El rastro nocturno del 'sheriff'
Coslada vive su primera noche de fin de semana sin la sombra del jefe de polic¨ªadetenido - Bares y discotecas respiran con contenido alivio e incertidumbre
De buen comer. "Siempre ped¨ªa lo m¨¢s caro. No pagaba, claro. Solomillo. Buen pescado. Y el mejor vino. Era un gourmet, el muy cabr¨®n". Lo cuenta quien sirvi¨® a Gin¨¦s Jim¨¦nez, el sheriff, durante varios a?os en un restaurante de Coslada. "Llegaba con dos de sus hombres. El calvo y el barbas. El due?o del restaurante le invitaba siempre", prosigue. "Mira, ese t¨ªo es un psic¨®pata. ?Has visto la pel¨ªcula Encerrado, de Stallone? Es la cara de loco que ten¨ªa ¨¦l. Hasta que no vaya a la c¨¢rcel, no contar¨¦ m¨¢s", dice liquidando la conversaci¨®n en la barra de su establecimiento.
Gin¨¦s Jim¨¦nez Buend¨ªa, el sheriff, de 52 a?os, hac¨ªa y deshac¨ªa en Coslada desde 1986, cuando fue nombrado jefe de la Polic¨ªa Local. Desde fuera parec¨ªa un tipo campechano. De pueblo, de su Alcantarilla (Murcia) natal. Quiz¨¢ por ser licenciado en periodismo, atend¨ªa siempre con inaudita colaboraci¨®n a la prensa. Su tel¨¦fono lo ten¨ªa en cualquier redacci¨®n el ¨²ltimo becario.
"Es muy chulo. Jam¨¢s pag¨® una copa en mi bar", dice un empresario
"Prefer¨ªa los bares que hacen caja y aguantan hasta las seis", cuenta otro
En el pueblo era diferente. Todos dicen ahora que sab¨ªan de sus andanzas, pero a pesar de las pintadas, de la encendida alegr¨ªa del d¨ªa de la detenci¨®n y de las celebraciones que en algunos bares se rend¨ªan el viernes con iron¨ªa a San Gin¨¦s, las batallitas se cuentan con cautela. "No sea que ma?ana vuelva", dice la noche del viernes el encargado de un bar de la calle Uruguay. El primer fin de semana que Gin¨¦s no manda, se vive un clima de contenido alivio en Coslada. En El Tebeo, una c¨¦ntrica discoteca donde se niegan a hablar del gran acontecimiento que ha vivido el municipio de 83.200 habitantes, una camarera sirve alegremente copas vestida de polic¨ªa.
Gin¨¦s corr¨ªa poco por los bares que cierran pronto. "Prefer¨ªa los grandes. Los que hacen caja y aguantan hasta las seis", cuenta el encargado de un peque?o pub. Aunque no entrara en el local, le tem¨ªan. "Pasaba mucho por aqu¨ª delante. Iba siempre en un Renault Laguna gris oscuro".
La situaci¨®n ahora es de calma tensa, una transici¨®n hacia lo desconocido. "El primer fin de semana sin Gin¨¦s, Coslada est¨¢ como Espa?a cuando muri¨® Franco. Nadie sabe qu¨¦ viene despu¨¦s", dice el due?o del bar heavy Jethro Tull, a cuya clientela ten¨ªa especial aversi¨®n Gin¨¦s. "Ven¨ªa mucho, con sus hombres", cuenta el due?o. "Nunca le invit¨¦ a una copa y hac¨ªa redadas constantes. Es muy serio. Siempre con dos gorilas. Todo lo dec¨ªa de forma indirecta: 'Es que no colaboras' o 'esto es lo que hay". Seg¨²n el due?o, Gin¨¦s se rodeaba siempre de polic¨ªas j¨®venes para realizar las visitas. "Todos muy musculados. Ellos falseaban las denuncias".
Los propietarios de locales de la zona coinciden en que era sibarita y en que si no hab¨ªa su ginebra, Gordons, les hac¨ªa salir a buscarla o empezaba a pedirles las licencias. "?l ni ense?aba su placa, pero muchos de sus hombres la sacaban para beber o para entrar con menores".
En la zona de discotecas cercana a la cl¨ªnica Asepeyo, el due?o de un local de clientela rumana cuenta c¨®mo Gin¨¦s acud¨ªa en las primeras semanas de la apertura. "Jam¨¢s pag¨® una copa, por supuesto". "Es muy chulo. Nunca le he visto de uniforme. Siempre de traje y armado. Me acusaba injustamente de que se vend¨ªan drogas y de tener prostitutas".
Las noches del sheriff y El Bloque, como apodaban al grupo de hombres que le acompa?aban y como la polic¨ªa bautiz¨® la operaci¨®n, terminaban, a menudo, en los locales de prostituci¨®n de la avenida Pr¨ªncipes de Espa?a. La mayor¨ªa se?alan hacia el club Oasis, regentado por la rumana Alexandra, cuando se inquiere por las preferencias de Gin¨¦s.
"Yo me gano el dinero con el sudor de mi cuerpo", dice completamente fuera de s¨ª Mara, una madame marroqu¨ª, palme¨¢ndose con fuerza las nalgas. Su local, el Eros, est¨¢ pegado al Oasis. Su due?a, dice la marroqu¨ª, "la chup¨® aqu¨ª mucho tiempo, no era nadie". Pero hizo contactos, mont¨® el local y con la ayuda de la polic¨ªa consigui¨® ser el prost¨ªbulo m¨¢s concurrido.
El local de Mara es un templo de la cochambre. No tiene, dice, ni para pagar las botellas. Cuando recibe la visita de los periodistas, con el local ya casi cerrando al filo de las tres y media, saca una carpeta llena de denuncias. "Aqu¨ª Gin¨¦s no follaba gratis. Ni ¨¦l ni ning¨²n polic¨ªa. Estas denuncias son la prueba", grita mientras confiesa que la presi¨®n policial la ha sumido en una crisis de ansiedad y que tiene que medicarse constantemente.
En el Oasis, la due?a, una rumana con una peluca rubia platino, esboza una sonrisa y dice que en su local no hay prostitutas y que no conoce, "de nada", al sheriff. "Aqu¨ª nunca vino".
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