'My Unfair Lady'
En las naves del Matadero vuelven a echar MacbethLadyMacbeth, tras obligada pausa por resbal¨®n fatal de Francesc Orella, su protagonista, ya felizmente recuperado, lo que me ha permitido ver, al fin, una de las funciones m¨¢s celebradas del a?o. El t¨ªtulo suena un poco a la c¨¦lebre presentaci¨®n de 007 ("Bond, James Bond"), pero por lo menos es honesto: a diferencia de las habituales perversiones de los cl¨¢sicos, que mantienen el nombre y ponen todo lo dem¨¢s patas arriba, la adaptaci¨®n de Carles Alfaro y Esteve Miralles deja bien claro que estamos ante una relectura, de la que se ha eliminado "la presencia de la soldadesca", siempre gravosa, "y gran parte ¨¦pica (sic), dejando s¨®lo a ocho protagonistas". Dicen tambi¨¦n los responsables que una de sus intenciones era, y de ah¨ª el t¨ªtulo capic¨²a, dotar al personaje de Lady Macbeth de "un mayor relieve esc¨¦nico y una mayor conexi¨®n con el desarrollo final de la tragedia". Como si Shakespeare le hubiera dado poco papel, vaya. Ya hablaremos luego de ese apartado, porque realmente hay que echarle de comer aparte: durante dos tercios, la adaptaci¨®n se mantiene m¨¢s o menos fiel al original, y en el tercero, el "mayor relieve" desemboca en un galimat¨ªas de much¨ªsimo cuidado. No es, por desgracia, el ¨²nico problema de este montaje, tan ambicioso como decepcionante. Alfaro firma tambi¨¦n, con Pedro Yag¨¹e y Jos¨¦ Novoa, una soberbia escenograf¨ªa rom¨¢ntica (facci¨®n tenebrosa) que hubiera hecho las delicias de Byron y familia. Arranca la funci¨®n y nos parece estar viendo cuatro pel¨ªculas al precio de una. En un flash-forward un tanto innecesario retumba la voz futura y ag¨®nica de Macbeth/Orella, al que s¨®lo le falta un subrayado de helic¨®ptero para evocar al coronel Kurtz. Al fondo, casi en cinemascope, la silueta del rey Duncan (V¨ªctor Valverde) se recorta contra un ciclorama de amenazadoras nubes de tormenta y ¨¢rboles con m¨¢s ra¨ªces que una muela del juicio: puro Tim Burton. En el centro, un t¨²nel con celajes de niebla y suelo cenagoso parece homenajear a los cl¨¢sicos de terror de la Universal, pero la Hammer contraataca en primer t¨¦rmino: por un canalillo avanza Lady Macbeth, son¨¢mbula, vela en mano, arrastrando la larga cola de su vestido blanco como una gasa empapada en sangre. ?Mejor imposible, no? Pues no, qu¨¦ le vamos a hacer. La atm¨®sfera es "bella y atroz", pero sus habitantes no son esos "contagiados por la muerte" de los que habl¨® Jan Kott. La traducci¨®n de los dos primeros bloques me pareci¨® alarmantemente plana, sin eco ni relieve. Cito tan s¨®lo dos frases conocid¨ªsimas: queda muy feo que cuando Macbeth dice "the deed is done" tras apiolar a Duncan escuchemos "el acto en s¨ª ya est¨¢", y Javier Mar¨ªas puede echar espumarajos si se entera de que han convertido "but I shame to wear a heart so white" en "me averg¨¹enza ver c¨®mo palideces". El recitado suena tremendamente desigual, tal vez por falta de una mirada unificadora o por escaso entrenamiento en los ritmos de Shakespeare. Hay pausas remascadas, ¨¦nfasis excesivos, naturalismo entrecortado, guadianesca convicci¨®n y una molesta tendencia a la tremebundia. Falta tensi¨®n colectiva y potencia en el sentimiento. Orella es el mejor del reparto y brilla a gran altura en los soliloquios, pero no alcanza la incandescencia alucinada que requiere su personaje y que tan bien supo mostrar en ?ngeles en Am¨¦rica o El rey se muere. Adriana Ozores, formidable actriz en cine y en teatro cl¨¢sico castellano, con una dicci¨®n honda y clara, se mueve aqu¨ª entre la exasperaci¨®n instant¨¢nea y una rara chuler¨ªa de comedia costumbrista: dada su talla, cabe suponer que es un problema de direcci¨®n, aunque tampoco ayuda que Mar¨ªa Araujo le cambie el sobrio vestido blanco del comienzo por unos modelitos con argollas met¨¢licas, m¨¢s apropiados para comandar una nave gal¨¢ctica o anunciar Pil¨¦ 43, ni que se vea obligada a decir frases como "?qui¨¦n pod¨ªa pensar que ese viejales (por Duncan) tendr¨ªa tanta sangre?". Carlos Heredia es un Banquo melifluo, Andr¨¦s Herrera (desbordante en SuperRawal y Mujeres so?aron caballos) da m¨¢s el tipo que el verso de MacDuff (y poco verso le dejan), y a Vicenta Ndongo le toca pechar por la v¨ªa hier¨¢tica con el rol de un Sargento multiusos, con m¨¢s personalidades que John Lithgow en Raising Cain: su personaje refunde, para pasmo del espectador, los roles de un capit¨¢n, un mensajero, dos asesinos, un bufonesco portero de noche, un m¨¦dico y una dama, y quiz¨¢s me deje alguno. Llegamos al tercio final, y ah¨ª s¨ª que la funci¨®n requiere manual explicativo. Lo abrupto de las transiciones provoca que la reina, que estaba m¨¢s o menos cuerda al final de la escena 15 (seg¨²n la numeraci¨®n de Miralles), reaparezca son¨¢mbula y loqu¨ªsima al principio de la 16. Poco m¨¢s tarde, escucharemos a las brujas hablando por su boca, lo que no es mala idea, y acto seguido encarnar¨¢ simult¨¢neamente a Lady MacDuff y a su hijo en un alarde de ventriloquia paranormal, lo que supone el l¨ªo padre. Miralles ha realizado un recorta y pega de escenas, personajes e invenciones, donde se alternan los ripios de bolero ("mujer, has perturbado mis ojos y mi mente / no me atrevo a entender lo que mi cuerpo siente") y los coloquialismos retorcidos ("los lameculos me adular¨¢n con esos blablabl¨¢s que no me atrever¨¦ a dejar de o¨ªr") o esta c¨¢ndida pero desarmante tautolog¨ªa: "Qu¨¦ burros que son los perjuros y los mentirosos". No creo que les arruine el final cont¨¢ndoles que Lady Macbeth no muere, cosa de darle "mayor presencia esc¨¦nica". O quiz¨¢s ha muerto y todo es un sue?o contado por un idiota, etc¨¦tera. Un sue?o que culmina, entre Tarantino y La venganza de don Mendo, con las ya t¨®picas pistolas, pero tambi¨¦n con dagas por si se acaba el cargador, y con un frasquito de veneno por si las dagas no cortan, aunque tambi¨¦n hay venas sajadas, y con fiambres que no palman del todo hasta haber soltado sus frases para la posteridad. Menos mal que todo es "hermen¨¦uticamente posible", como afirma Miralles en el dossier de prensa. El p¨²blico aplaudi¨® a rabiar.
Orella es el mejor del reparto y brilla a gran altura en los soliloquios, pero no alcanza la incandescencia alucinada que requiere su personaje
MacbethLadyMacbeth. Naves del Espa?ol. Matadero Madrid. Hasta el 10 de julio.
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