No ver a los invisibles es ser ciego
"Vi al primero delante de los grandes almacenes Neckermann, al segundo cerca del cine Metro en el Schwan, al tercero en la vieja ?pera. (...) El primero colgaba tan alto que se le podr¨ªa haber tomado, en el mejor de los casos, por un afanoso limpiador de cristales. Al segundo se le ve¨ªa, sin embargo, bambolearse; el viento lo giraba bien hacia la pared, bien hacia la calle. (...) El tercero colgaba de una antigua y bonita farola de teatro, tan bajo que la gente que andaba por la nieve hacia sus coches aparcados, ten¨ªa que inclinar el cuello para no rozar sus desnudos talones. Pero lo hac¨ªan sin querer; hablaban y re¨ªan al mismo tiempo; excepto yo, nadie parec¨ªa darse cuenta de que tambi¨¦n en nuestra ciudad existen los ahorcados". Ese poema en prosa de la escritora alemana Marie Luise Kaschnitz pertenece a su libro A¨²n no est¨¢ decidido, que acaba de ser publicado en Espa?a por la editorial Pre-textos, y Juan Urbano qued¨® impresionado al leerlo, tal vez porque acababa de ver en el teatro Fern¨¢n-G¨®mez una exposici¨®n del periodista norteamericano W. Eugene Smith y la acumulaci¨®n de miseria, dolor y, en el extremo contrario, de irresponsabilidad o cinismo que sumaban esas fotograf¨ªas y el texto de Kaschnitz, era m¨¢s de lo que alguien como ¨¦l pod¨ªa soportar con una sonrisa en la boca.
El dolor no interesa porque combate el optimismo que nos queremos vender
Se pregunt¨® para cu¨¢ntos de nosotros son tambi¨¦n invisibles los desdichados de este mundo, todas esas personas que aqu¨ª y ahora, no en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana de la que habla Kaschnitz ni en el pueblo extreme?o de Deleitosa, al que viaj¨® Smith en 1950, sino en nuestro Madrid del siglo XXI, deambulan por la ciudad, piden limosna en los vagones del metro, venden cualquier cosa en mantas tiradas en medio de la calle o trabajan en condiciones que rayan la esclavitud para empresarios cuyo ¨²nico coraz¨®n es su caja fuerte. Gente que sale cada d¨ªa en la secci¨®n de Sucesos de los diarios pero poco en la de Sociedad, lo cual debe de querer decir que s¨®lo nos damos cuenta de que existen cuando cometen un delito o son v¨ªctimas de ¨¦l.
La exposici¨®n del teatro Fern¨¢n-G¨®mez re¨²ne el material que registr¨® con su c¨¢mara Smith, una muestra de las 1.600 fotograf¨ªas que hizo en Deleitosa y con las que pretend¨ªa, seg¨²n sus propias palabras, "captar la vida tal y como es, sin poses", con sus tragedias y su horror incluidos. Qu¨¦ suerte que ¨¦l lo hiciera y que otros no lo hayan olvidado, porque para eso, entre otras muchas cosas, vale PhotoEspa?a, en la que est¨¢ enmarcada esta exposici¨®n: para recordarnos que la fotograf¨ªa y el periodismo pueden ser mucho m¨¢s que publicidad y llegar a convertirse en un modo de denuncia, un p¨¦talo suelto de los libros de historia, un modo de evitar que la injusticia o la desigualdad sean invisibles y, por tanto, que los que las fomentan o no pueden evitarlas, queden impunes. As¨ª es como quer¨ªa quedar la dictadura que asol¨® nuestro pa¨ªs durante casi cuatro d¨¦cadas, y al parecer si el general golpista autoriz¨® el trabajo de Smith fue por puro inter¨¦s: si los norteamericanos ve¨ªan el hambre y las privaciones de todo tipo que sufr¨ªan los espa?oles, tal vez se compadecer¨ªan y nos dar¨ªan la ayuda econ¨®mica y el apoyo pol¨ªtico que tanto anhelaba el cobarde caudillo, al que desde la victoria de los aliados en la II Guerra Mundial viv¨ªa atemorizado, a la espera de que las democracias del mundo viniesen a quit¨¢rnoslo de encima. No ocurri¨® tal cosa, como todo el mundo sabe, aunque no creo que se le pueda echar la culpa de ello a W. Eugene Smith.
Hoy, aunque haya muchos aspirantes a Churchill y compa?¨ªa, no hay a la vista ning¨²n Funeral¨ªsimo, como lo bautiz¨® Rafael Alberti, pero s¨ª existen, en Madrid y en el resto del Primer Mundo, personas parecidas a las que aparecen en las fotos de Smith, que se desmoronan ante nuestros ojos y que, sin embargo, resultan tan invisibles como los ahorcados del poema de Marie Luise Kaschnitz. Ser¨¢ que en un mundo en el que la realidad ocupa menos espacio que la publicidad, el dolor no interesa porque combate el optimismo que nos queremos vender unos a otros para seguir avanzando, aunque sea a base de no mirar lo que dejamos a nuestra espalda. El mundo est¨¢ partido en dos y sus mitades cada vez est¨¢n m¨¢s lejos una de la otra, porque no hay mayor distancia que mirar para otro lado.
Juan Urbano pens¨® eso y despu¨¦s fue a casa, cogi¨® una c¨¢mara de fotos digital y sali¨® a las calles de Madrid a fotografiar personas invisibles. Qui¨¦n sabe, tal vez el d¨ªa de ma?ana podr¨ªa hacerse con ellas una exposici¨®n gemela de la que ahora est¨¢ colgada en el teatro Fern¨¢n-G¨®mez, con la ¨²nica diferencia de que los personajes de Smith eran espa?oles y los suyos ser¨ªan, en su mayor parte, extranjeros. Habr¨¢ quien piense que ¨¦sa es una clase de diferencia.
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