Tras las huellas de Banksy
El grafitero m¨¢s famoso del mundo sigue siendo an¨®nimo
Hace dos semanas, en una subasta londinense, alguien pag¨® m¨¢s de 300.000 euros por el mural de un grafitero en el que unos monos con un cartel al cuello se r¨ªen de los tontos seres humanos; d¨ªas antes, alguien hab¨ªa pujado en Internet con 270.000 euros por un dibujo estampado por las buenas en una pared de Londres. El precio no inclu¨ªa ni la extracci¨®n de la pintura del muro ni la reposici¨®n de la pared del (afortunado) due?o de la casa en cuesti¨®n.
En una consulta popular, el 95% vot¨® por conservar uno de sus dibujos
Nadie conoce su nombre verdadero, ni la forma de su cara, ni su direcci¨®n
Su pista se esfuma a cada paso. Nadie dice haber hablado con ¨¦l
Es Robin Hood al rev¨¦s: pinta para los pobres, pero le compran los ricos
El autor de las dos obras era el mismo: Banksy, el grafitero enigm¨¢tico, el m¨¢s famoso del mundo, el m¨¢s cotizado, criticado, admirado, perseguido y comentado. Tambi¨¦n el m¨¢s misterioso, escurridizo y silencioso. Ha llenado de sus pinturas el muro de Gaza; ha entrado subrepticiamente -disfrazado con barbas postizas, sombrero y gabardina de exhibicionista de chiste- en los m¨¢s grandes museos del mundo para colgar obras suyas llenas de un humor cachondo al lado de cuadros venerables; ha pintado sobre cerdos y elefantes de verdad; ha hecho exposiciones multitudinarias en Los ?ngeles; ha vendido cuadros a Brad Pitt y Angelina Jolie...
Pero nadie fuera de su c¨ªrculo de amigos sabe con certeza su nombre verdadero, ni la forma de su cara, ni su estatura, ni su biograf¨ªa, ni la cuant¨ªa de su fortuna (si es que tiene) ni su lugar de residencia o su n¨²mero de tel¨¦fono o de fax. En Bristol, la ciudad en la que naci¨® (aunque no se sabe en qu¨¦ barrio), la mayor¨ªa de los j¨®venes le adoran; la polic¨ªa, en cambio, le considera un gamberro. ?l se ha autodefinido como "v¨¢ndalo profesional". Los turistas hacen tantas fotograf¨ªas de sus dibujos callejeros como de los barcos del puerto; su libro se encuentra entre las camisetas y las catedrales de miniatura en las tiendas de recuerdos; a los empleados de la limpieza de los vagones de los trenes de esta ciudad les entregaron el a?o pasado una gu¨ªa de arte grafitero para que aprendieran a identificar sus pintadas y conservarlas.
?Qui¨¦n es Banksy?
La camarera del pub nocturno de la calle Frogmore saca la basura a las dos de la tarde y la deja en un cubo enorme que hay en un callej¨®n delimitado por un puente y la pared lateral del edificio, de cinco pisos. A la altura del tercero, m¨¢s o menos, hay un gran dibujo: un hombre en chaqueta se asoma por la ventana y mira a lo lejos buscando a alguien mientras una mujer (su mujer, probablemente), en ropa interior, le sujeta por el hombro tratando de calmarle; agarrado al marco de la ventana con una mano, a lo largo de la pared, se encuentra el amante, un tipo calvo y desnudo. Unos metros m¨¢s abajo, al lado del cubo de la basura que ahora cierra la chica del pub, se descubre la firma del autor: Banksy.
Para pintar esto necesit¨® un andamio de obra. Lo confirma la chica, que prefiere no dar su nombre. Con una sonrisa, tambi¨¦n asegura que el andamio estuvo dos d¨ªas colocado pero que ni ella ni sus colegas del pub se enteraron de para qu¨¦ serv¨ªa. Que no preguntaron... Que Banksy lo pint¨® de madrugada... que se lo encontraron por la ma?ana... que...
-?Y usted lo vio? ?Usted lo conoce? ?Usted conoce a Banksy?
La chica vuelve a sonre¨ªr, con iron¨ªa. Y dice, con una voz cantarina, como si no quisiera que se la creyera del todo:
-Nadie conoce a Banksy. Ni en Bristol ni en ning¨²n lugar.
El dibujo, pintado hace dos a?os, desat¨® la pol¨¦mica en esta ciudad. La elecci¨®n del emplazamiento no era casual: el edificio, adem¨¢s del bar en la planta baja, alberga una cl¨ªnica de enfermedades sexuales y unas dependencias municipales. Adem¨¢s da de frente a la sede principal del Ayuntamiento. Era una suerte de desaf¨ªo. Algo as¨ª como "Atr¨¦vete a borrarlo". La prensa local, m¨¢s o menos devota del grafitero, dio la noticia de la aparici¨®n de la pintura. Algunos quer¨ªan que se borrara; otros, no. El Ayuntamiento decidi¨® convocar una consulta popular. M¨¢s de 500 personas participaron. El 95% vot¨® por Banksy. Se qued¨®. Por aclamaci¨®n popular. En el sitio elegido por el artista an¨®nimo. No sin que un concejal del partido conservador, Spud Murphy, se echara las manos a la cabeza: "Esto es delirante. Este Ayuntamiento se ha vuelto loco".
-Nadie conoce a Banksy -repite la camarera-. Nadie sabe qui¨¦n es y por qu¨¦ pint¨® esto aqu¨ª.
Lo que s¨ª se sabe: Banksy es rubio, alto, viste la ropa t¨ªpica del grafitero amante del hip-hop; tiene unos 35 a?os; desde muy joven form¨® parte de la viv¨ªsima cultura de la pintura callejera de Bristol, tal vez junto a Birmingham, la m¨¢s talentosa de todo el Reino Unido. Comenz¨® empleando la t¨¦cnica del spray aplicado directamente a la pared. Pero una noche decidi¨® cambiar. ?l lo explica en un libro suyo, Wall and piece (Muro y pieza): "Est¨¢bamos poniendo 'SIEMPRE LLEGA TARDE' en el vag¨®n de pasajeros de un tren. De repente lleg¨® la polic¨ªa y salimos corriendo. Pero yo me ara?¨¦ con las espinas de un arbusto y no me dio tiempo a llegar a nuestro coche. Mis amigos se fueron. Yo me escond¨ª debajo de un cami¨®n de basura. El motor estaba a la altura de mi cara: un hilillo de aceite se filtraba y me ca¨ªa en la cabeza. Estuve as¨ª durante una hora, mientras o¨ªa a los polis andando por los ra¨ªles, busc¨¢ndonos. Decid¨ª cambiar de t¨¢ctica o dejarlo: ten¨ªa que tardar menos tiempo en pintar. Entonces vi que el tanque del motor del cami¨®n ten¨ªa letras pintadas con una plantilla. Yo pod¨ªa hacer lo mismo con letras mucho m¨¢s grandes".
Desde esa noche, Banksy hace plantillas con cartones que coloca en la pared y que luego roc¨ªa con el spray de pintura de coches. Es simple, directo, r¨¢pido e impactante.
Primeramente se dedic¨® a llenar las calles y parques de Bristol con ratas de esp¨ªritu cr¨ªtico y burl¨®n que hac¨ªan de todo: rodar a los transe¨²ntes con c¨¢maras, o¨ªr m¨²sica, bailar, volar, romper con tenazas imaginarias candados de puertas de verdad... Se integraban en el paisaje urbano (en los buzones, en las alcantarillas, en las trampillas, en los pomos de las puertas) para re¨ªrse de ¨¦l, para criticar los carteles que prohib¨ªan esto o lo otro...
Hab¨ªa nacido Banksy.
La polic¨ªa los borraba en cuanto los encontraba. Como hac¨ªa con los otros grafiteros de la ciudad, por otra parte.
En 2000 organiza su primera exposici¨®n, en un restaurante-barco llamado Severnshed. Despu¨¦s se mud¨® a Londres, ciudad que tambi¨¦n llen¨® de dibujos, y viaj¨® a Los ?ngeles, San Francisco o Barcelona. Su fama y su cotizaci¨®n creci¨®. Los admiradores locales que compraron en Severnshed obras suyas por 100 libras las revenden ahora por 30.000.
El restaurante todav¨ªa existe. A¨²n organiza exposiciones. Pero ninguno de los camareros de entonces sigue. Porque ¨¦sa es otra: la pista de Banksy se desvanece a cada paso. Cerca, hay otro barco-pub, el Thekla, que mantiene en la l¨ªnea de flotaci¨®n una pintura que el grafitero hizo hace a?os una noche montado en una barquita. Sin mebargo, nadie en el barco-pub sabe (o dice saber) nada sobre ¨¦l.
Hay una mujer que s¨ª lo conoci¨®. Se llama Susie, ronda los 50 a?os, le gusta mucho la pintura, pero habla con pereza, prefiere no dar su apellido y trabaja en la tienda del centro de arte contempor¨¢neo Arnolfini. "Hace muchos a?os, cuando ¨¦l era casi adolescente, pas¨® una noche en casa y nos intercambiamos retratos. ?l me hizo uno a m¨ª y yo otro a ¨¦l. Era un tipo majo, normal, simp¨¢tico. Tampoco es que yo le considere el mejor grafitero. Creo que Bristol ha dado mejores. Pero sabe darse publicidad".
?Y vender¨¢ alguna vez el dibujo?
-No creo. ?Sabe? No hay que mezclar el arte y el dinero. No van bien juntos.
Susie, con su falta de ganas para responder, da en el clavo. Con Banksy, tal vez a pesar de ¨¦l o tal vez no, es muy dif¨ªcil separar el dinero y la pintura: van juntos hasta l¨ªmites est¨²pidos. En un reportaje publicado por la revista New Yorker en mayo de 2007 se afirma que un d¨ªa, en Los ?ngeles, Banksy tir¨® unos restos de pizza al cubo de la basura de la calle y que alguien los recogi¨® y los subast¨® en eBay. La parte de pizza, con anchoa incluida, que el grafitero antisistema desech¨® la vendi¨® el muy prosistema subastador por 102 d¨®lares.
"No es su culpa", explica el periodista Christopher Warren, que conoci¨® a Banksy hace unos a?os. "Es una paradoja: los que ¨¦l critica en sus pinturas le recompensan ador¨¢ndole. ?Y ¨¦l qu¨¦ puede hacer?".
El experto en arte y redactor de la revista Venue Steve Wright, es probablemente la persona de Bristol que m¨¢s sabe de Banksy fuera de su c¨ªrculo cerrado de amigos. Ha publicado recientemente el libro Home, sweet home, dedicado al grafitero. Se entrevist¨® con muchas personas y le sigui¨® los pasos de cerca. Pero no logr¨® dar con ¨¦l.
"Para m¨ª sigue siendo un genuino elemento antisistema", manifiesta Wright. "No s¨¦ si es millonario. Creo que no: los que ganan miles de libras son los que compran y venden y revenden sus obras: los inversores. Lo que s¨ª s¨¦ es que ¨¦l podr¨ªa ser rico si quisiera. Y en Internet (picturesonwalls.com) ofrece grabados a 500 libras. Sigue creyendo en el arte accesible. ?Hay algo m¨¢s democr¨¢tico que pintar en la calle para que lo vea todo el mundo?".
Y a?ade: "Usa el anonimato para seguir haciendo lo que hace sin que le pille la polic¨ªa. Aunque tambi¨¦n le da un punto de misterio que le reporta fama. A ¨¦l le gusta ser an¨®nimo, y le cuesta, trat¨¢ndose de qui¨¦n es. Debe de llevar una vida un tanto extra?a".
Todo en Banksy invita un poco a la esquizofrenia. ?l ha escrito: "A los que gobiernan las ciudades no le gustan los grafitis porque piensan que nada debe existir a menos que d¨¦ un beneficio". Pero es precisamente lo contrario: el Ayuntamiento de Londres, que asegura que su trabajo no consiste en diferenciar el arte del gamberrismo, manifest¨® recientemente que est¨¢ dispuesto a borrar la treintena de grafitis de Banksy en esta ciudad aunque valgan miles de libras (a pesar del autor).
Por su parte, el Ayuntamiento de Bristol reconoce que hay grafitis que pueden considerarse arte y otros no y que Banksy se ha ganado una reputaci¨®n internacional. Como en el caso de los ferrocarriles, si el dibujo callejero es de Banksy se queda, pero si no... se borra.
En octubre apareci¨® su ¨²ltima obra en Bristol. Un polic¨ªa con pinta de hombre de Harrelson, de rodillas, apunta su fusil mientras un ni?o, a su espalda, va a explotar una bolsa de papel para asustarle. Banksy lo pint¨® en la pared de una casa perteneciente a una instituci¨®n de caridad: The Wallace and Gromit children's fundation. "Lo hizo de noche, subido al tejado. Una ma?ana, cuando entramos a trabajar, estaba all¨ª", dice Laura, una empleada, con la misma sonrisa admirada que la chica del pub de Frogmore. "Nuestro director se hab¨ªa puesto en contacto con ¨¦l por e-mail pidi¨¦ndole un cuadro, y mira".
Algunos compa?eros le consideran un vendido. Otros opinan que sigue siendo el mismo que ensuciaba trenes con "SIEMPRE TARDE". Aunque todos son conscientes de que ha creado un personaje a la altura del antifaz, un Robin Hood al rev¨¦s, que pinta para los pobres, pero al que compran los ricos.
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