Unir al pa¨ªs
De todas las cualidades que se le reconocen a Barack Obama, hay una que destaca muy por encima de todas, por encima incluso de su condici¨®n de agente del cambio; una cualidad que, a salvo de m¨²ltiples circunstancias que todav¨ªa pueden modificar el curso de esta campa?a, constituye el mejor veh¨ªculo para llegar a la Casa Blanca: su voluntad de unificar la naci¨®n.
"No podemos seguir con el juego del enfrentamiento entre dem¨®cratas y republicanos a?o tras a?o mientras otra madre sigue sin tener seguro m¨¦dico para su hijo enfermo. Tenemos que poner fin a la divisi¨®n y a la distracci¨®n en Washington y unir esta naci¨®n en torno a un prop¨®sito com¨²n, en torno a un prop¨®sito m¨¢s elevado", dijo el candidato dem¨®crata el martes pasado en Wisconsin.
Obama es el que defiende con m¨¢s ¨¦nfasis la necesidad de reunificaci¨®n
Nadie duda de que llegar¨¢n tiempos de fuerte hostilidad partidista en una carrera que no ha hecho m¨¢s que empezar. Pero el mensaje de la unidad es un bien com¨²n de esta sociedad y nadie que pretenda tener aspiraciones presidenciales puede destruirlo o ignorarlo. "La mayor¨ªa de los norteamericanos quiere que los pol¨ªticos intenten al menos cruzar las l¨ªneas del adversario", opina el historiador Richard Norton Smith. As¨ª parecen haberlo entendido el electorado y los principales contendientes. "Yo s¨¦ c¨®mo trabajar con los republicanos, yo puedo unificar este pa¨ªs", dec¨ªa Hillary Clinton en el ¨²ltimo debate.
Entre los republicanos, despu¨¦s de todos los escarceos radicales, el elegido ha sido John McCain, un veterano senador cuyo principal r¨¦cord es el de leyes patrocinadas conjuntamente con los senadores dem¨®cratas. "Cuando todos nos calmemos", dec¨ªa McCain la semana pasada, "tenderemos la mano a los votantes dem¨®cratas".
Obama es, sin embargo, el que ha defendido con m¨¢s ¨¦nfasis esta necesidad de reunificaci¨®n. Para ello ha llegado a poner en riesgo su propia aceptaci¨®n entre las bases de la izquierda, como cuando defini¨® a Ronald Reagan como un presidente aglutinador y transformador, o como cuando admiti¨® que el Partido Republicano hab¨ªa sido el partido de las ideas durante la d¨¦cada de los noventa, precisamente la d¨¦cada de la presidencia de Bill Clinton.
Hillary Clinton intent¨® sacar r¨¦dito electoral de esas declaraciones antes de las primarias de Carolina del Sur y la estrategia se volvi¨® en su contra.
Obama no ha tenido que disculparse despu¨¦s por sus elogios al rival. Al contrario, desde entonces ha ido ampliando su abanico de apoyos. La p¨¢gina de Internet Republicanos por Obama recoge cada d¨ªa testimonios de votantes de la derecha rendidos ante el mensaje del senador de Illinois. Obama se refiere a ellos como los "obamacanos". Un ex senador republicano que abandon¨® su partido el a?o pasado, Lincoln Chafee, le ha expresado p¨²blicamente su apoyo este jueves. Un miembro ilustre del Partido Republicano, Susan Eisenhower, la nieta del ex presidente Dwight Eisenhower, anunci¨® a principios de este mes en un art¨ªculo en The Washington Post su respaldo a Obama porque, seg¨²n ella, "es quien mejor puede devolver al pa¨ªs un sentido de unidad nacional y cambio".
Habr¨¢ siempre fan¨¢ticos que consideren que, cuando tu rival te elogia, algo habr¨¢ de sospechoso en ti. Pero, en realidad, esa voluntad unificadora no es patrimonio de Obama, es una tradici¨®n nacional. La misma presidencia de Eisenhower, antes la de Harry Truman y despu¨¦s la de Lyndonn Johnson fueron modelos de gestiones bipartidistas.
Ese consenso se quebr¨® con la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles y el Watergate. Pero se recuper¨® durante la era de Reagan, quien, detr¨¢s de toda su ret¨®rica conservadora, era un pragm¨¢tico. Y, por mucho que diga ahora, prosigui¨® durante la Administraci¨®n de Clinton, otro pragm¨¢tico que fue presidente gracias a su mensaje conciliador, que admiti¨® en su d¨ªa el predominio del pensamiento conservador y gobern¨® despu¨¦s en consenso con un Congreso republicano y con el programa del ultraconservador New Gingrich.
Todo salt¨® por los aires, por supuesto, a partir del 11-S y la pol¨ªtica fuertemente ideol¨®gica de los neocon. En estas elecciones, de nuevo, "la opci¨®n impl¨ªcita que tienen ante s¨ª los votantes", afirma Michael Oreskes, director del International Herald Tribune, "es la de si el pr¨®ximo presidente debe gobernar desde la ortodoxia ideol¨®gica o m¨¢s al estilo de los presidentes de posguerra que basaban su liderazgo en el consenso bipartidista".
Los candidatos, por su parte, tienen que decidir si ceden ante lo que Norton Smith llama "la tiran¨ªa de las bases" o, por el contrario, atienden al inter¨¦s colectivo, que exige aceptar y recoger ideas del contrario.
Oreskes opina que Hillary Clinton "cree que ¨¦ste es el momento de hacer lo que los republicanos hicieron durante 30 a?os, ocupar el terreno de las ideas, presentar propuestas y empujarlas con fuerza". Es decir, llenar con un proyecto puramente dem¨®crata el vac¨ªo que puede dejar la ca¨ªda de George Bush y, en ¨²ltima instancia, de la revoluci¨®n conservadora.
Obviamente, la propuesta de Obama es diferente. Su indefinici¨®n ideol¨®gica actual -aunque su actuaci¨®n en el Senado y en el Congreso de Illinois es la propia de un pol¨ªtico de izquierdas-, unida a su encanto personal, lo convierten en un personaje que convoca al consenso y con quien se puede crear consenso: "El destino no ser¨¢ creado para nosotros, sino por nosotros".
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