"La muerte es la compa?era del reh¨¦n"
La ex candidata presidencial relata su d¨ªa a d¨ªa durante seis a?os en la selva
"Era una levantada a las cuatro de la ma?ana, precedida de un insomnio probablemente desde las tres de la ma?ana". As¨ª empez¨® su relato sobre su vida en la selva Ingrid Betancourt. Lo narr¨® en la conferencia de prensa que pronunci¨® ayer en la embajada francesa de Bogot¨¢, pocas horas antes de partir a Par¨ªs.
?sta era la rutina de sus casi 2.500 d¨ªas de cautiverio:
"Rezar el rosario y esperar las noticias; el contacto con los espacios radiales que nos daban la posibilidad de comunicarnos con nuestras familias (...). Quitada de las cadenas a las cinco de la ma?ana, servida del tinto [caf¨¦] a las cinco. Tra¨ªan las botas en ese momento. Hacer la cola para esperar el turno para chontear. Chontear es un t¨¦rmino muy guerrillero: es ir al ba?o dentro de unos huecos espantosos, porque no hay letrinas, no hay nada. Nos tocaba esperar turno para ir detr¨¢s de los matorrales a hacer nuestras necesidades en esos huecos".
"De noche tocaba orinar frente a los guardias, que llevaban linternas"
"...Y todo lo que no les cuento, porque son cosas tan m¨ªas y es muy doloroso"
Tras un desayuno con "chocolate o alg¨²n caldo... Tratar de encontrar qu¨¦ hacer durante largas horas hasta las once y media del d¨ªa. En el secuestro, a partir de cierto momento, ya nadie tiene qu¨¦ decirse. Todo el mundo est¨¢ en su caleta [tenderete] en silencio. Los unos duermen, los otros meditan, los otros oyen radio".
"Despu¨¦s, ba?o general. Entonces, vestirse para el ba?o r¨¢pidamente, e ir, por lo general, a un peque?o r¨ªo. Todo es limitado. Para m¨ª era una tortura lavarme el cabello, porque no me daban tiempo. Yo estaba con hombres que no tienen tantas cosas para lavar; ellos estaban listos a los 10 minutos y yo a los 25 minutos todav¨ªa estaba ba?¨¢ndome y me sacaban a gritos y era muy humillante. Despu¨¦s ir a la caleta, vestirse con mucho cuidado para que no se cayera la toalla mientras uno se pone la ropa interior, con mucho cuidado de que no lo vaya a atacar una hallanave o un escorpi¨®n o cualquier bicho mientras uno se est¨¢ cambiando... A todos nos pic¨® alg¨²n bicho...".
"Todos los d¨ªas alguien dice: '?Uy! Me acaba de picar una hallanave'. Y entonces uno dice: 'Bueno, ?y d¨®nde est¨¢n?'. 'No, no tengo idea, por ah¨ª debe estar'. Una hallanave es una hormiga muy grande y el dolor que produce su picadura es como el de un escorpi¨®n. Hay otras hormiguitas que se caen de los ¨¢rboles y cuando le rozan a uno la piel, se orinan encima de uno y producen un quem¨®n muy fuerte".
"Despu¨¦s llega la comida. Se tiene uno que comer lo que traigan muy r¨¢pido, lavarse los dientes, limpiar las botas, meterse en la caleta o por lo menos organizar el toldillo, guindar [tender] la hamaca y muy r¨¢pidamente cae la noche. Y ya tiene uno que estar en la hamaca".
"Las botas tienen que estar de un lado para que las recojan y se las lleven, porque tienen miedo de que nos fuguemos con las botas y no nos dejan tener zapatos por la noche. (...) Nos ponen las cadenas y, entonces, si tenemos un guardi¨¢n de mal humor nos la pone tan apretada que no nos deja dormir. (...) Puede uno, de pronto, negociar. Yo logr¨¦ que me pusieran la cadena en el pie, porque no lograba dormir. Las cadenas y los candados eran muy gruesos. Yo terminaba con las clav¨ªculas peladas por el roce de la cadena".
"Se duerme uno como un plomo tratando de olvidar la pesadilla en la que uno est¨¢, probablemente habiendo so?ado cosas como que estoy con mis ni?os corriendo, y de pronto se levanta uno a una pesadilla, con la cadena en el cuello, con sed, con ganas de orinar. Toca orinar enfrente de los guardias. Ustedes se imaginar¨¢n lo que era para m¨ª orinar al frente de ellos por la noche, que le ponen a uno una linterna porque hay mucha sevicia y mucha maldad... bueno; todo lo que no les cuento porque son cosas como tan m¨ªas y es muy doloroso".
Esta rutina se romp¨ªa cuando sent¨ªan pasar alg¨²n helic¨®ptero que pod¨ªa abrir fuego contra ellos. "Hay que empacar equipos y salir corriendo. Todos inmediatamente, ni nos hablamos. Empacar todo en pl¨¢sticos r¨¢pido y la hamaca, el toldillo, sacar la carpa, doblarla r¨¢pido, meter todo, no le cabe a uno en el equipo, siempre quedan cosas por fuera".
"Y esas marchas... Lo peor, lo peor... las marchas. Una marcha, levantada a las cuatro de la ma?ana, empacada de todo el equipo sin luz... Obviamente se va a poner uno la ropa y est¨¢ con hormigas y la ropa que nos ponemos en marcha es mojada, h¨²meda; mejor dicho, absolutamente mojada; a las cuatro de la ma?ana ese fr¨ªo de ese amanecer, porque la marcha es muy larga".
En su relato, Betancourt, reconoci¨® que en algunos momentos sinti¨® ganas de matar. "Si hubiera podido lo habr¨ªa hecho". (...) "La muerte es la compa?era m¨¢s fiel del secuestrado". El cabo William P¨¦rez, de 36 a?os, que pas¨® 10 a?os y cuatro meses preso, relat¨® c¨®mo en 2007 ayud¨® a salvar la vida de Ingrid: "Le dio una depresi¨®n muy grande que no la dejaba comer. Empez¨® a sufrir de ¨²lcera, de infecci¨®n intestinal y se deshidrat¨®. Y a eso hay que sumarle el efecto de tener una cadena al cuello 24 horas", cont¨® P¨¦rez.
Con paciencia, casi a la fuerza, como se alimenta a una ni?a, le daba cucharada tras cucharada: una por su mam¨¢, otra por cada uno de sus hijos... "Ingrid botaba [tiraba] la comida, y lleg¨® el momento en que dec¨ªa: 'me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir'. Cuando dijo eso llevaba ya dos semanas sin comer nada". "Ella no ten¨ªa fuerza para subir una lomita de un metro. Me tocaba subirla, hidratarla, darle medicamento para la ¨²lcera y casi obligarla a comer".
P¨¦rez, quien siempre quiso estudiar medicina, trataba de animarla habl¨¢ndole de sus dos hijos, de su madre, de la cantidad de gente que luchaba por ella. Un redactor de la revista colombiana Semana le pregunt¨®: "?Qu¨¦ hac¨ªa la guerrilla cuando Ingrid estaba tan enferma que no quer¨ªa comer?". Y P¨¦rez respondi¨®: "Dec¨ªan: 'Si no come y se muere, abrimos un hueco y la enterramos".
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