Se necesita una gran ciudad
Todos los grandes pa¨ªses pivotan sobre al menos una gran ciudad. Otra cosa es que sea o no la capital. Ejemplos hay de sobra pero en cuanto a la premisa inicial llaman la atenci¨®n casos como los de Jap¨®n y Tokio, Francia y Par¨ªs, Gran Breta?a y Londres, Argentina y Buenos Aires o Espa?a y Madrid. De la segunda premisa pueden dar idea Estados Unidos y Washington, frente a Nueva York, Chicago o Los ?ngeles; Italia y Roma frente al eje Mil¨¢n-Tur¨ªn o a una escala m¨¢s "auton¨®mica" Florida y Tallahassee, frente a Miami, o Euskadi y Vitoria, frente al Gran Bilbao. El problema de Galicia no es, por tanto, que Santiago sea la capital, sino que Galicia no tiene ni Nueva York ni Los ?ngeles.
Vigo y A Coru?a no pueden entenderse como municipios a la antigua usanza, sino como ¨¢reas metropolitanas
?Qu¨¦ ser¨ªa de Catalu?a sin Barcelona? Muy poca cosa. Y otro tanto podr¨ªamos decir si nos plante¨¢semos qu¨¦ ser¨ªa de Andaluc¨ªa sin Sevilla y M¨¢laga o qu¨¦ ser¨ªa de Arag¨®n sin Zaragoza. Las ciudades de cierta entidad aportan una vida social, cultural, comercial, financiera y empresarial que irradia vitalidad dentro y fuera de s¨ª mismas.
Pues bien, de Galicia se pueden decir extravagancias como que es una gran ciudad, llena de verdes jardines, pero si al acabar ponemos los pies en la tierra, vemos -y sufrimos- que Galicia no tiene ninguna gran ciudad, por mucho que Vigo y A Coru?a, contando con sus castigadas ¨¢reas metropolitanas, empiecen a parecerse a ciudades intermedias. Y eso es en parte por razones hist¨®ricas y en parte por decisiones pol¨ªticas recientes, que frenaron los crecimientos de Vigo y de A Coru?a. Sin ir m¨¢s lejos, el Gobierno de Galicia, salvo en la breve etapa de Gonz¨¢lez Laxe, tuvo una concepci¨®n rural de las cosas, hasta el extremo de construir una autov¨ªa por la que, con suerte, van dos o tres coches, mientras Vigo y A Coru?a se colapsan a diario, haciendo insufrible la vida de sus ciudadanos, que por alguna raz¨®n misteriosa todav¨ªa no se han plantado frente a San Caetano al grito de incompetentes.
Mucha gente no sabe o, si lo sabe, no interioriza hasta sus ¨²ltimas consecuencias la importancia que tienen en estos asuntos las rivalidades personales. Alg¨²n ex conselleiro se llev¨® por delante a un ex alcalde de Vigo y, de paso, m¨¢s de un plan urban¨ªstico, temiendo que Manolo P¨¦rez le hiciera sombra. Hoy mismo, los alcaldes Abel Caballero o Javier Losada desatan envidias en una Xunta que sigue acomplejada ante las ciudades como si ¨¦stas la fuesen a devorar.
Vigo y A Coru?a ya no pueden entenderse como municipios a la antigua usanza, sino como aut¨¦nticas ¨¢reas metropolitanas, pero desde la Xunta se dedican a debatir qu¨¦ es un ¨¢rea metropolitana, en vez de arreglar el transporte y sentar las bases de futuro del desarrollo de un pa¨ªs como el gallego, necesitado de verdaderos motores econ¨®micos y culturales.
En este tipo de debates hay cosas que suenan pol¨ªticamente incorrectas, pero basta que nos adentremos en el diccionario de la Real Academia para darnos cuenta de que una ciudad es eso, "un conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya poblaci¨®n densa y numerosa se dedica por lo com¨²n a actividades no agr¨ªcolas". No agr¨ªcolas, precisa la RAE, que tambi¨¦n nos plantea sin eufemismos "lo urbano, en oposici¨®n a lo rural". En definitiva, que si le llamamos a las cosas por su nombre, debemos ir desprendi¨¦ndonos de la boina y poni¨¦ndonos manos a la obra, a riesgo de que ese so?ado jard¨ªn gallego se nos quede marchito con el paso del tiempo.
El consenso sin complejos se impone en la Galicia del siglo XXI. Y para ello quiz¨¢ no estar¨ªa mal seguir la hoja de ruta que plantea el socialista Ismael Rego cuando dice que, al igual que en Galicia se alcanzaron grandes acuerdos en lo que afecta a la lengua y a la articulaci¨®n institucional de la comunidad aut¨®noma, se deber¨ªa haber llegado a otro gran acuerdo sobre el territorio. No se trata de excluir a nadie, sino de potenciar a una o dos ciudades para que tiren del resto, atraigan inmigrantes y conviertan Galicia en un gran pa¨ªs, en vez de una gigantesca residencia de ancianos. La soluci¨®n no est¨¢ exclusivamente en los despachos de los conselleiros, pero es evidente que tambi¨¦n pasa por ellos. Sin m¨¢s complejos. Por Galicia.
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