Risa y milagros
La primera vez que Fernando Savater estuvo en Nueva York su gu¨ªa en la ciudad fue un joven de Barcelona, algo mayor que ¨¦l y amigo de un amigo, que trabajaba como traductor en la ONU. En aquel viaje, el pensador donostiarra supo que su acompa?ante andaba escribiendo una novela, la primera. Aquel futuro escritor se llamaba Eduardo Mendoza y aquel libro inaugural termin¨® siendo La verdad sobre el caso Savolta, publicado en 1975 y ganador del Premio de la Cr¨ªtica. Desde entonces, los dos escritores no han dejado de verse, de intercambiarse pistas de lectura y de re¨ªrse juntos. Es lo que hacen en cuanto se ven en un restaurante madrile?o. El pretexto para el encuentro es El asombroso viaje de Pomponio Flato (Seix Barral), la nueva novela de Mendoza (Barcelona, 1943). Antes de entrar en materia, el narrador y el fil¨®sofo -que este a?o se prejubila de la universidad y que acaba de recopilar sus art¨ªculos m¨¢s recientes en Saliendo al paso (Espejo de Tinta)- hablan de amigos comunes y de las recientes elecciones, en las que UPyD, el partido promovido por Savater (San Sebasti¨¢n, 1947), ha obtenido una diputada. Minutos antes, una se?ora de una mesa vecina se hab¨ªa levantado para decirle al autor de ?tica para Amador que hab¨ªa votado a su partido. "Ah, fue usted", contesta ¨¦ste. "Muchas gracias".
Mendoza: "En estos tiempos, la religi¨®n es el ¨²ltimo reducto del humor. Nada me ha divertido m¨¢s que las enc¨ªclicas papales"
Savater: "El humor sobre lo sagrado est¨¢ siempre al borde de la carcajada, y permitir la carcajada es cargarse el negocio"
Mendoza: "Se cultiva poco el humor culto. Al excluirlo de la literatura seria ha quedado en manos de los que cuentan chistes"
En la carta, pote asturiano ("ya se ve que es adelgazante", apunta Mendoza) y merluza a la romana. Una combinaci¨®n muy apropiada para el caso. Hace tiempo que los manuales dividieron la obra de Eduardo Mendoza en novelas serias y novelas ligeras (y algo gamberras). Entre las primeras estar¨ªan la citada La verdad sobre el caso Savolta, el cl¨¢sico La ciudad de los prodigios y la reciente Mauricio o las elecciones primarias. Entre las segundas, El misterio de la cripta embrujada, Las aventuras del tocador de se?oras y Sin noticias de Gurb. A este ¨²ltimo grupo pertenecer¨ªa El asombroso viaje de Pomponio Flato.
S¨¢tira que mezcla la trama hist¨®rica, el relato de detectives y hasta la historia sagrada, la novela cuenta las peripecias de un patricio romano, racionalista y de vuelta de casi todo, empe?ado en aclarar un asesinato ocurrido en una Nazaret asfixiada por ritos y leyes. El principal acusado es el carpintero del pueblo, Jos¨¦, cuyo hijo (putativo), un ni?o llamado Jes¨²s, actuar¨¢ como ayudante de Pomponio.
PREGUNTA. Adem¨¢s de ser detectivesca, ?cu¨¢nto tiene esta novela del viaje de un fil¨®sofo a una tierra de supersticiosos?
FERNANDO SAVATER. Lo gracioso es el contraste entre un personaje descre¨ªdo que de pronto se encuentra en un contexto cuyas claves no tiene porque todo en ese pueblo es fe, superstici¨®n y milagros.
EDUARDO MENDOZA. A m¨ª me divert¨ªa crear un personaje que es un cient¨ªfico pero que busca algo absurdo, una fuente cuyas aguas dan la sabidur¨ªa. ?se es el motivo de su viaje a Palestina. Es el hombre m¨¢s cr¨¦dulo del mundo, pero se enfrenta a un tipo de credulidad, la religi¨®n, por el que no est¨¢ dispuesto a pasar. De ah¨ª el contraste.
F. S. Y el humor. Aunque esta novela no es tan desmadradamente humor¨ªstica como otras tuyas. Es m¨¢s sat¨ªrica.
E. M. Esta novela se me ocurri¨® porque, ya que salen tantas novelas de Cicer¨®n detective y Luis XIV acusado de fraude, pens¨¦, vayamos a lo fundamental: el ni?o Jes¨²s investiga un crimen. Como le dice Pomponio a Jes¨²s: todos los ni?os se creen que su padre es algo especial, t¨² tambi¨¦n seguramente, pero no hagas caso.
P. Como dice el t¨ªtulo del libro radiof¨®nico de Auster,
Pensaba que mi padre era Dios. Otro contraste se da entre el hedonismo romano (y antes griego) y el sufrimiento jud¨ªo (y luego cristiano). ?Por qu¨¦ tiene mejor prensa la desgracia que la felicidad? ?Por qu¨¦ tiene tan poco prestigio el humor?
E. M. No s¨¦. Y eso que la literatura ha sido fundamentalmente de humor. Ah¨ª est¨¢n el Quijote y Voltaire y Diderot. Hay un momento, en el siglo XIX, en que las cosas se ponen muy serias con el realismo franc¨¦s. En Inglaterra, Dickens, que es m¨¢s divertido, lo redime un poco.
F. S. Es verdad lo de la mala prensa. Siempre se considera m¨¢s importante escribir una tragedia. Voltaire consigue ense?ar ingl¨¦s a Madame de Ch?telet, su amante, para que leyera a Shakespeare. Luego quiso que aprendiera espa?ol, pero ella dijo que no iba a molestarse en aprender una lengua cuya mayor obra literaria es una farsa. De hecho, lo que nosotros valoramos de las obras de Voltaire es muy gracioso, pero lo que ¨¦l mismo consideraba como m¨¢s valioso no tiene ninguna gracia.
E. M. El humor se recupera con Joyce y, sobre todo, con Kafka. Es curioso, ning¨²n escritor de humor ha ganado el Premio Nobel, salvo cuando quisieron arreglarlo y se lo dieron a Dario Fo. Ni Wodehouse, ni Evelyn Waugh.
F. S. Ni Chesterton. En tus libros hay algo chestertoniano, ese uso del humor como distorsi¨®n de la realidad llevada al l¨ªmite.
P. Como el racionalismo de Pomponio, el humor choca muchas veces con la religi¨®n. ?Hay alguna frontera que no se deba traspasar?
E. M. En estos tiempos, la religi¨®n es el ¨²ltimo reducto del humor. Nada me ha divertido m¨¢s que las enc¨ªclicas papales.
F. S. Pero el humor lo pones t¨², no el Papa.
E. M. Siempre ha sido as¨ª. El libro de humor de la Edad Media es La Leyenda ?urea, que dice que en el momento en que naci¨® el ni?o Jes¨²s sonaron unas trompetas, se abri¨® el cielo, los ¨¢ngeles cantaron y se murieron todos los maricones del mundo. No tiene desperdicio.
F. S. ?Para celebrarlo! Dir¨ªan: vamos a empezar de cero. Nosotros, porque le vemos la parte humor¨ªstica, pero... Cioran dec¨ªa que todas las religiones eran cruzadas contra el sentido del humor. Recuerdo haber visto en televisi¨®n a no s¨¦ qu¨¦ obispo revestido con un mant¨®n diciendo: "Nosotros defendemos la naturaleza y lo normal". Pues como paradigma de normalidad ¨¦l era la cosa m¨¢s pintoresca del mundo.
E. M. ?ltimamente he ido un par de veces a Jerusal¨¦n. La primera vez fui al Santo Sepulcro. La segunda estaba con mi hijo y quise llevarlo. Le dije: "Esto tienes que verlo, no sea que alg¨²n d¨ªa caigas en la tentaci¨®n de creer en algo". ?T¨² has estado?
F. S. No.
E. M. No te lo pierdas. Es un espect¨¢culo. En toda la V¨ªa Dolorosa venden casetes con las canciones que cantaba san Pedro. Luego hay cinco o seis iglesias o sectas que se han repartido aquello y est¨¢n todos a matar entre ellos. Una tiene la columna de la flagelaci¨®n, otra, los clavos de Cristo. Los de la iglesia maronita te dicen que no vayas con los otros porque aquello no vale nada. Los otros te dicen: venga, venga. Y luego est¨¢n los verdaderos amos, los ortodoxos griegos, que tienen el sepulcro. Aunque en el piso de arriba est¨¢n los coptos abisinios que tienen salida a la azotea y tienden all¨ª la ropa. Claro que en El Cairo te ense?an la casa en la que vivi¨® la Sagrada Familia. Y eso que entonces El Cairo no exist¨ªa.
F. S. ?Pero por qu¨¦ la gente cree esas cosas? Si t¨² le pides a alguien que te d¨¦ la cartera porque se la vas a guardar mientras va al ba?o no te la da. ?Por qu¨¦ se cree eso?
E. M. Tu libro sobre la religi¨®n [La vida eterna], que me parece espl¨¦ndido, me parece tambi¨¦n un acto como el de Pomponio buscando las aguas. Choca contra la raz¨®n ¨²ltima de los que dicen: "S¨ª, pero es que se me ha aparecido san Jos¨¦ y me ha dicho...". Y todos tus argumentos, a la basura.
P. ?No habr¨ªa diferencia entre un integrista y un reformador, entre un milagrero y un te¨®logo?
F. S. Hay una disposici¨®n a creer porque nos vamos a morir. Creemos en cualquier cosa para ver si nos salvamos por alg¨²n lado. Eso y la necesidad de que los malos sean castigados, y los buenos, premiados. Esas cosas pueden ser ingenuas, pero tienen su l¨®gica. Pero que te lo cuente un tipo con evidente aspecto de sinverg¨¹enza y que diga que lo que acaba de mear es una p¨®cima para sanar a los ciegos...
E. M. Es que la base de la religi¨®n no es lo que te cuentan, sino lo que t¨² quieres creer, y hay una gran necesidad de seguir unas liturgias que tienen un final terap¨¦utico.
F. S. Los ritos de tr¨¢nsito tienen su sentido. Cuando se te muere alguien cercano te gustar¨ªa saber qu¨¦ hacer. No vas a decir: ll¨¦veselo usted y t¨ªrelo. Quieres hacer algo pero no sabes qu¨¦. Una vez fui a un homenaje c¨ªvico a un editor, p¨®stumo, con discursos y m¨²sica. Y un amigo me dijo: esto lo hacen mejor los curas.
E. M. A m¨ª me fascina la organizaci¨®n de lo sublime. Hace poco le¨ª que en la autopista a Lourdes hay una se?al con un mecanismo que unos d¨ªas de la semana lleva a los turistas directamente a la cueva y otros los hace pasar por el pueblo para que todos los comercios se beneficien de que la Virgen baj¨® del cielo.
P. Tambi¨¦n en su novela se habla de la recalificaci¨®n de unos terrenos cercanos al templo de Nazaret.
E. M. Eso aparece en todas las historias de Roma, que en la ¨¦poca de m¨¢ximo esplendor ten¨ªa tres millones de habitantes. Si ves el Coliseo te das cuenta de que es como un estadio de ciudad grande. Y el Circo M¨¢ximo es como el circuito de Le Mans. All¨ª muchas cosas se mov¨ªan por intereses.
F. S. Pasaba en todas partes. Se dice que a Esopo, el fabulista, lo mataron los habitantes de Delfos porque criticaba el negocio de los souvenirs.
E. M. Por eso me sorprendo cuando alguien dice: "Qu¨¦ acierto el de esta obra cl¨¢sica, refleja lo mismo que est¨¢ pasando ahora". No es m¨¦rito de la obra, es un dem¨¦rito de lo que pasa ahora. Suetonio cuenta que a todos los c¨¦sares los acusaban de tr¨¢fico de influencias y recalificaci¨®n de terrenos.
P. A veces el choque entre la religi¨®n y el humor se pone serio. Como con las caricaturas de Mahoma.
F. S. ?Pero c¨®mo se puede caricaturizar a alguien cuyo rostro se supone que no conocemos?
E. M. Es que aquel rostro era el de Bin Laden.
F. S. Es disparatado. El humor respecto a lo sagrado siempre est¨¢ al borde de la carcajada, y permitir la carcajada es cargarse el negocio.
E. M. Curiosamente, cuando el cristianismo barre al paganismo y se convierte en religi¨®n oficial, el reducto de tolerancia para otras religiones, incluida la jud¨ªa, es el islam, que tolera incluso iglesias de otros credos que se llevan fatal entre s¨ª.
F. S. Porque no ten¨ªa teolog¨ªa. Los cristianos la tienen, los jud¨ªos y los isl¨¢micos lo que tienen es rituales. El hecho de que t¨² puedas ser malo aunque cumplas todos los ritos de la Iglesia es algo que s¨®lo les pasa a los cristianos. Hannah Arendt cuenta que un d¨ªa, cuando era joven, se decidi¨® y le dijo al rabino: "Yo no creo en Dios". Y el rabino le dijo: "?Y qui¨¦n te ha pedido que creas?". De lo que se trataba es de que respetara los ritos. Fuera del cristianismo no hay disputas teol¨®gicas porque no hay teolog¨ªa.
E. M. Una cosa bonita de la religi¨®n griega es que los dioses no se meten en la vida de los humanos. Viven en niveles distintos. Sin embargo, en el cristianismo o en el juda¨ªsmo Dios es omnipresente. Una vez llegu¨¦ en s¨¢bado a Tel Aviv. Me alojaba en el piso 12? de un hotel. Como el s¨¢bado no se puede poner en marcha ning¨²n mecanismo hab¨ªan programado el ascensor para que el s¨¢bado fuera parando en todos los pisos.
P. La man¨ªa legislativa de la que habla Pomponio en su novela.
F. S. El cristianismo da mucha importancia a la fe porque se la da tambi¨¦n a la intencionalidad. De ah¨ª que las otras religiones se escandalicen con esa idea del pecador reincidente que luego reza y se redime. Para los dem¨¢s esa redenci¨®n no es posible. Si has pecado no hay quien te salve. El ¨¦xito del cristianismo es la intenci¨®n y el arrepentimiento.
E. M. Es como El Corte Ingl¨¦s: tienes 15 d¨ªas para devolver el producto.
F. S. Freud dice que las religiones son neurosis colectivas. Eso, desde un jud¨ªo, es mucho m¨¢s claro, porque el juda¨ªsmo tiene mucho m¨¢s de neurosis.
E. M. Por eso Freud descubre la neurosis, porque es jud¨ªo. El juda¨ªsmo es una religi¨®n que forma obsesivos. Si son tontos son obsesivos tontos, pero si son listos salen Einstein y Freud.
P. Tambi¨¦n el cristianismo legisla la vida cotidiana. O legislaba.
F. S. Se ha ido perdiendo. Eran cosas que ordenaban la vida del creyente. ?Qu¨¦ la ordena ahora?
E. M. El f¨²tbol, que es lo m¨¢s parecido.
F. S. Yo me acuerdo de que antes, en San Sebasti¨¢n, era imposible que te vendieran en un bar un bocadillo de jam¨®n en Viernes Santo, as¨ª fueras ateo. Hab¨ªa adem¨¢s un hombre que vend¨ªa globos para los ni?os. Y esos d¨ªas los vend¨ªa pintados de negro.
E. M. En Barcelona el acontecimiento era que pod¨ªas ir por el medio de la calle porque no pod¨ªan circular los coches. Tampoco se pod¨ªa o¨ªr m¨²sica. Ni cantar. Pero eso es la religi¨®n y no otra cosa. En los pa¨ªses cat¨®licos nadie lee la Biblia, pero si te pones a leerla encuentras cosas que son un disparate. Todo lo que hay que hacer con un cordero antes de com¨¦rselo te quita el apetito.
F. S. Por no hablar de las exhortaciones al genocidio o de los ritos para purificar a las mujeres que han tenido la regla.
P. Sin embargo, hoy la religi¨®n m¨¢s beligerante parece el islam.
F. S. Porque la religi¨®n cristiana ha sido domesticada por el mundo civil. Habr¨ªa que ver qu¨¦ hubiera hecho Inocencio III con unas caricaturas.
E. M. La Ilustraci¨®n y la Revoluci¨®n Francesa han dejado su huella.
F. S. S¨ª, y ahora tenemos a la Iglesia espa?ola convertida en abogada de la libertad de ense?anza. En 40 a?os de franquismo nadie hab¨ªa sospechado ese entusiasmo de la Iglesia por la libertad de ense?anza.
E. M. Si piensas estos casos de las religiones, o de los nacionalismos, con los fan¨¢ticos uno puede entenderse o entenderlos, pero con el razonable no hay nada que hacer. El fan¨¢tico lo es, pero el otro es uno que aplica tu misma l¨®gica con una desviaci¨®n. Como cuando en la autopista te has salido de tu camino porque has hecho una serie de bucles sin abandonar la autopista y convencido de que vas en la buena direcci¨®n.
F. S. Eso fue el nazismo, una locura pero aplicada por personas que hab¨ªan le¨ªdo a Hegel.
E. M. La mezcla de l¨®gica y creencia, eso es... las armas.
F. S. Eso son los te¨®logos. Y la Inquisici¨®n es eso, una sofisticad¨ªsima maquinaria puesta al servicio de una locura.
E. M. Hace unos a?os hubo en Inglaterra unas pol¨¦micas teol¨®gicas sobre c¨®mo ser¨ªa el para¨ªso, si estar¨ªamos en nuestro mejor momento o si, siendo jorobados, saldr¨ªamos derechos. Los ingleses preguntaron: ?podremos llevarnos a nuestros perros? Venga, s¨ª, dijeron. ?Y a los caballos? Tambi¨¦n. Al final a?adieron a los dinosaurios. Eran los tiempos de Parque Jur¨¢sico. Hablo de hace pocos a?os, no del siglo XII.
P. No se sabe lo que dir¨¢ la Conferencia Episcopal de una novela as¨ª.
F. S. La est¨¢ esperando con mucho inter¨¦s, ja, ja.
E. M. No pasar¨¢ nada. Ojal¨¢ me anatematizara. Al editor le encantar¨ªa, se vender¨ªa much¨ªsimo y se traducir¨ªa. Pero es una novela muy equitativa, reparte por igual.
P. Bueno, hay frases cl¨¢sicas de Jesucristo puestas en las bocas m¨¢s variopintas. Como si ¨¦l se las hubiera encontrado.
E. M. Es que la novela tiene tres referentes. Uno es La vida de Brian, que es un referente hermoso porque no hay nada que me guste m¨¢s que Monty Python. Otro es Asterix, y ¨¦se ya me gusta menos, porque, aunque me divierte mucho, juega con el anacronismo y con el chovinismo. El tercer referente es Shakespeare in love. Lo que hace Stoppard es atribuir lo que luego se convertir¨¢ en grandes frases de Shakespeare en an¨¦cdotas cotidianas de su supuesta vida. Es un gui?o al que ya lo sabe, tampoco demasiado erudito. Se cultiva poco el humor culto. Al excluirlo de la literatura seria, el humor ha quedado en manos de los que cuentan chistes chabacanos.
P. Tambi¨¦n su novela es escatol¨®gica, desde el t¨ªtulo.
E. M. Es un capricho m¨ªo que tiene una ilustre tradici¨®n pero que sigue siendo, como el humor, el ¨²ltimo tab¨². Hay libros como American Psycho y novelas en las que se descuartiza a la gente, pero no se dice que nadie se haya tirado un pedo.
F. S. Hoy Quevedo escandalizar¨ªa m¨¢s que el marqu¨¦s de Sade.
P. ?Por qu¨¦?
E. M. Porque ahora la violencia est¨¢ asimilada. A m¨ª lo escatol¨®gico no me gusta como chiste suelto -adem¨¢s, soy m¨¢s bien timorato en mis actitudes-, pero me gusta incluirlo junto a las obras completas de Arist¨®teles. En La ciudad de Dios, cuando san Agust¨ªn habla de actos voluntarios e involuntarios y se pregunta si la conciencia interviene cuando eres v¨ªctima de la aerofagia. Me gusta la mezcla de erudici¨®n y humor, aunque sea involuntaria.
P. Pomponio Flato busca una fuente que da vida pero quita inteligencia. ?Ustedes qu¨¦ elegir¨ªan?
F. S. Una vez Bertrand Russell hizo un elogio total de la felicidad. Cuando termin¨®, alguien le pregunt¨®: "Entre la felicidad y el conocimiento, ?usted que elegir¨ªa?". Y ¨¦l tuvo que admitirlo: el conocimiento. Es que la vida, si no, no te la crees.
E. M. Ya lo dice la Biblia, el que a?ade saber a?ade dolor, pero uno siempre termina apostando por eso.
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