Idealizando las primarias de EE UU
Como persona que ha vivido en EE UU durante m¨¢s de 35 a?os, me sorprende y me preocupa leer muchos art¨ªculos en los medios de informaci¨®n espa?oles (incluidos varios en EL PA?S) que presentan las primarias en aquel pa¨ªs como una muestra de su madurez democr¨¢tica, contrast¨¢ndola con la pobreza y baja calidad de nuestro sistema electoral reflejada -seg¨²n tales art¨ªculos- en las presentes elecciones a las Cortes Espa?olas.
Pero antes de mostrar mi desacuerdo con tales tesis, siento la necesidad de hacer una declaraci¨®n personal. Durante mi larga estancia en aquel pa¨ªs, particip¨¦ activamente en su vida acad¨¦mica y pol¨ªtica. Fui asesor de Jesse Jackson en las primarias del Partido Dem¨®crata del 1984 y 1988. Fui miembro (a propuesta de los sindicatos estadounidenses y del movimiento de derechos civiles Rainbow Coalition) del grupo de trabajo liderado por Hillary Clinton en la Casa Blanca responsable de proponer la reforma sanitaria que garantizara el derecho de la ciudadan¨ªa estadounidense a acceder a los servicios sanitarios (derecho inexistente en EE UU). Y antes, el Departamento de Bienestar y Asuntos Sociales del Gobierno federal (equivalente al Ministerio de Sanidad de nuestro pa¨ªs) me hab¨ªa citado como "uno de los cient¨ªficos que han contribuido m¨¢s al bienestar social del pueblo estadounidense". Me veo en la necesidad de aclarar estas notas biogr¨¢ficas para cubrirme de la burda acusaci¨®n de "antiamericano" que los autores liberales conservadores atribuyen a cualquier voz cr¨ªtica de aquella sociedad.
Es parad¨®jico que el Partido Dem¨®crata se convierta en modelo para sectores espa?oles disconformes con los partidos actuales
Veamos ahora los datos que cuestionan aquella visi¨®n id¨ªlica del sistema electoral estadounidense. ?ste es el ¨²nico del mundo desarrollado que est¨¢ privatizado; es decir, la financiaci¨®n de las campa?as electorales es privada. La mayor¨ªa de tales fondos vienen de grupos econ¨®micos, financieros y empresariales que compran acceso a los candidatos y capacidad de influir en sus pol¨ªticas p¨²blicas. La revista de negocios Fortune publicaba recientemente las cantidades (la banca Goldman Sachs 360.000 d¨®lares a Clinton, 360.328 d¨®lares a Obama) que grandes empresas han invertido (t¨¦rmino utilizado por Fortune) en los candidatos. Tales fondos proceden tambi¨¦n de aportaciones individuales, que seg¨²n la Comisi¨®n Federal Electoral pueden alcanzar 2.300 d¨®lares por donaci¨®n y que proceden predominantemente del 30% de la poblaci¨®n de renta superior del pa¨ªs. Cada candidato puede gastarse tanto como pueda conseguir. No hay l¨ªmites. Y tal dinero se gasta predominantemente para comprar acceso a los medios de informaci¨®n y persuasi¨®n (televisi¨®n y radio), todos ellos privados y que se venden al mejor postor, sin ning¨²n control o regulaci¨®n. Tal sistema de financiaci¨®n privada discrimin¨® a los candidatos de izquierda, como Kucinich y Edwards, que, debido a sus propuestas program¨¢ticas, se granjearon el antagonismo de importantes grupos de presi¨®n y no pudieron conseguir los fondos que les hubieran permitido acceder a los medios (v¨¦ase C¨®mo entender la situaci¨®n pol¨ªtica de EE UU en www.vnavarro.org). Seg¨²n el centro de estudios electorales Common Cause, nada menos que el 94% de los candidatos al Congreso de EE UU en 2006 mejor financiados ganaron las elecciones. De ah¨ª que el 68% de la poblaci¨®n estadounidense no considera al Congreso estadounidense representante suyo, sino de los lobbies econ¨®micos, financieros y profesionales que financian las campa?as electorales a los pol¨ªticos. En realidad, s¨®lo el 52% de la poblaci¨®n participa en las elecciones al Congreso el a?o que eligen al presidente. En los otros a?os s¨®lo participa el 30%.
La animosidad frente a la direcci¨®n de los partidos pol¨ªticos por parte de sus bases explica una movilizaci¨®n anticlase pol¨ªtica (que incluye la direcci¨®n del Partido Dem¨®crata) percibida como excesivamente dependiente del mundo empresarial y financiero y que explica el fen¨®meno Obama. No es ¨¦ste el que ha creado tal movilizaci¨®n como err¨®neamente se escribe. Antes al contrario, ha sido la movilizaci¨®n de protesta la que ha facilitado la aparici¨®n de Obama. ?ste, que ha sido uno de los receptores de m¨¢s fondos del capital financiero (Wall Street), ha intentado capitalizar la ola anti-Washington, benefici¨¢ndose del hecho de que no se le percibe como parte del establishment de Washington (ha sido Senador s¨®lo durante dos a?os) y que se opuso a la invasi¨®n de Irak. Y aunque sus propuestas program¨¢ticas son muy moderadas (en Espa?a estar¨ªa en el centro derecha), su mensaje anti-Washington es radical y movilizador entre las bases del Partido Dem¨®crata.
No hay duda de que en Espa?a tenemos d¨¦ficit democr¨¢ticos en nuestro sistema electoral. Pero su financiaci¨®n p¨²blica y la regulaci¨®n en la exposici¨®n medi¨¢tica del proceso electoral permiten una diversidad ideol¨®gica y capacidad de elecci¨®n mucho mayor que en EE UU. Nuestra calidad democr¨¢tica es mucho mayor que la de EE UU. En realidad, es parad¨®jico que ahora, en un momento en que el Partido Dem¨®crata est¨¢ tan desacreditado (el Congreso controlado por tal partido es el m¨¢s impopular de los que han existido en los ¨²ltimos 50 a?os), se convierta en un modelo para sectores espa?oles disconformes con los partidos actuales.
Vicen? Navarro es catedr¨¢tico de Pol¨ªticas P¨²blicas de la UPF.
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