Prisionero del plan

El presidente del Gobierno ten¨ªa que recibir al lehendakari por razones institucionales, aun sabiendo que la reuni¨®n no servir¨ªa para desactivar las pretensiones de Ibarretxe y que ¨¦ste tratar¨ªa de convertirla en alimento para el victimismo.

Atrapado en un discurso circular desde el pasado mes de septiembre, cuando se cerr¨® cualquier salida pol¨ªtica al poner fecha a la consulta, Ibarretxe no hab¨ªa tenido que enfrentarse hasta ahora a las consecuencias de sus decisiones fuera del ¨¢mbito del PNV, al que ha terminado por arrastrar a su proyecto para evitar que se agudicen las tensiones internas. A la salida del encuentro, Ibarretxe acus¨® a Zapatero de estar enrocado y a la defensiva. Pero lo que no pudo ocultar es que es ¨¦l quien hab¨ªa llegado a la reuni¨®n atado al m¨¢stil de su plan, tanto frente a los ciudadanos como frente a su partido.

Esta condici¨®n de prisionero de su propio calendario -por el que en junio debe reunirse el pleno del Parlamento de Vitoria para autorizar la convocatoria de la consulta para el 25 de octubre- ha dejado al descubierto la inconsistencia del artefacto ideado por el lehendakari, cuyo objetivo parece siempre envuelto en la ambig¨¹edad de si es para terminar con ETA o para lograr avances soberanistas con el pretexto de ETA.

Ibarretxe dijo llevar a La Moncloa una propuesta de negociaci¨®n abierta, pero lo que present¨® en p¨²blico y por adelantado fue una propuesta de adhesi¨®n a un proyecto nacionalista de corte soberanista que en manera alguna refleja la pluralidad vasca. Una propuesta suya personal que ha sido formulada sin contar con las instituciones vascas y para cuya eventual aceptaci¨®n, adem¨¢s, el presidente del Gobierno carece de competencias.

Lament¨® el lehendakari que Zapatero estuviera dispuesto a asumir en Loyola lo que se niega a discutir con ¨¦l. Es cierto que, al hacerlo, identifica uno de los flancos que se le abri¨® al Gobierno con aquellas conversaciones; pero revela una mala fe extraordinaria pretender que lo que fue considerado como parte de una negociaci¨®n destinada a facilitar la retirada de ETA pueda convertirse en concesiones al nacionalismo soberanista con el argumento pueril de que una vez conseguido la banda no tendr¨¢ m¨¢s remedio que abandonar la violencia. Mala fe, adem¨¢s, porque no fueron s¨®lo los socialistas vascos, sino tambi¨¦n el PNV, quienes se negaron a continuar bajo la amenaza de ETA. Si los terroristas amenazan ahora m¨¢s que entonces, e incluso hacen efectivas sus amenazas, resulta incongruente que el lehendakari quiera proseguir como si no estuviera pasando nada.

Las alternativas que se abren ahora ante Ibarretxe son limitadas. O bien disuelve la consulta en una convocatoria anticipada de elecciones, una decisi¨®n para la que s¨ª tiene competencias, o bien se lanza por el camino de desbordar la legalidad. Aparte de las incertidumbres de la confrontaci¨®n a la que podr¨ªa dar lugar una iniciativa de esta naturaleza, el coste electoral para el PNV ser¨ªa muy elevado. Y el PNV lo sabe.