La hora dulce de Zamora
Un paseo entre la belleza monumental y contempor¨¢nea de la ciudad del Duero
Es media tarde, la niebla repta silenciosa desde el r¨ªo por la plazoleta de San Cipriano hasta enredarse entre los mu?ones de los pl¨¢tanos. Hace fr¨ªo, las calles est¨¢n vac¨ªas, pero las salas de la biblioteca p¨²blica bullen de gente. A las ciudades peque?as como Zamora, de 60.000 habitantes, las cincela el impulso de ciertas personas; como Concha Gonz¨¢lez, que dirige desde hace 30 a?os la biblioteca. Sus m¨¦todos agitadores y creativos hacen de este antiguo convento un lugar lleno de vida cultural y vecinal. Talleres, exposiciones, charlas y unos 170.000 libros congregan hasta 1.000 personas por d¨ªa, lo que es inaudito en este pa¨ªs de escasa lectura.
?sta es s¨®lo una de las sorpresas que depara la ciudad castellano-leonesa, tan alejada de los circuitos tur¨ªsticos como desconocida. Una ciudad parsimoniosa que dormita a orillas de un Duero portentoso y se complace en su discreta belleza monumental y su buen hacer arquitect¨®nico.
Veinte iglesias rom¨¢nicas, coquetas plazoletas y una catedral con tapices g¨®ticos que quitan el hipo. Y de la almendra medieval pasamos a la arquitectura de Tu?¨®n y Mansilla, Moneo o Patxi Mangado.
Unas 20 iglesias de perfecta factura rom¨¢nica; alguna fachada g¨®tica, renacentista y neocl¨¢sica de relevancia; edificios del m¨¢s puro modernismo catal¨¢n, y los mejores arquitectos espa?oles de este siglo y el anterior. Es su principal atractivo. A eso se suma un creciente cuidado del casco hist¨®rico, que encuentra su coherencia no s¨®lo en sus monumentos, sino en sus peque?os espacios ajardinados, sus miradores y plazas, sus abundantes bancos para reposar, y un pavimentado de granito y cuarcita que unifica y le presta su piel a los paseos. Una referencia de buen gusto, que defrauda poco, contrariamente a la t¨®nica nacional.
Este buen hacer lleva tambi¨¦n el sello de las personas. De ciertos pol¨ªticos con sensibilidad, pero adem¨¢s de arquitectos zamoranos como Joaqu¨ªn Hern¨¢ndez o Rafael B¨¦rchez, que lograron implicar en los jurados de los concursos de arquitectura a los mejores: Siza, S¨¢enz de Oiza y Fisac, por ejemplo. Ello elev¨® el nivel y la calidad de la participaci¨®n y ayud¨® a recuperar la autoestima de la poblaci¨®n. Ya va siendo hora de compartirla.
Recinto amurallado
Pero volvamos a la Edad Media y a la repoblaci¨®n por Alfonso III del Samurah ¨¢rabe reconquistado. Del siglo XI data el primer recinto amurallado, sobre un cerro que domina el r¨ªo y abarca desde el castillo a la plaza Mayor, conformando la almendra medieval de la ciudad. Lo mismo que en intramuros, en las afueras se construyeron numerosas parroquias que congregaban en torno a s¨ª a peque?as pueblas.
El abandono del n¨²cleo urbano a partir de finales del siglo XVI y la separaci¨®n de los reinos de Espa?a y Portugal significaron la lenta decadencia de Semuret, pero tambi¨¦n garantizaron la conservaci¨®n de su patrimonio. Ya en el siglo XX, la burgues¨ªa enriquecida a los pechos de la industria harinera la dota de edificios modernos que habr¨ªan de embellecer el segundo recinto, amurallado en el siglo XIII.
Hoy, sendos meollos, el medieval y el modernista, modelan el casco hist¨®rico, extendi¨¦ndose a ambos extremos de la plaza Mayor, salpicados de impert¨¦rritas iglesias rom¨¢nicas que conviven sin conflicto con la buena arquitectura de los siglos XX y XXI.
La primera de las sorpresas monumentales de Zamora se encuentra en la catedral, una amalgama m¨¢s o menos afortunada de estilos que van de un rom¨¢nico orientalizante (v¨¦anse, si no, los arcos polilobulados) al neocl¨¢sico m¨¢s implacable y fr¨ªo. Su cimborrio de estilo bizantino, cubierto de escamas como el dorso de un saurio agazapado, es, sin duda, su hito constructivo, pero son sus tapices flamencos los que le prestan su fama internacional. La colecci¨®n fue donada en 1608 por el conde de Alba y Aliste, y muestra, entre otros, cinco tapices g¨®ticos que son de quitar el hipo. Cuatro de ellos representan la guerra y la destrucci¨®n de Troya, y el quinto, al rey de Roma Tarquino Prisco. La densidad expresiva y la fuerza pl¨¢stica de estos enormes tapices, que miden hasta nueve metros de largo por cuatro y medio de altura, es apabullante. En el de Prisco se pasa casi sin transici¨®n, en un perfecto ensamblaje esc¨¦nico, de los rostros serenos de Tanaquilda y su corte a la crudeza y modernidad casi deconstructiva de los guerreros con sus armaduras de metal.
Desde aqu¨ª todo se hace paseo entre calles estrechas, lienzos de murallas y plazoletas evocadoras hasta alcanzar la iglesia de la Magdalena, de los siglos XII-XIII. De una sola nave y porte esbelto, esta iglesia imanta por su portada sur, cuyas arquivoltas parecen un jard¨ªn petrificado o un puesto de plantas tropicales, tantos y tan carnosos son sus motivos vegetales. Ecos orientales los encontramos enrevesados en los capiteles y en el soberbio sepulcro interior (no se sabe bien qui¨¦n est¨¢ enterrado en ¨¦l), repletos de animales m¨ªticos, bestias aladas, felinos y otras referencias de reminiscencia persa.
Se alcanza pronto la plaza de Viriato, uno de los zamoranos que hicieron historia, junto con do?a Urraca, o el Cid, el se?or campeador. Este elegante punto de encuentro en granito, piedra de arenisca y una malla vegetal, que regala su sombra en verano, est¨¢ flanqueado por el antiguo hospital de la Encarnaci¨®n (hoy sede de la Diputaci¨®n Provincial) y el palacio de los Condes de Alba y Aliste, convertido en parador.
En una esquina, entre sillares centenarios, surge la siguiente sorpresa: el Museo Etnogr¨¢fico de Castilla y Le¨®n. Un volumen audaz y rotundo, proyectado por Roberto Valle y el resto de su equipo. Piedra, aluminio y cristal para un museo que presenta la colecci¨®n de forma di¨¢fana y limpia, ofreci¨¦ndole la importancia que merece, sin competir con ella. Las piezas forman un delirio de colores textiles, objetos m¨¢gicos y pastoriles, cer¨¢micas y juguetes, realzados cada uno por una sabia y sobria muse¨ªstica. Un bello museo para recordar y perderse en nostalgias rurales de un mundo que no volver¨¢.
Desde ah¨ª, s¨®lo hay que dar unos pasos y atravesar de nuevo la plaza de Viriato para toparse con la iglesia de San Cipriano y la plazoleta que le da abrigo. Es ¨¦ste uno de los rincones m¨¢s recoletos y sugerentes de Zamora. La iglesia rom¨¢nica, muy transformada a lo largo de los siglos y sin grandes alardes ornamentales, es, por su escala y su ubicaci¨®n, una peque?a joya que invita a la contemplaci¨®n, rodeada de musgo y un pretil que asoma al r¨ªo y a la campi?a, cada vez m¨¢s rota en su soledad por construcciones de aspecto incoherente.
Cubo de piedra
Desde ese mismo mirador, y en un arrabal extramuros, aparece un edificio que nos retrotrae de golpe a la actualidad: el Museo de Zamora, otro de los logros de la nueva arquitectura de la ciudad. Se trata de un conjunto que ensambla con armon¨ªa la iglesia de Santa Luc¨ªa; el palacio renacentista del Cord¨®n, de espl¨¦ndida portada, y un cuerpo de nueva planta en forma de cubo de piedra. El proyecto es obra de los arquitectos Emilio Tu?¨®n y Luis Moreno Mansilla. Est¨¢ arropado por el tajo de conglomerado de arenisca que sujeta la ciudad medieval, y rodeado de pasarelas de madera, que le prestan intimidad y calidez, lo mismo que algunos pa?os de celos¨ªa y la abundante luz cenital que inunda con sutileza los interiores. El museo recoge fondos de arqueolog¨ªa y bellas artes, estos ¨²ltimos procedentes de la desamortizaci¨®n del XIX. De la colecci¨®n arqueol¨®gica destacan la cer¨¢mica campaniforme prehist¨®rica, los tesoros celtib¨¦ricos, algunos mosaicos romanos y ciertas piezas de orfebrer¨ªa visigoda.
Pero si lo que se desea es ver arte sacro, lo suyo es asomarse al Museo de la Semana Santa. All¨ª, los pasos y las esculturas, algunas firmadas por Benlliure, reciben al visitante en un ambiente de penumbra y acongoje, muy acorde con el esp¨ªritu pascual y su iconograf¨ªa de la angustia.
Retornemos al exterior y respiremos a pleno pulm¨®n urbano, esta vez en la plaza Mayor. C¨®mo no, una hermosa iglesia rom¨¢nica la preside, la de la Puerta Nueva, y una serie de edificios porticados le dan forma. En invierno, el tr¨¢nsito es escaso y se canaliza a trav¨¦s de las populosas calles peatonales de Santa Clara y San Torcuato, y la calle de San Andr¨¦s, que se estiran hacia levante y forman las arterias comerciales.
A partir de aqu¨ª el panorama se transforma radicalmente, salvo por las constantes apariciones de parroquias medievales. Comienza el segundo recinto amurallado, o segundo muestrario de arquitectura, con sus edificios ecl¨¦cticos, modernistas y regionalistas con profusi¨®n de flores, curvas, galer¨ªas acristaladas y hasta elementos cer¨¢micos, como se aprecia en el antiguo casino.
Notables son las viviendas de Francisco Farriol, en el m¨¢s puro estilo modernista, mientras que el racionalismo despunta por alguna esquina. En la calle de Santa Clara, el arquitecto pontevedr¨¦s Alejandro de la Sota construy¨® en 1959 un edificio de viviendas cuya discreta presencia y esp¨ªritu funcional no ocultan su elegancia.
Y por fin habr¨¢ que escapar de la tiran¨ªa del centro y caminar por los arrabales. Bajar por la calle de Balborraz, una empinada calleja con todo su sabor medieval recuperado, o la de Los Herreros, pasto de las tabernas que m¨¢s congregan en torno a sus vinos de Toro o a sus tapas suculentas. Junto al r¨ªo y a la iglesia de Santa Mar¨ªa de la Horta se alza esta vez un hotel de nuevo cu?o: el NH Palacio del Duero. Este hotel, de fachada sobria y sin sobresaltos, es obra de otro arquitecto zamorano, Francisco Somoza.
Siguen los proyectos
Su singularidad reside en haberse imbricado en los restos de un convento de las Comendadoras, del siglo XVI, del que poco queda porque se convirti¨® en planta de energ¨ªa el¨¦ctrica en 1896 y en f¨¢brica de alcohol en 1948. Esta superposici¨®n de usos ha dejado huellas interesant¨ªsimas que el arquitecto ha sabido integrar en un hotel de estilo funcional, convirti¨¦ndolo en un espacio acogedor que conserva una enorme chimenea de ladrillo encarada al rom¨¢nico de Santa Mar¨ªa. Una exposici¨®n fotogr¨¢fica permanente de Alberto Garc¨ªa Alix permite contemplar el dramatismo del lugar antes de su intervenci¨®n, y unas sorprendentes representaciones de las Meninas por los mejores grafiteros demuestra el talante de la nueva referencia hotelera zamorana.
Crucemos ahora el r¨ªo en direcci¨®n a otro acierto de la arquitectura contempor¨¢nea: la Fundaci¨®n Rei Afonso Henriques, de Manuel de las Casas. Esta edificaci¨®n horizontal en acero corten y cristal se yuxtapone con las ruinas de un convento franciscano del siglo XIV, del que apenas se conservan el ¨¢bside, un par de capillas y parte de la bodega. El conjunto no tiene fallas, y muestra una particular armon¨ªa en las proporciones y la conjunci¨®n de tres elementos: espacios de nueva planta, reaprovechamiento hist¨®rico y bellos jardines.
Pero la marca arquitect¨®nica de esta peque?a ciudad no se agota en un simple texto. Faltan por nombrar algunas obras de la arquitectura del siglo XX, como la Universidad Laboral de Luis Moya, en estilo neoherreriano, pero llena de pragmatismo racionalista; el recinto ferial, de Revillo y Fraile, de est¨¦tica industrial y ligereza lum¨ªnica, o el Centro de Interpretaci¨®n de Ciudades Medievales, de Rafael B¨¦rchez, a¨²n sin inaugurar, y que forma una sugerente caja de transparencias y piedra atrapada entre el r¨ªo y el tajo de la ciudad. A¨²n queda el Archivo Hist¨®rico, de Sergio de Miguel, con un atractivo patio que se inmiscuye en las salas de lectura a trav¨¦s de sus celos¨ªas de madera.
Por lo dem¨¢s, Moneo tendr¨¢ pronto nuevo museo para la colecci¨®n del escultor zamorano de principios del siglo XX Baltasar Lobo, y Patxi Mangado ha proyectado el Edificio de Congresos en la Universidad Laboral, y Alberto Campo Baeza, el Consejo Consultivo de Castilla y Le¨®n. No se puede pedir m¨¢s, s¨®lo que toda esta obra se llene de vida.
GU?A PR?CTICA
Dormir- Hostal Sol (980 53 31 52). Benavente, 2. C¨¦ntrico y digno. La habitaci¨®n doble, 46 euros.- NH Palacio del Duero (980 50 82 62). Tranquilo y confortable, frente a Santa Mar¨ªa de la Horta. La habitaci¨®n doble, desde 70 euros.- Parador de Zamora (980 51 44 97; www.parador.es). Plaza de Viriato, 5. En un antiguo palacio, c¨¦ntrico y acogedor. La doble, a partir de 142,31.Comer- Los Pelambres (980 53 51 11). Junto al r¨ªo, merendero con preciosas vistas y cocina tradicional. Alrededor de 15 euros.- La Oronja (980 53 40 38). Plaza del Maestro Haedo, 4. Deliciosa cocina estacional de autor. Precio medio, entre 40 y 50 euros.- Rinc¨®n de Antonio (980 53 53 70). Cuenta con una estrella Michelin. Excelente cocina tradicional restaurada, de autor.Men¨² degustaci¨®n, 55 euros.Lecturas- Alianza y condena, Claudio Rodr¨ªguez. Alianza Editorial, 1995.- Gu¨ªa de Arquitectura de Zamora, Joaqu¨ªn Hern¨¢ndez Mart¨ªn. Colegio de Arquitectos de Le¨®n. 16 euros.Informaci¨®n- Oficina de turismo de Zamora (980 53 36 94; www.zamora.es).- www.ayto-zamora.org.
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