Ponte el chador, Barbie
El a?o que viene, Barbie cumple cincuenta. Un aniversario importante que Mattel, la primera firma de juguetes del planeta, celebrar¨¢ con pompa y bombardeo medi¨¢tico. No es para menos. La eternamente joven muchacha, creada en 1959 por Ruth Handler, se apoder¨® del mercado de juguetes en el siglo pasado. Las cifras de la compa?¨ªa hablan de m¨¢s de mil millones -han le¨ªdo perfectamente- de "unidades" vendidas en 150 pa¨ªses desde que vino al mundo.
Construida a escala 1/6, la ideal para sus j¨®venes clientas, y convertida en objeto de coleccionismo para nost¨¢lgicas adultas que jugaron con ella (en Christie's se ha llegado a pagar 9.000 libras por un ejemplar vintage), Barbie es uno de los grandes iconos de la cultura popular. Gracias a su feminidad enf¨¢tica, a sus adaptaciones ¨¦tnicas, y a su deliberadamente ambigua identidad sexual y de clase con Barbie puede identificarse cada una de sus destinatarias. Barbie no tiene marido, ni hijos (aunque podr¨ªa tenerlos), ni jefes, ni profesores, a Barbie no le obsesionan los curas ni los cl¨¦rigos, no cree en casi nada. Barbie es Barbie. Su mundo se centra en ella misma y en Ken, su novio, que se presenta como su prolongaci¨®n (o gadget), y con el que sostiene una relaci¨®n de l¨ªquida intensidad postsexual. La ¨²nica identidad clara de Barbie es que es un ser-para-el-consumo. A Barbie lo que le "pone" es comprar. Por eso Mattel ha ido ampliando la panoplia de modelitos, gadgets y complementos desde el mismo d¨ªa que la lanz¨® al mundo.
Por si alguien todav¨ªa dudara de esa cualidad de icono cultural, Warhol, que ten¨ªa un olfato adiestrado, la retrat¨® en su momento. Y en 1976, cuando s¨®lo llevaba 17 a?os en este mundo, la criatura tuvo el honor de ser incluida entre los contenidos de la muy oficial time capsule que el Gobierno de Estados Unidos enterr¨® con ocasi¨®n del bicentenario del pa¨ªs, para que las civilizaciones del futuro -si todo esto no se ha ido definitivamente al traste- sepan de qu¨¦ iba el siglo XX.
Aunque parezca imposible, Barbie tiene enemigos. En Occidente no todos est¨¢n de acuerdo con su estilo de vida, a pesar de que Barbie nunca pretendi¨® imponerlo (al menos con las armas). Y en la "islamoesfera" su aspecto y su actitud no se consideran apropiadas, por lo que ha sido vetada por cl¨¦rigos empe?ados en "transformar a mujeres en fantasmas" (?lie Barnavi: Las religiones asesinas). En todo caso, su influencia en algunos de esos lugares es tan enorme que los padres que pueden permit¨ªrselo siguen adquiri¨¦ndola para sus hijas en el mercado negro de Riad o Teher¨¢n, donde nunca han podido triunfar las variedades aut¨®ctonas dise?adas para destronar a la princesa laica.
En los ¨²ltimos d¨ªas nos hemos enterado de que Qorban-Ali Dori Nayafabadi, un cl¨¦rigo ultramontano que ejerce de fiscal general en la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n, vuelve a cargar contra la cincuentona -pero a¨²n impecable- mu?eca. Y los guardianes de las esencias totalitarias desentierran de nuevo la panoplia de argumentos "antibarbiescos": que su influencia echa a perder a las j¨®venes iran¨ªes, que es un caballo de Troya introducido por Occidente para corromperlas, que su cuerpo no es precisamente un modelo de modestia isl¨¢mica (demasiado pechugona, la Barbie), que sus valores no son los tradicionales. Y, en fin, que su comercializaci¨®n causa un tremendo da?o a la industria juguetera iran¨ª, empe?ada en colocarle a los ni?os la parejita isl¨¢micamente correcta de Sara y Dara (los interesados en ellos pueden consultar kanoonparavaresh.com/darasara). Por bien de la identidad isl¨¢mica, si Barbie desea visitar Ir¨¢n va a tener que colocarse el chador, ocultar sus formas (¨²ltimamente m¨¢s rellenitas gracias al lobby antianor¨¦xico) y comportarse como Dios -el Clemente, el Misericordioso- manda. Es curioso, la rubia asexuada (siempre me record¨® a Doris Day) convertida en chica mala. Todo un carrer¨®n.
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