El vac¨ªo con pretensiones de Wim Wenders
El realizador alem¨¢n presenta una aburrida pel¨ªcula
A principios de los a?os sesenta, un joven director alem¨¢n llamado Wim Wenders describ¨ªa el viaje nihilista y sin meta de hombres atormentados que hu¨ªan de algo intentando buscarse a s¨ª mismos. El vagabundeo de estos solitarios por pueblos y ciudades olvidadas de Alemania estaba expresado con im¨¢genes potentes en pel¨ªculas sugerentes y l¨ªricas, en blanco y negro, con los di¨¢logos justos. Se titulaban Alicia en las ciudades y En el curso del tiempo. Cambi¨® de escenario en Paris-Texas. All¨ª un hombre con gesto alucinado caminaba incansablemente a trav¨¦s del desierto y atravesando carreteras secundarias para encontrar al amor perdido.
Wenders no ha parado desde entonces de hacer pel¨ªculas desarrollando esa obsesionante tem¨¢tica, pero su cine est¨¢ seco, descafeinado, huele a impotencia creativa, a f¨®rmula, a pesadez, a manierismo, a lamentable degradaci¨®n de lo que antes estuvo admirablemente expresado. Ha presentado en Cannes Cita en Palermo. Con resultados pat¨¦ticos. Durante la proyecci¨®n hab¨ªa gente que desertaba de la sala ante la pretenciosa oquedad de lo que estaban viendo y oyendo, y en la posterior rueda de prensa la sala estaba semivac¨ªa, algo muy triste en el caso de uno de los directores m¨¢s ancestralmente mimados por los festivales de cine.
El filme franc¨¦s 'Entre les murs' hace didactismo del bueno
En esta ocasi¨®n se trata de un reputado fot¨®grafo de moda que decide escapar porque se cree perseguido por un enemigo invisible. Igualmente su vida anda en naufragio sentimental y aunque se lo disputen las top-model y las m¨¢s prestigiosas campa?as cree que su c¨¢mara est¨¢ prostituida, que ha renunciado a captar los misterios y la esencia de las personas y las cosas. Busc¨¢ndose a s¨ª mismo (a estas alturas, tan mayores ya el desesperado protagonista y su est¨¦ril creador) aterrizar¨¢ en la enigm¨¢tica Palermo donde una restauradora de arte le ayudar¨¢ a descubrir los agresivos fantasmas que le acosan. No me pregunten si lo consigue o no. Da igual.
Todo suena a impostura en el problem¨¢tico viaje de este pavo de dise?o que fotograf¨ªa con ¨ªnfulas de arte el ex¨®tico entorno, se pone ciego de alcohol para adormecer su sufrimiento interno y nunca se despega de unos auriculares que vomitan la m¨²sica con la que se identifica su apesadumbrado estado de ¨¢nimo. Wenders siempre ha sido un mel¨®mano con excelente gusto y la m¨²sica que escuchamos es muy buena, pero el resto de la peripecia existencial es tedioso y suena a falso. Incluso grotesco cuando aparece sin ning¨²n motivo el esp¨ªritu de Lou Reed d¨¢ndole consejos de supervivencia al angustiado. Tambi¨¦n aparece Dennis Hopper, el antiguo amigo americano, encarnando a la amenaza paranoica. Cita en Palermo provoca sensaciones que est¨¢n entre el aburrimiento y la verg¨¹enza ajena. Satura la vana acumulaci¨®n de pretensiones po¨¦ticas y psicol¨®gicas. Ojal¨¢ que Wenders vuelva a ser el que fue alguna vez, que recupere la inspiraci¨®n, pero la cosa est¨¢ muy chunga.
Todo lo contrario ocurre en la pel¨ªcula francesa Entre les murs. La dirige Lauren Cantet, un hombre que sabe extraer verdad y sentimiento a sus personajes, como demostr¨® en Recursos humanos y El empleo del tiempo. En esta ocasi¨®n hace didactismo del bueno con un estilo cercano al docudrama al retratar la experiencia de un profesor joven que comienza a dar clase de franc¨¦s en un colegio conflictivo y mestizo, poblado mayoritariamente por hijos de la inmigraci¨®n que sienten alergia ante la autoridad. Es una pel¨ªcula que respira autenticidad, que huye del manique¨ªsmo, con chavales que no interpretan sino que son ellos, que reproduce con matices y humanismo una complicada realidad.
Barry Levinson es un autor tan ambicioso como irregular que, a veces, ha acertado memorablemente en comedia y en drama como lo demuestran Dinner y Sleepers, ha sido el encargado de clausurar el festival con What just happened? La mirada de Levinson sobre las tribulaciones de un acorralado productor de Hollywood, dependiente de los caprichos de su agresiva estrella, la negativa de un director punky a cambiar el arriesgado y salvaje final de su pel¨ªcula, la presi¨®n de los financieros, la relaci¨®n psicoanal¨ªtica que mantiene con su ex mujer, el acoso de trepas voluptuosas, el trapicheo con agentes enloquecidos, es tan ¨¢cida como divertida. Tambi¨¦n sirve para recuperar en una actuaci¨®n sobria y magn¨ªfica de Robert de Niro, un actor que andaba perdido e insoportablemente histri¨®nico desde hac¨ªa demasiado tiempo, desde sus magistrales composiciones en Heat y Casino.
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