Un b¨ªgamo implicado en varias corruptelas
De 76 a?os, Mwai Kibaki es el m¨¢s longevo de los que se presentaron al cargo de presidente en las elecciones de diciembre. Pertenece al grupo ¨¦tnico kikuyu, como la cuarta parte de los kenianos, curs¨® sus estudios en la prestigiosa London School of Economics. Desde 1963, ha sabido conservar su influencia intacta. Lleg¨® al Parlamento en 1963 en las filas del partido gobernante Uni¨®n Nacional Africana de Kenia. Despu¨¦s y siempre cerca de Daniel arap Moi -en el poder durante 24 a?os- Kibaki ascendi¨® dentro del partido y de la administraci¨®n para ser presentado luego como una alternativa al hombre que le hab¨ªa dado la vicepresidencia.
Peleado con Moi, fund¨® su propio partido en 1991 para presentarse a las elecciones. Las perdi¨® y volvi¨® a perderlas en 1997. Pero no se rindi¨® y supo esperar su momento. ?ste lleg¨® en 2002, cuando una fuerza llamada Coalici¨®n Arco Iris, en la que estaban representados todos los contrarios al presidente Moi, se hizo con el poder. Uno de los hombres que le ayud¨® entonces a alcanzar la presidencia fue Raila Odinga, otro de los eternos opositores. El idilio dur¨® poco porque Odinga no le perdon¨® los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n y sus l¨ªos de faldas que han terminado con dos primeras damas compitiendo por el estrado p¨²blico y que la prensa keniana trata de enfrentar. Realmente poco les importa a los kenianos que su presidente tenga dos mujeres, lo que les revuelve las tripas es que Kibaki no haya sabido mantener esa guerra familiar en el terreno privado.
En 2005 trat¨® de dotarse de poderes casi ilimitados
En 2005, Kibaki intent¨® su propia revoluci¨®n bolivariana con efecto Hugo Ch¨¢vez incluido, con la aprobaci¨®n de una nueva Constituci¨®n que le dejaba con poderes casi ilimitados. A la gente no le gust¨® y se lo demostr¨® con el resultado de un refer¨¦ndum que acab¨® con todos los ministros contrarios a la reforma destituidos. Para colmo, el presidente volvi¨® a llamar a sus antiguos amigos envueltos en esc¨¢ndalos para sustituir a los disidentes.
Aparte de todo esto, Kibaki presume de ser buen golfista. Su handicap, la tozudez con la que ocupa el sill¨®n que desea toda la clase pol¨ªtica, aun a riesgo de destruir un pa¨ªs m¨¢s dividido de lo que parec¨ªa hasta poco antes del conflicto.
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