Un viaje de vuelta
Despu¨¦s de la gran mascarada de los concursos internacionales, Reina Sof¨ªa, Macba, MNAC..., con un absurdo e in¨²til derroche de medios, convertido en puro juego de bambalinas, queda la realidad del d¨ªa a d¨ªa. Lo que vale y lo que no. En el Museo Picasso barcelon¨¦s, la elecci¨®n de nuevo director fue accidentada y altamente controvertida, levantando un mont¨®n de ampollas. Pepe Serra ha tenido que demostrar su val¨ªa para el puesto y se ha movido r¨¢pido. En poco tiempo se han empezado a notar cambios en la instituci¨®n que dirige. Naturalmente, en las entidades p¨²blicas, excepto en lo que a los puestos se refiere, las cosas no son veloces y todo nuevo acto no sale de la nada. El museo Picasso, constituido a base de un ca¨®tico collage de viejos palacios, hac¨ªa tiempo que estaba en obras para intentar racionalizarlo. En el a?o 2003, Maite Oca?a, su anterior directora, inauguraba sala para el espl¨¦ndido conjunto de Las Meninas, donado a Barcelona en 1964 por el pintor malague?o. Era la primera fase de una transformaci¨®n radical en la que el intrincado fondo quedar¨ªa ordenado en una sola planta, repartida a lo largo de todos los palacios comunicados que conforman el museo.
Olvidando a Vel¨¢zquez
Museo Picasso
Montcada, 15. Barcelona
Hasta el 28 de septiembre
El pasado febrero se daba por terminado el discurso expositivo de la colecci¨®n permanente y, pese a sus inevitables lagunas y elipsis forzadas, ha quedado francamente bien y el Museo Picasso de la calle Montcada, el ¨²nico abierto en vida del artista que colabor¨® con una generosidad extraordinaria, ha quedado a la altura de sus hom¨®nimos con una dignidad encomiable. Y puestos a racionalizar espacios y contenidos, la exposici¨®n temporal tambi¨¦n se ha concentrado exclusivamente en la misma planta, evitando el corte brutal de la gran escalera neomusoliniana, obra de los arquitectos Garc¨¦s/Soria, que no hac¨ªa otra cosa que crear desconexi¨®n en cualquier discurso, por bueno que fuera.
Tomar de nuevo Las Meninas como punto de partida para la primera temporal de la nueva etapa igualmente ha sido un acierto. El t¨ªtulo, Olvidando a Vel¨¢zquez, tambi¨¦n es un buen gui?o ya que, como es l¨®gico y de esperar, Las Meninas no han salido del Prado. Como Pepe el Romano en La Casa de Bernarda Alba, el famoso cuadro velazque?o no aparece en escena, pero es el protagonista principal. Y en ese ejercicio de estilo, de met¨¢fora, evocaci¨®n y olvido, discurre la exposici¨®n. Olvidar al pintor de Felipe IV para continuar trabajando es lo que se propuso Picasso cuando, en 1957 en La Californie, arremeti¨® la gran serie con la que renov¨® su pintura de una forma incre¨ªble. Despu¨¦s de dos d¨¦cadas de relativo estancamiento, el inquieto artista renac¨ªa en los ¨²ltimos quince a?os de su vida, se soltaba de una forma incre¨ªble hasta el final.
En la exposici¨®n de Barcelona hay poco Vel¨¢zquez, aunque bueno, y mucho Picasso, que no le desmerece en absoluto. En la primera parte, sus comisarias, Gerte R. Utley y Mal¨¦n Gual, asesoradas por Javier Port¨²s, han incluido adem¨¢s excelentes piezas de Carre?o de Miranda y, las siempre algo m¨¢s aburridas, de Mart¨ªnez del Mazo, en contraste con obras modernas de un novel y a¨²n fresco Josep Maria Sert y del alem¨¢n Franz von Stuck, pintor muy influyente en 1900 y del que raras veces se ven cuadros en Espa?a. Antonio Saura, por un lado, y Equipo Cr¨®nica, por el otro, abren la segunda parte en la que Las Meninas del pintor sevillano ya no se pueden desligar de las del malague?o y de la carga hist¨®rica que ambas llevan tras de s¨ª.
A partir de ah¨ª se suceden los ejemplos contempor¨¢neos con nombres importantes y suerte desigual. El barroco y angustiante Joel-Peter Witkin luce fant¨¢sticamente, y otros como Manolo Vald¨¦s, con sus aburridas seudoantiquit¨¦s resulta intrascendente, aunque de presencia obligada -parece imposible que Vald¨¦s haya sido la mitad de Equipo Cr¨®nica, una vez solo se ha convertido en su absoluta negaci¨®n-. Por lo general, cuanto m¨¢s alejadas est¨¢n formalmente de Vel¨¢zquez m¨¢s interesantes resultan las obras expuestas. Es el caso de los juegos espaciales de Jorge Oteiza y Soledad Sevilla y, naturalmente, de Picasso que, en confrontaci¨®n constante con todos, a¨²n contin¨²a siendo el m¨¢s joven.
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