Naufragio
Al viejo marinero una poliomelitis infantil le hab¨ªa dejado una pierna quebrantada, pero no hasta el punto que le impidiera caminar con una cojera en cierto modo muy elegante. Estaba enrolado en una barca de pesca, que faenaba por las aguas placenteras del mediterr¨¢neo y pese a este quebranto era el marinero m¨¢s apreciado por el patr¨®n. En el bar de pescadores un d¨ªa le habl¨¦ del capit¨¢n Acab. Le dije que este personaje, siendo tambi¨¦n cojo, se enfrent¨® con gran coraje a una ballena asesina y se convirti¨® en un h¨¦roe de la literatura universal. "Yo s¨®lo me peleo con salmonetes y a lo sumo con alguna gamba" -exclam¨® el viejo marinero para rebajar la conversaci¨®n al nivel de la cazalla que estaba tomando. Este hombre, con los a?os, hab¨ªa terminado por incorporar la cojera a su personalidad como un signo de distinci¨®n e incluso se pod¨ªa pensar que estaba orgulloso de tener una pierna m¨¢s corta que otra, pero un d¨ªa las cosas se le torcieron de verdad. Durante una jornada de pesca se produjo una tempestad y la barca naufrag¨®, aunque el viejo marinero consigui¨® agarrarse a un madero y as¨ª se mantuvo a flote varias horas hasta que fue rescatado por un mercante de bandera alemana. A bordo le exploraron el da?o que pudo haber sufrido su cuerpo. Dos alemanes comenzaron a tirar con mucha rudeza de su pierna mala tratando de igualarla in¨²tilmente con la buena. "?Dejadme, que yo soy as¨ª!" -gritaba el viejo marinero una y otra vez sin que los socorristas comprendieran el significado de sus alaridos. Ellos pugnaban por encajarle los huesos con un inter¨¦s denodado. "?Soy as¨ª, estoy mal hecho, dejadme!", gem¨ªa el n¨¢ufrago entre blasfemias de dolor. Finalmente los alemanes consiguieron destrozarle la pierna hasta dejarla in¨²til por completo y desde entonces el viejo marinero ya nunca fue el mismo. Perdi¨® la gracia personal que ten¨ªa al caminar y dada su edad avanzada cre¨ªa, seg¨²n me dijo, que ya no le quedaba tiempo de incorporar este nuevo quebranto a su vida hasta convertirlo en una forma de elegancia. He pensado muchas veces en este viejo marinero. Las heridas que se arrastran desde muy lejos envueltas con los a?os son las que nos definen siempre y al final nos permiten alcanzar la dignidad en medio del naufragio.
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