Yo soy la justicia
Situado, en principio, en esos territorios del cine de consumo que le libran de ser considerado un autor, James Wan, cineasta sin estilo ni aparente ambici¨®n, podr¨ªa estar convirti¨¦ndose en una anomal¨ªa digna de estudio. Su debut, Saw (2004), fue un psycho-thriller m¨¢s o menos eficaz e ingenioso, lastrado por su mimetismo del modelo Se7en (1995) que, no obstante, acu?aba un nuevo arquetipo de monstruo para los tiempos de la correcci¨®n pol¨ªtica: Puzzle, el asesino pasivo, capaz de jugar con la culpa de unas v¨ªctimas que, a su vez, eran recicladas como mano ejecutora. Tras dejar instituida la franquicia, Wan parece haberse especializado en la revisi¨®n de modelos gen¨¦ricos con la caducidad cumplida: Silencio desde el mal (2007) funcionaba como un destilado en miniatura de lugares comunes, temas arquet¨ªpicos y constantes de la historia del horror cl¨¢sico en un desfile de claves est¨¦ticas que iba del expresionismo al g¨®tico sure?o.
SENTENCIA DE MUERTE
Direcci¨®n: James Wan.
Int¨¦rpretes: Kevin Bacon, John Goodman, Kelly Preston, Aisha Tyler.
G¨¦nero: thriller. Estados Unidos, 2007.
Duraci¨®n: 106 minutos.
Su trabajo m¨¢s reciente, Sentencia de muerte, establece un extra?o di¨¢logo con las fuentes literarias y cinematogr¨¢ficas que articularon ese t¨ªtulo fundacional -y hoy tan desprestigiado- del cine de vigilantes de los setenta que fue El justiciero de la ciudad (1974), la pel¨ªcula de Michael Winner que sublim¨® la figura de Charles Bronson como lac¨®nico e implacable fascista civil. Hasta el momento, todas las pel¨ªculas de Wan son insuficientes, pero su trayectoria parece indicar que, bajo la apariencia del manufacturero de productos de consumo, late un tipo con m¨¢s ambici¨®n de discurso de lo que podr¨ªa parecer a simple vista.
Sentencia de muerte es, sobre el papel, una adaptaci¨®n de la novela hom¨®nima que Brian Garfield escribi¨® en 1975 como secuela de su anterior Death Wish, inspiradora de El justiciero de la ciudad. En realidad, Wan no pretende ser fiel a la letra de Garfield, pero s¨ª al esp¨ªritu de un competente artesano de la literatura popular y a los modos y maneras de un desprestigiado sub-g¨¦nero cinematogr¨¢fico al que se acerca sin distancia posmoderna. As¨ª, Sentencia de muerte es, esencialmente, El justiciero de la ciudad por otros medios, con Kevin Bacon asumiendo el espinoso rol de Charles Bronson bajo una grimosa luz telef¨ªlmica. O, tambi¨¦n, un puro producto grindhouse para los tiempos en los que el concepto s¨®lo tiene sentido como discurso de segundo (o tercer) grado bajo el filtro del metalenguaje o la poscinefilia. Quiz¨¢ Sentencia de muerte sea una respuesta a los ¨²ltimos trabajos de Rodr¨ªguez y Tarantino: una loncha, revenida, de incorrecci¨®n pol¨ªtica sin coartada alguna.
Esta historia con padre que venga la muerte de su hijo no logra abrazar su anhelada pureza: Wan no puede remediar caer en la cita pop -el homenaje a una portada de Hardboiled, c¨®mic de Geof Darrow y Frank Miller-, ni contener a John Goodman en su empe?o de bordar dos escenas poderosas, memorables, recorridas por un negr¨ªsimo humor, verdaderos trozos de buen cine en un conjunto que aspiraba a lo contrario.
Babelia
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