La ayuda humanitaria llega a Kenia
Los primeros env¨ªos sirven para alimentar a 35.000 personas durante un mes
"Ya est¨¢n aqu¨ª", dice Edward Kariok, un joven de 17 a?os de la etnia kikuyu que lleva seis d¨ªas en el campamento de refugiados de Nakuru, al oeste de Kenia, tras escapar de su aldea atacada por miembros de la tribu rival de los luo.
Edward se refiere a los camiones cargados de sacos de ma¨ªz y bebidas. "No son suficientes para tantos", asegura un trabajador de la Cruz Roja. "En este campamento hay unas 8.000 personas. Necesitamos mucho m¨¢s si no queremos que toda esta gente empiece a tener enfermedades", explica.
El presidente dej¨® su tozudez inicial y ahora ofrece una salida negociada
Los asaltantes aprovechan la noche para quemar las casas kikuyus
Edward, como el resto de los miembros de su etnia, tiene esperanza de poder regresar a casa. Lleva la misma ropa desde su huida: un pantal¨®n de ch¨¢ndal, unas chanclas y una camiseta verde. Del cuello le cuelga una llave. "Es para abrir mi caja. Fue lo ¨²nico que pude llevarme sin que me vieran. Met¨ª mi certificado de estudios y mi tel¨¦fono m¨®vil. Pero cuando llegu¨¦ a la comisar¨ªa pidiendo ayuda me la quit¨® un polic¨ªa que me luego me pidi¨® dinero por ella", relata.
La ayuda humanitaria empieza a llegar tras una semana de conflicto. Seg¨²n la ONU, los primeros env¨ªos servir¨¢n para alimentar a 35.000 personas durante un mes. Un convoy con alimentos parti¨® ayer de Mombasa hacia Nairobi y otros puntos del centro del pa¨ªs donde se han desplazado miles de kikuyus huyendo de un conflicto que ya ha costado 350 muertos y que 250.000 personas dejen sus hogares.
Casi la totalidad de las v¨ªctimas son kikuyus, gente emprendedora que ha ostentado el poder pol¨ªtico y econ¨®mico desde la independencia en 1963. El odio del resto de las tribus viene de su cercan¨ªa al poder.
Abierta la posibilidad de di¨¢logo entre los l¨ªderes de los partidos mayoritarios, el presidente Mwai Kibaki (kikuyu) y el aspirante Raila Odinga (luo), la pregunta que todos se hacen en Kenia es qu¨¦ hacer con los refugiados cuando llegue la calma.
Los ataques contra los kikuyu comenzaron cuando nacieron las sospechas de que las elecciones hab¨ªan sido manipuladas por Kibaki, que no tard¨® en declararse vencedor. Del enfrentamiento pol¨ªtico surgi¨® el ¨¦tnico. Las tribus, a las que la descolonizaci¨®n oblig¨® a convivir bajo un mismo territorio, no se han llevado nunca demasiado bien, pero Kenia pod¨ªa presumir al menos de ser una de las naciones africanas m¨¢s estables.
"Siempre nos han odiado, pero ahora creen que pueden echarnos porque creen que han ganado las elecciones", comenta Michael Mwaura, que ayuda como voluntario en Nakuru.
Para algunos, la expulsi¨®n de los kikuyu es una medida alentada por la oposici¨®n para presionar a Kibaki y obligarle a repetir las elecciones. El presidente ha abandonado su tozudez inicial y ha dado muestras de querer solucionar el problema en los ¨²ltimos d¨ªas con la oferta de un gobierno de coalici¨®n que su contrincante ha rechazado.
Los kikuyu son el 22% de los 35 millones de habitantes de Kenia. Los ataques no han provocado s¨®lo su expulsi¨®n, sino el abandono de gran cantidad de comercios y explotaciones que abastecen los mercados. Los l¨ªderes de la oposici¨®n saben que no pueden salir adelante sin una de las tribus m¨¢s prosperas de Kenia, pero ?lo saben los atacantes? La mayor¨ªa son j¨®venes iletrados y desesperados por la falta de oportunidades en un pa¨ªs donde el 58% de la gente vive con menos de dos d¨®lares al d¨ªa.
Mientras los pol¨ªticos kenianos estudian sus estrategias, siguen los ataques. Las zonas que est¨¢n peor seg¨²n las ONG son las aldeas cercanas a Eldoret y otras ciudades del valle del Rift, al oeste. La noche es cuando los asaltantes aprovechan para saquear y quemar las casas y atacar a los kikuyus.
Aparecen nuevos camiones en el campamento de Nakuru. Esta vez no es comida, sino m¨¢s desplazados. Los j¨®venes saltan del cami¨®n y se re¨²nen con otros bajo un ¨¢rbol donde est¨¢n dispuestas las mesas para inscribirse. Algunos preguntan por nombres de familiares. Edward ya sabe que sus padres no est¨¢n all¨ª. Hace d¨ªas que revisa los folios con los nombres por la ma?ana por si tuviera noticias de ellos. Espera que sea as¨ª. Lo que m¨¢s le preocupa es que est¨¦n llamando al tel¨¦fono que guarda en su caja perdida. "No debe tener bater¨ªa. Creer¨¢n que estoy muerto", se lamenta.
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