en la escuela". Despu¨¦s de recordar a Hannah Arendt, que defin¨ªa la cultura como el aprendizaje de la atenci¨®n, el ensayista argentino subraya que todo lo que la sociedad propone va contra esa definici¨®n: "Hemos perdido la costumbre de lo dif¨ªcil, lo profundo y lo lento. Es muy complicado hacer que un ni?o educado al ritmo del zapping y el videojuego se tome el tiempo de sentarse con un libro".
No todos son tan pesimistas. Luis S¨¢ez, profesor de instituto y coordinador del Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura, concede que, efectivamente, los adolescentes descubren en la escuela libros que en otro lugar no van a descubrir, pero matiza: "Para muchos profesores el canon empieza en la Edad Media y termina en el Siglo de Oro. Gald¨®s tambi¨¦n es can¨®nico, pero m¨¢s accesible". Dentro de los cl¨¢sicos hay m¨¢rgenes, insiste S¨¢ez. Sobre todo en la literatura de los siglos XIX y XX.
Con todo, y en eso hay unanimidad, la escuela no es el origen de todos los males, sino su caja de resonancia. Si los padres no completan el trabajo de los maestros, no hay nada que hacer. "Y en las familias suelen primar otras alternativas de ocio", recuerda Cerrillo. "Por no hablar de las veces que se castiga a los ni?os sin ver la tele y mand¨¢ndolos a leer a su cuarto".
La televisi¨®n aterriz¨® en Espa?a en 1956, bastante antes de que se hubiera asentado la escolarizaci¨®n y, con ella, los h¨¢bitos de lectura. O no tanto como en otros pa¨ªses europeos. Desde entonces, la rivalidad entre el papel y la pantalla ha sido dura, una competencia que ahora se ha extendido a todas las pantallas posibles. Para algunos, Internet es una fuente de saber que trasciende la propia lectura. Aunque no conviene confundir el conocimiento con la mera informaci¨®n: aqu¨¦l es la decantaci¨®n cr¨ªtica de ¨¦sta.
En esa l¨ªnea, Jos¨¦ Antonio Mill¨¢n, que fue el creador del Centro Virtual Cervantes, insiste en que la lectura es la llave de la sociedad de la informaci¨®n. Sobre todo porque la herramienta estrella de ¨¦sta, la Red, es b¨¢sicamente textual. Y an¨¢rquica. La discriminaci¨®n de los contenidos corre por cuenta del usuario, que dif¨ªcilmente sabr¨¢ distinguir lo superfluo de lo imprescindible si no entiende lo que tiene delante. "La lectura detenida, la que se hace en los libros, es la que m¨¢s forma la capacidad de extraer informaci¨®n de manera eficiente", sostiene Mill¨¢n. "Los que no tengan esa capacidad quedar¨¢n fuera de la sociedad de la informaci¨®n". Seg¨²n un estudio del National Endowment for the Arts de Estados Unidos, los estudiantes menos familiarizados con la lectura son tambi¨¦n los que peores notas sacan en matem¨¢ticas.
Las nuevas tecnolog¨ªas son un aliado para el lector competente y un enemigo para el que no lo es. Y avanzan imparables. Teresa Salazar, directora de la Biblioteca P¨ªo Baroja, en Madrid, explica que el pr¨¦stamo de productos multimedia (DVD, discos, CD-ROM) est¨¢ a punto de superar al de libros, pero apunta un fen¨®meno habitual: la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de un libro dispara su lectura: "Las Cr¨®nicas de Narnia amarilleaban en la estanter¨ªa. Se estren¨® la pel¨ªcula y no hemos parado de prestarlo".
La pregunta del mill¨®n sigue siento c¨®mo hacer que se lea m¨¢s. A rebufo del informe PISA, algunos proponen una pol¨ªtica de choque similar a la campa?a antitabaco. Para Luis S¨¢ez, el objetivo de un plan de fomento no es tanto crear lectores, tarea de la escuela, como ayudarlos a madurar: "La gente no deja de leer, pero se crea un nicho muy dif¨ªcil de romper (para unos es la prensa deportiva; para otros, la novela rosa)". Seg¨²n ¨¦l, una campa?a es la f¨®rmula m¨¢s vistosa: pone los libros en boca de la gente, pero es muy importante el trabajo en las bibliotecas p¨²blicas, que, parad¨®jicamente, s¨®lo utilizan el 4% de los lectores. Cuando se le pide un plazo razonable para esperar resultados, S¨¢ez no duda: "Diez a?os". Tiempo suficiente para poner nervioso a cualquiera. Sobre todo a los que prometen arreglarlo todo en una legislatura.
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