Pol¨¦mica en Reino Unido por las escuchas a un diputado isl¨¢mico
La polic¨ªa espi¨® las conversaciones con un preso musulm¨¢n
En el Reino Unido, las conversaciones entre un diputado y sus constituyentes son tan sagradas como para los cat¨®licos el secreto de confesi¨®n. Por eso, la noticia de que la polic¨ªa ha grabado en secreto dos conversaciones entre un diputado y uno de sus electores, preso en la c¨¢rcel, ha provocado un gran esc¨¢ndalo. Pero el asunto tiene a¨²n m¨¢s ramificaciones porque las dos personas objeto de las grabaciones son musulmanes y porque el preso est¨¢ reclamado por EE UU como presunto terrorista.
Los dos protagonistas son el diputado Sadiq Khan, un abogado del sur de Londres de 35 a?os, especializado en derechos humanos y estrella ascendente del laborismo, y Babar Ahmad, un vecino y amigo suyo de la infancia acusado por EE UU de controlar varios portales de Internet que apoyan a talibanes y terroristas chechenos. Khan ha hecho campa?a por la liberaci¨®n de Ahmad, pero su extradici¨®n parece inevitable, porque Washington y Londres tienen un acuerdo de extradici¨®n urgente de sospechosos que se ha aplicado incluso a tres banqueros de la City implicados en un delito econ¨®mico sin relaci¨®n con el terrorismo.
El domingo se supo que la polic¨ªa instal¨® material de escucha en la sala de entrevistas de la prisi¨®n de Woodhill, en Milton Keynes, y que grab¨® al menos dos entrevistas entre el diputado y su amigo en 2005 y 2006. Las escuchas las realiz¨® un ex sargento de polic¨ªa, Mark Kearney, que dice que obr¨® mal pero que recibi¨® enormes presiones de sus superiores; y que el escuchado no era el diputado, sino su votante.
El caso ha indignado a los musulmanes y a numerosos diputados, y el Partido Conservador est¨¢ haciendo todo lo posible para implicar al primer ministro, Gordon Brown, pero se han levantado voces tambi¨¦n poniendo la lucha contra el terrorismo por encima de la tradici¨®n que deja a los diputados por encima del bien y del mal.
En realidad no se trata de una tradici¨®n demasiado antigua en este pa¨ªs de protocolos centenarios. Es la llamada doctrina Wilson: una declaraci¨®n de este primer ministro laborista que en los a?os sesenta tuvo que salir al paso de varios esc¨¢ndalos de espionaje a diputados y dio garant¨ªas de que el Gobierno no autorizar¨ªa la interceptaci¨®n de las comunicaciones de los diputados.
Pero, aunque el compromiso ha sido renovado por los sucesores de Harold Wilson, la ratificaci¨®n de Gordon Brown, en respuesta a una pregunta escrita, parece dejar muchas puertas abiertas al matizar que ese compromiso s¨®lo afecta a casos en que el visto bueno dependa del Gobierno. Y en el Reino Unido casi nunca se necesita ese permiso pol¨ªtico porque es la propia polic¨ªa la que se autoriza a s¨ª misma a realizar escuchas.
Por ejemplo, se estima que fueron autorizadas la inmensa mayor¨ªa de las 253.557 peticiones de escuchas presentadas en los nueve primeros meses de 2006 y que hay unos 600 organismos p¨²blicos autorizados a hurgar en los tel¨¦fonos, el e-mail o el correo sin siquiera sospechar de los ciudadanos sometidos a espionaje: se puede hacer para descartar posibles sospechosos o para encontrar testigos en asuntos tan dispares como accidentes de trenes o tirar escombros.
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