El consuelo de la alegr¨ªa
Los simpatizantes socialistas se conjuran para que ETA no les amargue la victoria
La fiesta fue en la calle. Porque es verdad que los simpatizantes socialistas que lograron entrar en la sede de la calle de Ferraz disfrutaron de bebida y comida gratis y de un techo por si llov¨ªa, pero los de fuera gritaron m¨¢s, saltaron m¨¢s, saludaron en directo a Zapatero y a Sonsoles (por cierto, al menos ayer, Solbes triunf¨® m¨¢s que Ana Bel¨¦n) y, sobre todo, no vieron la televisi¨®n. Porque dentro, en la sede del PSOE, hab¨ªa unos cuantos monitores por los que, de vez en cuando, se ve¨ªa el espect¨¢culo de la calle G¨¦nova. Y, sorpresa, la gente del PP ofrec¨ªa el mismo espect¨¢culo aunque en rojigualda. ?Habr¨ªan ganado ellos? Qu¨¦ desasosiego.
Y eso que, ya a las ocho en punto de la noche, hab¨ªa llegado el primer augurio. En la puerta de la sede, un tipo con c¨¢maras colgando y barba de tres d¨ªas intentaba conseguir una acreditaci¨®n para entrar. "?Pero han llamado de tu medio para acreditarte?", le preguntaba la responsable del asunto. "No estoy seguro", respondi¨® ¨¦l. "Entonces", dijo ella, "es que no". Y fue en ese momento cuando se produjo el augurio. El sujeto puso cara de pocos amigos y dijo: "Yo vendo mill¨®n y medio de ejemplares y tengo que entrar. ?Soy de la prensa del coraz¨®n! Tengo que entrar como sea". Ya no era necesario escuchar los primeros sondeos. ?Cu¨¢ndo al papel cuch¨¦ le interesaron las derrotas?
Ni que decir tiene que entr¨®. Y que vio la sede del PSOE llena ya de gente que hab¨ªa venido a celebrar los buenos resultados presentidos, y que lo hac¨ªa tomando una copa y un canap¨¦, hablando del susto del 93, de la decepci¨®n del 96, de la depresi¨®n del 00 y de la alegr¨ªa triste de hace cuatro a?os. En la calle, cortada para la ocasi¨®n, una pareja muy curiosa manten¨ªa una conversaci¨®n interesante. Ella le dijo a ¨¦l: "Esto no puede seguir as¨ª". Hab¨ªa tema.
?l se qued¨® callado. Ella insisti¨®: "Es que no eres consciente de muchas cosas". ?l sigui¨® en silencio. Poniendo por delante que las apariencias enga?an, lo cierto es que aquella pareja no pegaba en el entorno. No por la forma de vestir o de peinarse (aunque qu¨¦ cantidad de gomina llevaba ¨¦l), sino por el lugar elegido para saldar sus diferencias. Fueron llegando los primeros sondeos, la gente que los rodeaba empezaba a saltar de alegr¨ªa y a agitar banderas de pl¨¢stico, y ellos... nada. C¨®mo ser¨ªa la cosa que, en un momento dato, ella le dijo a ¨¦l: "Mira, ah¨ª est¨¢n repartiendo banderas del PSOE". Y ¨¦l propuso: "Vamos a por una". Ella le contest¨®: "No, voy yo sola". Cuando la joven se march¨®, un periodista digital -que como el que suscribe estaba pendiente del culebr¨®n- se dirigi¨® al muchacho y le puso sobre aviso: "A lo mejor no vuelve".
Eran, para qu¨¦ dar m¨¢s rodeos, la viva imagen del PP en medio de la fiesta socialista. Una fiesta que, ya a las nueve y pico de la noche, se hab¨ªa desatado. La gente saltaba y coreaba pareados lamentables. "Ista, ista, ista, Espa?a es socialista". O: "El pueblo (pausa) entero (pausa) est¨¢ con Zapatero". Las consignas positivas dan de s¨ª lo que dan. As¨ª que la que termin¨® de animar la noche fue esa de: "??D¨®nde est¨¢ (pausa) la ni?a de Rajoy?!".
Todo lo anterior puede resultar insustancial. Y lo es. Porque s¨®lo habla de alegr¨ªa, de guasa, de victoria. Porque los simpatizantes socialistas parec¨ªan haberse puesto de acuerdo en una cosa. Nunca m¨¢s un crimen terrorista les iba a amargar la leg¨ªtima victoria. El s¨¢bado fue el momento de llorar en Mondrag¨®n junto a la familia de Isa¨ªas. La noche del domingo, la de disfrutar de la victoria. Y, a partir de hoy, cuatro a?os para intentar que los terroristas no estropeen m¨¢s una noche electoral. As¨ª que Zapatero sali¨® dos veces a la calle. La gente le grit¨®: "?No nos has fallado!". Y ¨¦l se volvi¨® feliz al interior de la sede, donde la tele segu¨ªa puesta y, en ella, a Rajoy muy contento. O tal vez es que las ca¨ªdas no empiezan a doler hasta el d¨ªa siguiente.
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