Una ni?a escucha a Lorca
Vicenta F. Montesinos publica sus memorias infantiles
Granada
Vicenta Fern¨¢ndez Montesinos Garc¨ªa, sobrina de Federico Garc¨ªa Lorca e hija de Manuel Fern¨¢ndez Montesinos, el que fuera alcalde de Granada fusilado por los fascistas en 1936, ha publicado en la editorial Comares los recuerdos de su ni?ez bajo el t¨ªtulo de Notas deshilvanadas de una ni?a que perdi¨® la guerra. El libro, que comienza con sus recuerdos relativos a la Huerta de San Vicente, la residencia de verano de la familia Garc¨ªa Lorca, est¨¢ escrito en un tono cercano y amable, sin concesiones de ning¨²n tipo que pudieran desviar de lo esencial, los propios recuerdos.
"De forma intuitiva, yo sab¨ªa que era un genio y lo admiraba"
La primera vez que aparece Federico en la memoria de Vicenta es precisamente por la fuerza de su voz, de la que no queda ning¨²n tipo de constancia en la actualidad pero que puede intuirse por el recuerdo de la ni?a de cuatro a?os que se encontraba convaleciente en la casa de campo. "Tuve una enfermedad que afect¨® a mis o¨ªdos. Me sent¨ªa muy d¨¦bil, tan fr¨¢gil que cuando alguien me preguntaba c¨®mo me encontraba romp¨ªa a llorar. T¨ªo Federico entraba mucho a mi cuarto a verme y me preguntaba c¨®mo estaba con una voz muy potente. M¨¢s que una pregunta era una afirmaci¨®n de que me iba a poner buena. De forma intuitiva, yo sab¨ªa que era un genio y lo admiraba", explica.
Sin embargo, en poco tiempo aquel ambiente m¨¢gico que se respiraba en aquella casa se convirti¨® en tragedia, como en la mayor parte de los hogares de Espa?a, cuando el calendario marc¨® con sangre el verano de 1936. "Durante aquellos d¨ªas todo el ambiente que nos rodeaba en la Huerta era triste", recuerda justo antes de dar paso a su primera percepci¨®n de lo tr¨¢gico, que s¨®lo hab¨ªa podido intuir antes por el revuelo de los vecinos. "O¨ª a mi hermano decir que ten¨ªa que vengar la muerte de mi padre. Me qued¨¦ petrificada y no coment¨¦ nada con nadie", explica mientras se entristece por no haber recibido ninguna explicaci¨®n de nadie, aunque siempre tuvo claro que su padre y su t¨ªo Federico "ya no estaban".
Despu¨¦s, los vestidos de flores que su madre, Concha, llevaba al campo, se fueron convirtiendo en negros, como los de toda la familia. "Incluso el color de la ropa interior era negro. A los ni?os nos vest¨ªan de medio luto con unos lazos negros en la cabeza", rememora. Aquella tragedia que nadie le explicaba, propici¨® que la ni?a Vicenta le tuviera un miedo atroz a la noche.
Despu¨¦s llegaron los bombardeos, que instalaban el miedo en los mayores y la emoci¨®n en los m¨¢s peque?os. "Es un recuerdo nada traum¨¢tico para m¨ª, pues lo viv¨ª como una aventura. Hicimos un peque?o refugio en la Huerta, al que un d¨ªa tuvimos que bajar corriendo con el plato de comida", asegura. Sin embargo, al final de la guerra Vicenta se hab¨ªa convertido en "una ni?a m¨¢s t¨ªmida", y las noches nunca volvieron a ser las de su infancia. Le hab¨ªan arrebatado a su padre y a su t¨ªo, le despojaron del paisaje, le cambiaron la vida.
Primero se instal¨® con el resto de su familia en Madrid, en el hotel Gran V¨ªa, donde se hospedaban tambi¨¦n corresponsales de guerra y periodistas que estaban a favor de la Rep¨²blica. Unas semanas despu¨¦s, se mudaron a la calle Vel¨¢zquez, donde residieron hasta que emprendieron el viaje m¨¢s dif¨ªcil de sus vidas, el que les llevar¨ªa a Estados Unidos "ni exiliados ni deportados", como dec¨ªa su madre, ya que consiguieron un pasaporte tras firmar un documento en el que se compromet¨ªan a no hablar mal de Espa?a. "?C¨®mo iba a hablar mal siendo yo una ni?a que dejaba atr¨¢s su infancia", se interroga Vicenta, que recuerda las horas previas a su partida, en las que su madre la llev¨® a confesar "los pecadillos de siempre".
Tras tanto dolor y sorpresa, un barco le ense?¨® la grandeza del oc¨¦ano y tambi¨¦n el significado de la incertidumbre llevada al l¨ªmite. "La gente que hab¨ªa all¨ª hu¨ªa y no sab¨ªa lo que se iba a encontrar. Escuchar a una joven cantar fue para mi madre y para m¨ª como un canto a la vida". Tras 40 d¨ªas de viaje con una escala en La Habana, la ciudad de la que tanto goz¨® su t¨ªo Federico, la familia lleg¨® a Nueva York, otro de los lugares fundamentales en la vida del poeta. "La llegada a Nueva York fue triste y emocionante. Todos se abrazaron llorando y los ni?os nos apartamos, conscientemente, mientras observ¨¢bamos la escena". Precisamente en esa distancia se ha escudado Vicenta Fern¨¢ndez Montesinos para contar los recuerdos de la ni?a que fue, una como tantas de un pa¨ªs sin abrazos.
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