Pr¨ªncipes
?Qui¨¦n es mayor, un Pr¨ªncipe o un Principito? Aunque atente contra el sentido com¨²n, es mayor el segundo que el primero. ?ste, acaba de cumplir 40 a?os, aqu¨¦l, 65. Aunque sus vidas sean muy distintas, uno es de carne y hueso y el otro de papel (aunque en el de carne y hueso se cuela mucho el cuch¨¦), porque naci¨® de la pluma de Saint ?xupery en 1943, justo cuando el mundo se hallaba en plena guerra total o globalizada (ahora, en un mundo global, vivimos, y muchos padecen, conflictos m¨¢s localizados). Se ve que el Principito naci¨® en otra ¨¦poca, porque su mayor ocupaci¨®n era arrancar baobabs para que no despedazaran con sus ra¨ªces el planeta en que viv¨ªa. Hoy los ecologistas le habr¨ªan hecho pedazos a ¨¦l, con todos los respetos. Lo m¨¢s seguro es que, a fin de adaptarse a los tiempos, Saint ?xupery habr¨ªa encontrado otra cosa da?ina para el planeta, por ejemplo, hoteles y rascacielos que crecieran obedeciendo a extra?os y acelerados procesos de cristalizaci¨®n. S¨ª, hoy en d¨ªa el Principito ser¨ªa el adalid de la lucha contra el ladrillazo, no en balde ya se encontr¨® en su d¨ªa con el Hombre de Negocios, que se pasaba la vida contando las estrellas que deseaba poseer, y con otros representantes de nuestro g¨¦nero humano igual de voraces.
Da la impresi¨®n de que vivimos en el 'Planeta de los Simios', con perd¨®n de la pel¨ªcula
Resulta lamentable, pero el Principito se top¨® con una extra?a fauna humana en su viaje de visita a la tierra. De hecho, ser¨¢ la fauna de verdad la que le cuente un secreto -"Lo esencial es invisible a los ojos", es el regalo del Zorro, del zorro de cuatro patas, no de Antonio Banderas- y la que le devuelva a su asteroide B612 (la Serpiente con su mordedura que le deja fr¨ªo y blanco como la nieve), mientras que alguien supuestamente neutro como el narrador le har¨¢ dibujos (y le enga?ar¨¢ dibujando una caja y dici¨¦ndole que el cordero que quiere que le dibuje est¨¢ dentro porque sabe dibujar cajas pero no corderos).
No creo que hoy fuera m¨¢s f¨¢cil ser Principito. Y ni siquiera Pr¨ªncipe, porque ya no est¨¢n en los cuentos sino en la cruda realidad, esa de las subidas inmisericordes de precios y de las ofertas electorales de una Precampa?a que promete una Campa?a m¨¢s digna del reino de Jauja que del de Espa?a. Por no hablar, ay Dios -con perd¨®n-, de la pertinaz sequ¨ªa ni de los Pr¨ªncipes de la Iglesia que, en una revisi¨®n de sus textos, est¨¢n m¨¢s dispuestos a dar a Dios lo que es del C¨¦sar y al C¨¦sar lo que es de Dios, que a lo otro. Da la impresi¨®n de que vivimos en el Planeta de los Simios, con perd¨®n de la pel¨ªcula en que parec¨ªan m¨¢s inteligentes que los humanos. Se oye cada tonter¨ªa y se asiste a unos alardes que s¨®lo pueden ser simiescos en el peor sentido de la palabra. Al Principito se le presentar¨ªan hoy los elefantes con las boas (y el hacha) dentro. Los corderos ya no van en caja, sino que son ellos los que llevan en su interior aut¨¦nticos lobos. Todo eso sin contar con que al Principito nadie le llam¨® golfo y vago, cosa que s¨ª ha sucedido ahora. Desenga?¨¦monos, nos interesa menos el Principito que su planeta (de las Autonom¨ªas), para destrozarlo, claro, y eso estamos hechos unos baobabs (algunos incluso baobabs de Gernika). Dejando de lado a los asesinos adictos a la cerveza, los dem¨¢s pensamos que lo visible es lo esencial, y en esa carrera s¨®lo nos modera la inflaci¨®n, que pone las marcas (incluidas las pol¨ªticas) por las nubes. ?Pr¨ªncipe? El de Maquiavelo.
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