Trece a?os en prisi¨®n por la cara
La polic¨ªa de C¨¢diz est¨¢ convencida de que un condenado por violaci¨®n fue confundido con otro hombre
Una y otra vez proclam¨® su inocencia: ante la polic¨ªa, ante el juez instructor y ante el tribunal que le juzg¨®. Rafael Ricardi Robles, que hoy tiene 48 a?os, fue arrestado en agosto de 1995 y desde entonces est¨¢ cumpliendo dos condenas de 18 a?os tras ser declarado culpable de violar a una joven en El Puerto de Santa Mar¨ªa (C¨¢diz). Pero la polic¨ªa asegura ahora que hay pruebas de ADN que evidencian que Ricardi no fue el autor del crimen, sino otro hombre con cierto parecido f¨ªsico a ¨¦l.
Al presunto inocente le perdi¨® su cara: la v¨ªctima declar¨® en comisar¨ªa que uno de sus dos violadores ten¨ªa "un defecto muy peculiar en la vista, sin poder concretar m¨¢s", seg¨²n consta en las diligencias tramitadas en su d¨ªa. Sin que se sepa muy bien por qu¨¦, la polic¨ªa fue en busca de Ricardi, un yonqui bizco, y la muchacha le identific¨® en una rueda de reconocimiento. En el juicio, concret¨® que su agresor "ten¨ªa un ojo a la virul¨¦". Y eso, junto con un an¨¢lisis gen¨¦tico dudoso, fue la perdici¨®n del reo. De nada sirvi¨® que la polic¨ªa alertase en 2000 del posible error: los jueces replicaron que el de Ricardi ya era un caso cerrado al haber sido penado tras ser reconocido por la v¨ªctima. Punto final. ?Hay un inocente entre rejas? Carmen, entonces con 18 a?os, regresaba a las tres de la madrugada del 12 de agosto de 1995 en un ciclomotor hacia su casa de la urbanizaci¨®n Vallealto de El Puerto de Santa Mar¨ªa. La calzada estaba cortada por unas piedras. Era una trampa. Fren¨® y en ese momento cayeron sobre ella dos encapuchados que le obligaron a punta de navajas a ir a un cercano terreno de eucaliptos. Fue maniatada y durante varias horas violada sobre una tabla. Ara?¨® a uno de los agresores y le quit¨® parcialmente la capucha, logrando ver su mirada y que "ten¨ªa un defecto muy peculiar en la vista".
El ADN descarta al reo y desenmascara a dos depredadores sexuales
La v¨ªctima dijo que el violador "ten¨ªa un defecto en la vista" ... y Ricardi es bizco
"Rafael siempre me dijo que ¨¦l no hab¨ªa violado a nadie" explica su abogado
Los jueces se?alan que es un caso cerrado, y la fiscal¨ªa pide "prudencia"
?Defecto en la vista? La polic¨ªa conoc¨ªa a un tal Ricardi, El Caballito, un drogadicto que sol¨ªa dormir en la calle, que era bisojo. As¨ª que a las pocas horas fue en su busca y lo detuvo. ?l asegur¨® que la tarde del 11 de agosto estuvo haciendo de gorrilla (aparcacoches espont¨¢neo), y que cuando reuni¨® 20 duros en propinas, compr¨® un bocadillo y a las 11 de la noche se fue a pernoctar bajo el puente de El Corribolo, hasta que se despert¨® sobre las nueve de la ma?ana del d¨ªa siguiente, dos horas antes de que le arrestaran. Neg¨® por activa y por pasiva haber violado a mujer alguna.
La joven afirm¨® que uno de los que la hab¨ªan vejado hab¨ªa sido Ricardi; no s¨®lo porque era bizco, sino porque su voz le recordaba mucho a uno de los tipejos que la forzaron mientras le escup¨ªan palabras soeces. Adem¨¢s, hab¨ªa un informe del Instituto Nacional de Toxicolog¨ªa de Sevilla sobre unos restos de semen en el que se sosten¨ªa que "se han encontrado todos los alelos" (genes) del sospechoso, si bien hay otros alelos que no se correspond¨ªan con los de ¨¦l. El 15 de octubre de 1996, la Audiencia de C¨¢diz le conden¨® a dos penas de 18 a?os al estimar que las declaraciones de la v¨ªctima "fueron tan claras, rotundas e inequ¨ªvocas que no dejaban lugar a dudas".
Ricardi, que carec¨ªa de antecedentes penales, pas¨® por las c¨¢rceles de El Puerto y Jerez para recalar hace un decenio en la de Topas (Salamanca), donde jam¨¢s fue visitado por ninguno de sus 10 hermanos. S¨®lo la menor de ¨¦stos, Milagros, le escribi¨® varias cartas a las que Rafael, analfabeto, contest¨® gracias a que otros presos garabateaban sobre el papel aquellas cosas que quer¨ªa que supiera su hermana. Pero ¨¦sta se march¨® a Estados Unidos y Rafael fue olvidado por todos durante dos lustros. Total: era un pobre desgraciado.
Ricardi, seg¨²n hab¨ªan sentenciado los jueces, era el individuo bajito, "con un defecto peculiar en su vista", que junto con otro malnacido -m¨¢s alto, con pronunciada calvicie, con bigote- hab¨ªa violado a Carmen y posiblemente a otras cuantas mujeres m¨¢s. La captura de Ricardi deber¨ªa haber puesto fin a las fechor¨ªas de esa extra?a pareja, pero no fue as¨ª. En la zona de El Puerto, Jerez y Puerto Real siguieron registr¨¢ndose durante a?os violaciones horribles a manos de un hombre menudo y de su amigo m¨¢s alto. El Bajito y El Alto, como les apodaba la polic¨ªa gaditana.
La inspectora Raquel D¨ªaz, de 41 a?os, madre de dos hijos, recibi¨® en 1998 el encargo de perseguir a los violadores, primero desde la Brigada Judicial de C¨¢diz y m¨¢s tarde desde el Grupo de Atenci¨®n a la Familia de El Puerto. Desde 1995 hasta 2000, 10 mujeres quedaron horrorizadas por el recuerdo de El Bajito y El Alto. La inspectora D¨ªaz y otras polic¨ªas se implicaron tanto que rastrearon muchos d¨ªas y muchas noches las zonas donde actuaban e, incluso, se prestaron a servir de cebo para los dos depredadores sexuales. ?stos no dejaban nada al azar: "Actuaban casi como un comando. Enmascarados con pasamonta?as o medias de mujer. Con guantes. Preparaban con antelaci¨®n el lugar al que iban a llevar a la v¨ªctima. Entre ellos utilizaban nombres de pila falsos para que as¨ª la polic¨ªa buscara a alguien que no se llamaba como ellos", recuerda la inspectora en un descampado de Puerto Real, pr¨®ximo a las v¨ªas, donde la siniestra pareja cazaba a sus presas sexuales.
El dictamen del Instituto de Toxicolog¨ªa que en 1995 sirvi¨® para empujar a Ricardi a la c¨¢rcel no era concluyente, ni mucho menos. Pero las t¨¦cnicas de investigaci¨®n gen¨¦tica estaban entonces en mantillas. Sin embargo, el mismo organismo efectu¨® el 18 de enero de 2000 otro estudio sobre el semen encontrado en una gasa de la violada y -?sorpresa!- concluy¨® que no pertenec¨ªa a Ricardi, gracias a los nuevos marcadores gen¨¦ticos introducidos en la anal¨ªtica forense. El jefe de la Brigada Judicial de C¨¢diz, Teodoro Fern¨¢ndez, se enter¨® de este hecho unos meses despu¨¦s y alert¨® a los jueces, seg¨²n explica Jos¨¦ Mar¨ªa Deira, comisario provincial de C¨¢diz y autor de Las espinas del Ed¨¦n, una reciente novela sobre un inmigrante senegal¨¦s.
La Audiencia gaditana estableci¨® que "no puede producirse la revisi¨®n de la pena impuesta a Ricardi porque en su d¨ªa fue condenado con todas las garant¨ªas porque la v¨ªctima le reconoci¨® e identific¨® su voz entre seis personas". Y porque el ADN s¨®lo sirvi¨® para "reforzar" los indicios. Caso cerrado. ?Y las dudas que ahora hab¨ªan surgido? Nada: caso cerrado. Pero...
En junio de 2007, la polic¨ªa detuvo en Jerez a un tal Fernando P. G., un alba?il de 53 a?os, corto de estatura, al que un juez reclamaba por maltratar a su familia y que, adem¨¢s, estaba fichado por abusar sexualmente de una hija. La polic¨ªa decidi¨® sacarle una muestra de saliva para obtener el ADN. Gracias a eso, la Comisar¨ªa General de Polic¨ªa Cient¨ªfica dictamin¨® que ese mismo ADN se hab¨ªa encontrado en cuatro violaciones. Entre ellas, la de Carmen, por la que Ricardi se encuentra entre rejas desde 1995.
El tal Fernando P., que estaba libre, fue detenido en marzo pasado ante las pruebas gen¨¦ticas reunidas contra ¨¦l. ?Qui¨¦n demonios es El Alto que asaltaba a mujeres si El Bajito es Fernando P. y no Rafael Ricardi? Buena pregunta. Los polic¨ªas de C¨¢diz, con el comisario Deira y la inspectora D¨ªaz a la cabeza, empezaron a buscar qui¨¦n era el que pod¨ªa haber actuado en alguna ocasi¨®n con el tal Fernando. Y as¨ª surgi¨® en escena Juan B. G., de 53 a?os, que estaba preso por abusar de una de sus numerosas hijas. ?Otro delincuente sexual! Ambos sujetos hab¨ªan atracado juntos varias empresas y bancos de la zona de Jerez.
Autorizada por un juez, la polic¨ªa acudi¨® a prisi¨®n y oblig¨® a Juan a dejarse extraer una muestra de saliva. Los an¨¢lisis confirmar¨ªan que su perfil gen¨¦tico coincide con el encontrado en una de las violaciones en la que tambi¨¦n intervino supuestamente su compinche. Las caras de ambos tienen muchas similitudes con los retratos-robot elaborados por la polic¨ªa desde hace varios a?os. Sobre todo el de Juan, el individuo alto, calvo, con bigote, confeccionado a?os atr¨¢s con la descripci¨®n dada por una mujer que descubri¨® que estaba siendo seguida por dos hombres durante varios d¨ªas. Eran El Alto y El Bajito.
Los investigadores est¨¢n convencidos de que Ricardi es inocente y que posiblemente fue confundido con Fernando P. porque ¨¦ste tambi¨¦n tiene "un defecto muy peculiar en la vista": un ojo m¨¢s grande que otro y, sin las gafas que usa habitualmente, tiene la mirada como hundida. ?Ser¨ªa a esto a lo que se refer¨ªa Carmen, la chica de la motocicleta violada el 12 de agosto de 1995?
Fernando y Juan eran despiadados: se apostaban en un descampado y observaban el paso de mujeres solas, tras lo que en los d¨ªas posteriores preparaban el colch¨®n o los cartones donde abusar¨ªan de una de ellas durante tres o cuatro horas. Una salvajada.
Una joven, raptada cuando sal¨ªa de trabajar en El Puerto, fue obligada a conducir su coche hasta un viejo manicomio. "La v¨ªctima qued¨® aterrorizada no s¨®lo por las m¨²ltiples violaciones, sino por el crujido de las maderas y el sonido del viento en las ventanas", cuenta la inspectora. En tres ocasiones se llevaron por la fuerza a tres parejas de novios: maniataban al chico y abusaban de la chica una y otra vez... hasta que los agresores se agotaban. La polic¨ªa tiene acreditada, a trav¨¦s del ADN, su participaci¨®n en cinco violaciones.
Nadie ha informado a Rafael Ricardi de los descubrimientos policiales que dan un vuelco a su situaci¨®n. El pasado mi¨¦rcoles, alertado posiblemente por alg¨²n compa?ero de celda, present¨® un recurso de h¨¢beas corpus para ser llevado inmediatamente ante un juez. Pero el magistrado ni siquiera quiso verlo, alegando que la condena que pesa sobre ¨¦l es firme, seg¨²n fuentes del penal de Salamanca. Su familia, sobre todo su hermana Milagros, ha visitado la Fiscal¨ªa de C¨¢diz para empezar una batalla contra la supuesta injusticia. El abogado de oficio Miguel Fern¨¢ndez-Melero, que defendi¨® en su d¨ªa al presunto inocente, recuerda con nitidez: "Yo le pregunt¨¦ a Rafael si era inocente... y desde el principio, y durante muchos meses, siempre proclam¨® que no hab¨ªa violado a nadie. Yo era su defensor y creo que me dec¨ªa la verdad. ?C¨®mo me iba a enga?ar? Igual que nadie va a su m¨¦dico y le dice que le duele un pie cuando lo que le duele es la mano".
Sin embargo, la Justicia est¨¢ poco o nada dispuesta a iniciar un proceso extraordinario de revisi¨®n de la condena que mantiene entre barrotes al "preso mod¨¦lico" Ricardi. La fiscal jefe de C¨¢diz, ?ngeles Ayuso, ha asumido el asunto, a la vez que pide prudencia sobre lo que sostiene la polic¨ªa. Dura lex, sed lex. Ya se sabe: la ley es dura, pero es la ley.
"Por lo menos, en la c¨¢rcel come a diario"
A Rafael Ricardi Robles le conocen muchos vecinos de El Puerto de Santa Mar¨ªa como El Caballito por su forma de caminar, que, seg¨²n dicen, recuerda el trote de un equino. Su hermana Milagros relata en su casa de El Puerto de Santa Mar¨ªa que sufri¨® de joven un accidente de moto que le dej¨® destrozada la columna vertebral. Su padre, Rafael, calafateador, y su madre, Josefa, vendedora de cupones de la ONCE, engendraron 12 hijos (uno de ellos, Manuel, epil¨¦ptico, muri¨® ahogado en el mar; y otra hija muri¨® siendo beb¨¦).Rafael era un chico bajito, t¨ªmido e introvertido, que cobraba unos duros por una pensi¨®n de la Junta de Andaluc¨ªa. Es analfabeto. Tuvo con una mujer una hija que hoy cuenta 22 a?os. Pero rompi¨® con ella y se enred¨® con una toxic¨®mana a la que apodan La Negra, que, seg¨²n la familia, "sal¨ªa a la carretera a prostituirse" y con la que tiene un adolescente de 16 a?os.Rafael no trabajaba. Si acaso, como gorrilla: dirigiendo las maniobras de los automovilistas que intentaban aparcar en las calles de El Puerto. "Dorm¨ªa en la calle, estaba sucio y desnutrido. Le buscamos hasta siete centros de desintoxicaci¨®n y de todos se escap¨®. Todos los hermanos sufrimos mucho entonces. ?Y nos cansamos de ¨¦l!", admite Milagros, madre de tres ni?os y convertida en improvisada portavoz de los Ricardi."Creemos que este hombre no cometi¨® las violaciones por las que est¨¢ condenado. Pero la verdad es que est¨¢ vivo gracias a los 13 a?os que lleva preso, porque come a diario y est¨¢ aseado; si no, la droga le habr¨ªa matado en la calle", comenta un polic¨ªa. No obstante, ¨¦ste admite que es muy duro estar recluido y m¨¢s a¨²n si eres un presunto inocente.La inspectora Raquel D¨ªaz ha dedicado los ¨²ltimos a?os de su vida a aclarar la oleada de violaciones que hubo en El Puerto y sus alrededores y ha visitado repetidas veces a Ricardi en el penal. En alguna ocasi¨®n admiti¨® que ¨¦l hab¨ªa violado a una chica e incluso dijo que lo hab¨ªa hecho con otro toxic¨®mano, cuya identidad facilit¨®. ?Qui¨¦n sabe por qu¨¦ lo hizo? La ciencia apunta a otras personas, aunque quiz¨¢s es demasiado tarde: a este hombre maltratado por la vida le faltan s¨®lo dos a?os para acabar de cumplir la condena, gracias a la redenci¨®n de penas por el trabajo y a la aplicaci¨®n del antiguo C¨®digo Penal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.