Masoquismos
Aguirre y Gallard¨®n parecen dos hermanos rivales, pertenecientes a una de esas familias cristianas que gustan a Rouco. Rajoy ser¨ªa, en tal cuadro, el padre d¨¦bil, sin criterio, demasiado influido por una esposa dominante (Zaplana), que ha logrado meter en el hogar a su hermana viuda (Acebes), tambi¨¦n muy belicosa. A primera vista, la pasividad de Rajoy se adapta mejor al car¨¢cter contemporizador del hijo que a los arranques caprichosos de la hija, pero su esposa y su cu?ada le ponen la cabeza como un bombo. Que si el ni?o es un hip¨®crita, que si tira la piedra y esconde la mano, que si cuando sean viejos los va a llevar al asilo, que si ya est¨¢ estudiando el modo de inhabilitarles... La ni?a en cambio act¨²a con franqueza, se la ve venir, jam¨¢s dice una cosa por otra y no pone peros a la hora de ir a por recetas al ambulatorio.
Imag¨ªnense a Zaplana en bata, con rulos y los brazos en jarras, recorriendo furiosa los pasillos de G¨¦nova mientras compara a voz en grito las mezquindades del ni?o con las virtudes de la ni?a. Todo ello alentado por Acebes, vestida de negro y con el misal en la mano, a punto de irse a la parroquia. Por si fuera poco, de vez en cuando aparece Aznar, el suegro autoritario y triunfador, para poner en su sitio tambi¨¦n a ese yerno endeble y correoso. Est¨¢ claro que en semejante conjunto familiar o tragas o te vas. Gallard¨®n llevaba a?os tragando en la confianza de doblegar a ese padre ap¨¢tico, sin caer en la cuenta de que las esposas no tocan en la t¨®mbola, de modo que resulta imposible casarse con Zaplana si no te gusta mucho o hacerse cargo de una cu?ada como Acebes si no eres un poco meapilas. El problema es que ahora no puede ni marcharse ni dejar de tragar. Quiz¨¢ deber¨ªa preguntarse si no disfruta en el fondo con ese papel de chivo expiatorio tan com¨²n en las familias cristianas.
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