Pakist¨¢n se vuelve un pa¨ªs fantasma
El miedo, los disturbios y el luto paralizan la naci¨®n, que teme un ba?o de sangre
Los paquistan¨ªes s¨®lo saben que tienen miedo, miedo a morir. Es un pensamiento que recorre cada rinc¨®n de Pakist¨¢n. Un pa¨ªs que, a¨²n insomne por el asesinato de Benazir Bhutto, sufre las convulsiones de una violencia que se ha cobrado ya 44 vidas.
Los paquistan¨ªes s¨®lo saben que tienen miedo, miedo a morir. Es un pensamiento que recorre cada rinc¨®n de Pakist¨¢n. Un pa¨ªs que, a¨²n insomne por el asesinato de Benazir Bhutto, sufre las convulsiones de una violencia que se ha cobrado ya 44 vidas.
Bajo esa espesa cortina de miedo, las calles se muestran desiertas. Ni los trenes ni los autobuses circulan, no hay escuelas ni oficinas ni comercios abiertos. Pero s¨ª mucho terror y rabia. Una mezcla explosiva frente a la que el presidente, Pervez Musharraf, dio ayer orden de imponer mano dura. Dicho y hecho. Poco despu¨¦s la polic¨ªa disparaba contra 400 activistas. Dos mor¨ªan.
En esta situaci¨®n la pol¨ªtica se tambalea hasta el punto de que la Comisi¨®n Electoral ha sido convocada para decidir ma?ana sobre un aplazamiento de los comicios del 8 de enero. Tampoco se mantiene indemne la versi¨®n oficial sobre el magnicidio. Varios testigos afirman que Bhutto presentaba dos impactos de bala. Ante estos testimonios, el Gobierno acept¨® exhumar el cad¨¢ver.
Pakist¨¢n est¨¢ paralizado. El terror que nace de la incertidumbre y de la inseguridad se ha adue?ado de su poblaci¨®n. Nadie sabe muy bien a qu¨¦ se debe el encierro, si a los tres d¨ªas de duelo decretados por el Gobierno o a la huelga general pedida por los simpatizantes del Partido Popular de Pakist¨¢n (PPP) en protesta por el asesinato de su l¨ªder.
Los paquistan¨ªes s¨®lo saben que la muerte amenaza al que se mueva: peque?os focos de disturbios han dejado entre 38 y 44 muertos (seg¨²n las fuentes). "Todos estamos asustados. Tememos un ba?o de sangre", afirma Murtaza, el conductor de un hotel internacional, cuyo coche es casi el ¨²nico que circula por Lahore, una megal¨®polis de siete millones de habitantes.
Lahore es la capital de la provincia oriental de Punjab, en la que apenas se han producido brotes de violencia ya que aqu¨ª la fuerza dominante es la Liga Musulmana de Pakist¨¢n-N, que lidera Nawaz Sharif. Pese a ello, centenares de polic¨ªas vigilaban en peque?os grupos las principales arterias de la ciudad, en la que ayer por la ma?ana se manifestaron varios miles de personas contra el Gobierno, al que acusaron de complicidad en el atentado contra la ex primera ministra.
"La noticia del asesinato de Benazir Bhutto cay¨® como una bomba. En cuesti¨®n de horas bancos, oficinas y mercados cerraron sus puertas. En muchas casas no tienen ni pan para comer, pero nadie se atreve a salir y si sale no tiene d¨®nde comprar", comenta el cajero del hotel.
En la sure?a provincia de Sindh, feudo del PPP, grupos de seguidores de Bhutto han apagado su ira incendiando bancos, oficinas de la Comisi¨®n Electoral, f¨¢bricas, comercios, coches y cuanto han hallado a su paso. Sindh se ha quedado aislada, con sus carreteras bloqueadas por barricadas de neum¨¢ticos ardiendo.
El presidente Musharraf orden¨® ayer a las fuerzas de seguridad que repriman con firmeza los disturbios. "Hay que adoptar las medidas necesarias para garantizar la seguridad", dijo. No necesit¨® repetirlo. Poco despu¨¦s la polic¨ªa disparaba contra 400 activistas que, seg¨²n la agencia Reuters, pretend¨ªan entrar en un campo petrol¨ªfero. Mat¨® a dos y dej¨® a otros cinco heridos.
Pakist¨¢n se ha quedado sin combustible porque todas las gasolineras est¨¢n cerradas por temor a los asaltos. Tras el incendio de un tren cerca de Naudero (donde se encuentra la casa familiar de los Bhutto), la compa?¨ªa nacional de ferrocarriles pidi¨® al Gobierno que despliegue efectivos del Ej¨¦rcito y paramilitares para proteger las v¨ªas f¨¦rreas.
"Sobrevolar Sindh ha sido impresionante porque desde el avi¨®n se ve¨ªan las columnas de humo de los incendios de comercios y de la quema de neum¨¢ticos", dice Saira Irshad Jan, una prima de Bhutto que logr¨® volar a Sukur, la tercera ciudad de Sindh, para asistir al sepelio de la ex primera ministra. Saira, que reside en Karachi, la capital de Sindh, no pudo volver a su casa por falta de vuelo y, tras el entierro, viaj¨® a Lahore en el coche de unos amigos, en cuya casa permanecer¨¢ hasta que pueda regresar.
S¨®lo en Karachi, primera ciudad del pa¨ªs con 12 millones de habitantes, fueron desplegados m¨¢s de 10.000 polic¨ªas y soldados para frenar la furia de algunos simpatizantes del PPP. La violencia, sin embargo, persiste. Ayer mismo, un simpatizante de Bhutto que llevaba la bandera del PPP como una capa fue tiroteado.
Musharraf y el primer ministro interino, Mohamadian Soomro, presidieron una reuni¨®n del gabinete de emergencia. Al encuentro asisti¨® el general Ashfaq Pervez Kiyani, jefe del Ej¨¦rcito desde que Musharraf colg¨® el uniforme en noviembre. Posteriormente, el portavoz del Ministerio del Interior, Yaved Iqbal Chema, dijo en Islamabad que la ola de violencia ha afectado a 174 bancos, 34 gasolineras, 765 comercios y 72 vagones de tren.
Pero Chema se refiri¨® a 38 muertos por todo el pa¨ªs, mientras que el portavoz de Sindh dijo poco antes que s¨®lo en esa provincia hab¨ªan muerto 44 personas en los disturbios. En Rawalpindi, donde fue asesinada Bhutto, varios miles de manifestantes pidieron la dimisi¨®n de Musharraf. En Hyderabad, la segunda ciudad de Sindh, y en Karachi hubo tambi¨¦n numerosos disturbios.
Pero lo m¨¢s impresionante es contemplar un pa¨ªs de 165 millones de habitantes encerrados en sus casas. Ninguna manifestaci¨®n es m¨¢s heladora que recorrer las calles desiertas de una megal¨®polis. Avanzar bajo la cortina espesa del miedo abri¨¦ndose camino entre la incertidumbre de millones de seres que se preguntan hacia d¨®nde va su pa¨ªs.
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