Una mujer sin miedo
La fe en la democracia en Pakist¨¢n y la sombra de la corrupci¨®n marcaron la vida de Bhutto
Benazir Bhutto no quiso desaprovechar la oportunidad de saludar a las decenas de periodistas que la acompa?¨¢bamos en aquel vuelo de regreso a Pakist¨¢n, el pasado 18 de octubre, y casi a codazos se abri¨® paso entre sus fieles, que abarrotaban el avi¨®n, para llegar hasta el centro de la nave y dedicarnos a cada uno unas palabras. Intu¨ªa, tal vez, que el recibimiento en Karachi, su feudo y la principal ciudad de Pakist¨¢n, podr¨ªa ser conflictivo y con su amplia sonrisa y su buena disposici¨®n, trat¨® de infundirnos parte de su coraje.
"Estoy feliz y muy orgullosa de volver a cumplir con mi responsabilidad para con mi pueblo", declar¨® sin poder disimular la emoci¨®n mientras recurr¨ªa a su habitual gesto de colocarse la bufanda de seda blanca con que se cubr¨ªa la cabeza.
"Quien arranque la vida de una mujer arder¨¢ en el infierno", hab¨ªa declarado
Bhutto desconfiaba m¨¢s de los servicios secretos que de los radicales isl¨¢micos
Fue una p¨¦sima gobernante que no estuvo a la altura de lo que prometi¨®
La primera pregunta era obvia. Las amenazas contra su vida proced¨ªan de los sectores m¨¢s diversos de Pakist¨¢n desde el mismo partido gobernante, la Liga Musulmana de Pakist¨¢n-Q, a los sectores m¨¢s radicales y cercanos a Al Qaeda. "No tengo miedo", dijo. Y, con esa seguridad aplastante que caracterizaba a esta pol¨ªtica de raza a?adi¨® dando lecciones a los islamistas: "Cualquiera que arranque la vida de una mujer arder¨¢ en las llamas del infierno".
BB (Bibi), como la llaman los paquistan¨ªes, no ten¨ªa pelos en la lengua. Siempre iba m¨¢s all¨¢ de cualquier respuesta que se esperase. Disfrutaba contando sus planes, marcando las l¨ªneas directrices de lo que ella cre¨ªa que deb¨ªa de ser su Gobierno. No hablaba m¨¢s porque su portavoz, el senador Farhatula Babar, casi hac¨ªa de cancerbero para evitar que BB diese bazas a sus enemigos.
Los sectores m¨¢s radicales se opon¨ªan tajantemente a su vuelta. No s¨®lo porque no quer¨ªan someterse a una mujer, sino sobretodo porque no se cans¨® de repetir que cuando volviese a ser primera ministra invitar¨ªa a las tropas estadounidenses a perseguir a Osama Bin Laden en territorio paquistan¨ª y permitir¨ªa al Organismo Internacional para la Energ¨ªa At¨®mica entrevistar al padre de las bombas nucleares paquistan¨ªes, el cient¨ªfico Abdul Qadir Jan.
Bhutto, sin embargo, desconfi¨® siempre m¨¢s de los servicios secretos y de "ciertos elementos del poder procedentes de la dictadura de Mohamed Zia ul Haq" (1977-1988), que de los extremistas isl¨¢micos. En la entrevista mantenida tras el atentado de Karachi, en el que murieron 143 personas y del que ella sali¨® ilesa, la l¨ªder del Partido Popular de Pakist¨¢n (PPP) pidi¨® una "investigaci¨®n internacional del atentado" y se manifest¨® descontenta con la "comisi¨®n formada por el Gobierno".
Hija de Zulfikar Ali Bhutto, el primer ministro depuesto por el general Zia y ahorcado dos a?os despu¨¦s por su r¨¦gimen, Benazir indic¨® que antes de volver a Pakist¨¢n hab¨ªa pedido al presidente Pervez Musharraf que destituyera como director del Bur¨® de Inteligencia (IB) al general retirado Iyaz Sha, por su "clara animadversi¨®n" hacia la l¨ªder del PPP. Bhutto no dud¨® en responsabilizar a los dictadores paquistan¨ªes de la violencia que azota el pa¨ªs. "El problema del terrorismo procede de la d¨¦cada de los ochenta, cuando por combatir al comunismo se encumbr¨® a los yihadistas afganos. Necesitamos una Administraci¨®n neutral para frenar el terrorismo".
"Hay muchos infiltrados en el Gobierno que no quieren que el PPP gane las elecciones", subray¨®. En los dos meses transcurridos desde estas declaraciones, Bhutto se ha quejado con frecuencia de que el general Musharraf no ha permitido una investigaci¨®n internacional de los hechos.
Los conspiradores que quer¨ªan a toda costa impedir que Benazir Bhutto volviera a dirigir el destino de Pakist¨¢n tuvieron que recurrir a la combinaci¨®n m¨¢s macabra: un francotirador suicida, que primero le dispar¨® en el cuello y el pecho y luego se hizo estallar para garantizarse la muerte de Bibi, que ha dejado el pa¨ªs hu¨¦rfano de su principal valedor dem¨®crata.
Hastiados por m¨¢s de ocho a?os de dictadura de Musharraf y por una bonanza econ¨®mica que s¨®lo ha beneficiado a un cuarto de la poblaci¨®n, los paquistan¨ªes miraban a Bhutto con la esperanza de ver renacer en ellos aquella fe con que la recibieron en 1988. Ya no la veneran, muchos incluso no le perdonan que los haya enga?ado y se haya enriquecido a su costa, pero la gran mayor¨ªa sigue creyendo en la democracia y en que las urnas, mejor que los Kal¨¢shnikov, pueden ayudar a resolver los problemas de un pa¨ªs con 165 millones de habitantes, de los que el 74% vive con menos de un euro al d¨ªa.
En aquella primera campa?a electoral, masas fervientes de paquistan¨ªes la segu¨ªan por todas partes, iluminados por su frescura, por su decisi¨®n de democratizar el pa¨ªs, de cambiar las reglas del juego del poder y por sus promesas de repartir educaci¨®n y pan entre todos los habitantes del pa¨ªs.
Fue como el cuento de La bella y la bestia y los paquistan¨ªes quisieron creer en su bella despu¨¦s de la bestia de Zia. Sin embargo, la realidad no tard¨® en imponerse. Benazir Bhutto fue una p¨¦sima gobernante, que no estuvo a la altura ni de lo que se esperaba de ella, ni de lo que ella misma hab¨ªa prometido. Desconfiaba de todo el mundo, no delegaba y se aisl¨® en medio de una estrecha camarilla de aduladores. Adem¨¢s, tampoco fue capaz de frenar la voracidad de la familia Zardari, con la que se hab¨ªa casado. Su suegro fue pronto conocido como mister 10%, al igual que su marido, Asif Zardari.
Aquel primer Gobierno de BiBi dur¨® poco: 1988-1990. El entonces presidente Gulam Ishaq Jan la destituy¨® bajo acusaciones de corrupci¨®n y violaci¨®n de la Constituci¨®n. Pese a ello, en 1993 volvi¨® a ganar las elecciones y obtuvo un segundo mandato como primera ministra, que acab¨® en 1996, tambi¨¦n en otro golpe de mano presidencial por acusaciones parecidas.
La estrella de Benazir pareci¨® apagarse y el golpe de estado del general Musharraf, en 1999, la llev¨® a optar por autoexiliarse para evitar una condena a la c¨¢rcel, en la que ya se encontraba su marido. El PPP se enfrent¨® descabezado a una nueva dictadura militar.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 cambiaron el destino de Musharraf, quien al colocarse al lado de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo internacional dej¨® de ser un paria aislado para convertirse en un "aliado clave". Fue Washington el que, necesitado de lavar la imagen dictatorial de su "amigo", organiz¨® el acuerdo entre Musharraf y Bhutto, que permiti¨® a ¨¦sta volver a Pakist¨¢n y liberarla de los cargos de corrupci¨®n que pesaban sobre ella. El acuerdo de reparto de poder presupon¨ªa que el general, convertido en civil, se quedar¨ªa con la presidencia de la Rep¨²blica Isl¨¢mica y la l¨ªder del PPP, como primera ministra, una vez ganara las elecciones del pr¨®ximo 8 de enero. "Si queremos salvar a Pakist¨¢n del extremismo necesitamos la democracia. Los terroristas quieren tomar mi pa¨ªs y vamos a pararles", dijo Bibi a esta enviada en el trayecto desde Dubai a Karachi. Estaba convencida de que la dictadura s¨®lo alimentaba a los extremistas y de que era necesario romper cuanto antes el c¨ªrculo vicioso de la violencia en el que conspiran elementos anti estadounidenses, yihadistas pro Al Qaeda, leales de Zia ul Haq y oficiales j¨®venes del Ej¨¦rcito y de las Fuerzas A¨¦reas.
El hecho de que su asesinato se produjera en Rawalpindi, la antigua capital del pa¨ªs vecino, en la que se conservan el cuartel general del Ej¨¦rcito y las sedes de los poderosos ISI (Servicio de Inteligencia Interior), considerado un "Estado dentro del Estado" e IB revela, seg¨²n fuentes de inteligencia indias, "hasta qu¨¦ punto el extremismo se ha infiltrado en el tejido del poder paquistan¨ª". Las mismas fuentes sostienen que "sin apoyo de algunos miembros del Ej¨¦rcito, el ISI o el IB es pr¨¢cticamente imposible cometer un atentado en Rawalpindi".
Precisamente los paquistan¨ªes que temen que el pa¨ªs se hunda en el fango de la violencia no dejan de apuntar que en Rawalpindi se han sucedido algunos de los m¨¢s brutales atentados de Pakist¨¢n, incluidos dos intentos de asesinato de Musharraf: uno en diciembre de 2003 y otro en julio pasado, cuando dispararon a su avi¨®n un misil antia¨¦reo desde un balc¨®n.
El asesinato de Bhutto sume a Pakist¨¢n en una crisis a¨²n m¨¢s profunda que la que atraviesa desde que Musharraf decidi¨® en noviembre pasado destituir a los jueces del Tribunal Supremo para poner otros que le garantizaran la legalidad de su reelecci¨®n como presidente del pa¨ªs. Las dudas sobre el fraude electoral en las elecciones de enero son enormes. Adem¨¢s, sin Benazir y sin su gran rival pol¨ªtico, el tambi¨¦n ex primer ministro Nawaz Sharif -l¨ªder de la Liga Musulmana de Pakist¨¢n-N (PML-N), a quien no se le ha permitido presentarse- parecen unos comicios m¨¢s que irrelevantes.
La gran pregunta ahora es: ?podr¨¢ Musharraf permanecer en el poder sin Benazir Bhutto?
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