De mas¨ªa a mas¨ªa
Me gusta el misterio que se produce cuando uno traspasa el port¨®n de madera de una mas¨ªa para entrar a ese mundo que perteneci¨® a otros, y a¨²n m¨¢s, la interpretaci¨®n de sus propios due?os, quienes tienen formas muy distintas de exhibirlas y cuidarlas.
Ca¨ª por azar en el Empord¨¤, donde una de estas construcciones a medio restaurar y de gigantes proporciones, se alzaba en una pradera solitaria luciendo sus muros cubiertos de hiedra salvaje. Los due?os la presentaban con tal acongoje en el rostro, que uno no entend¨ªa si era habitada por fantasmas, o acaso los techos estaban pr¨®ximos a caerse. La alquilaban a un precio irrisorio a cambio de que los inquilinos se hicieran cargo del mantenimiento, y mientras ense?aban cada una de las habitaciones, soltaban alg¨²n dato pret¨¦rito de sus antiguos moradores entre confusiones de fechas y nombres, porque se notaba, ya bastante ten¨ªan con la mala suerte de heredar semejante lastre, para encima acordarse de todos los difuntos que ah¨ª vivieron.
"Pasad por aqu¨ª, ¨¦sta es la capilla que a¨²n conserva su...", el due?o se callaba cuando o¨ªa crujidos de puertas que le hac¨ªan perder la concentraci¨®n: "Eeste... eh... este..". El hombre miraba a la esposa y ella revelaba una expresi¨®n de susto que contagiaba. Comenz¨® a caer una tormenta y el lugar se volv¨ªa l¨²gubre; aun as¨ª, la mas¨ªa conservaba su majestuosidad y encanto, atributos inadvertidos por el matrimonio, que frunc¨ªa a¨²n m¨¢s el rostro conforme la casona se oscurec¨ªa.
-?Y es segura la zona?
-S¨ª, s¨ª. Muy tranquila, si pasa algo la casa m¨¢s pr¨®xima est¨¢ a un kil¨®metro, a veces se van la luz y el tel¨¦fono. El butano hay que ir a buscarlo hasta al poblado m¨¢s pr¨®ximo y s¨®lo han entrado a robar dos veces, adem¨¢s...
El due?o enumeraba con poco convencimiento los peque?os trastornos de vivir en el campo, mientras su esposa gesticulaba una fingida sonrisa y abr¨ªa los ojos como insinuando: "?Nunca vivir¨ªa aqu¨ª, aunque cayera en la miseria!". La tormenta oscureci¨® por completo la campi?a y tal parec¨ªa que hubieran visto a su ancestro salido de la tumba. Apresuraron las explicaciones t¨¦cnicas y ?s¨¢lvese quien pueda! Salieron en su todoterreno directo a la civilizaci¨®n.
En otra ocasi¨®n, visit¨¦ en Cabrera de Mar, la mas¨ªa Can Viv¨¦, del siglo XVI. A diferencia de la anterior, la familia heredera le tiene tanto cari?o que han pasado siete a?os restaur¨¢ndola para convertirla en casa rural. La ¨²ltima generaci¨®n que ah¨ª vivi¨® fueron los bisabuelos de la due?a, el matrimonio Viv¨¦, que la habit¨® en el siglo XIX y cuyos retratos reposan en el recibidor. "?Mira! ¨¦ste era mi bisabuelo, quien muri¨® muy joven y entonces toda la familia se fue a vivir a Matar¨®, y la mas¨ªa se qued¨® abandonada por dos generaciones".
Cristina, la heredera y actual due?a, recuper¨® los pocos objetos que encontr¨® en los gigantescos ba¨²les que a¨²n est¨¢n en la casona, entre ellos, los abanicos que utilizaba la bisabuela para asistir al Liceu, pues los ajuares y las camas isabelinas, as¨ª como otros tesoros que conservaban, fueron sustra¨ªdos por ladrones de antig¨¹edades cuando hace unos a?os entraron a robar.
Restaur¨® las habitaciones con mobiliario antiguo, rescat¨® las puertas y otras piezas originales y puli¨® cada piedra como los festejadors, peque?os asientos bajo las ventanas, utilizadas para que los novios pudieran conversar a una distancia prudente, mientras el chaper¨®n los vigilaba.
Al entrar en la mas¨ªa, da la impresi¨®n de que en cualquier momento saldr¨¢n los bisabuelos con aquellos ropajes suntuosos a dar la bienvenida. Por lo pronto, a Cristina ya se le apareci¨® su antepasado, cuando al abrir la tumba en el cementerio de Cabrera de Mar, le encontraron momificado con sus ropas casi intactas. Tal pareciera, que en esos campos cobijados de almendros y n¨ªsperos, la tierra se aferra a conservar lo que le pertenece.
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