Resquicios en la racionalidad
Los Gobiernos son necesarios para dirigir la globalizaci¨®n
Es preceptivo que los editores proclamen la imprescindible utilidad para empresarios y directivos de los libros que publican. Es su mercado. La promoci¨®n de este libro tambi¨¦n insiste en que los directivos necesitan "comprender la trayectoria de las naciones" para "enfocar sus elecciones en la econom¨ªa internacional". Incluso la introducci¨®n del volumen recuerda que "los ejecutivos empresariales, los pol¨ªticos y los ciudadanos informados necesitan tener una imagen clara de las fuerzas que impulsan la competencia global". Pero lo cierto es que nadie tiene una idea clara de tales fuerzas; precisamente la impredecibilidad es una de las caracter¨ªsticas diferenciales de la globalizaci¨®n.
C?MO COMPITEN LOS PA?SES. ESTRATEGIA, ESTRUCTURA Y GOBIERNO DE LA ECONOM?A GLOBAL
Richard H. K. Vietor
Ediciones Deusto
ISBN 978-84-234-2856-O
Y no s¨®lo porque la ocupaci¨®n total del planeta por el mercado -en realidad, por un solo mercado, el financiero- convierta el entramado de decisiones econ¨®micas en una red muy compleja sino porque junto a eso que abusivamente se llama "mercado", a veces por encima de ¨¦l, flotan y se imponen fuerzas pol¨ªticas y estructuras de poder, casi siempre econ¨®micas, que convierten la raz¨®n del dinero en puro azar.
C¨®mo compiten los pa¨ªses evita cuidadosamente cualquier complejidad de este tipo y se sumerge, a veces con demasiada candidez, en la descripci¨®n de los resortes econ¨®micos que controlan los Gobiernos y que son necesarios para el buen orden econ¨®mico mundial. Pues s¨ª, el papel de los Gobiernos es decisivo para ordenar las pol¨ªticas fiscales y comerciales, asegurar la propiedad, evitar la corrupci¨®n -?toda la corrupci¨®n?- y favorecer el ahorro y la inversi¨®n. Pero si ¨¦stos son hechos evidentes que a nadie sorprende hoy que tengan que ser defendidos es porque previamente se ha atacado la credibilidad de las instituciones p¨²blicas desde p¨²lpitos pagados de supuesto liberalismo. Vietor har¨ªa bien en dedicar sus pr¨®ximos esfuerzos a desenmascarar a tanto farsante cuyo rasgo ¨²nico y m¨¢ximo de liberalismo consiste en denostar el papel del Estado y de la actividad p¨²blica.
El esfuerzo principal se centra en explicar c¨®mo han cambiado las reglas de competencia mundial desde los tiempos sencillos en que era posible -aunque no siempre deseable- promover el desarrollo de una econom¨ªa nacional de forma aut¨®noma. Hoy, esa autonom¨ªa est¨¢ reducida o simplemente eliminada. Los Gobiernos tienen que impulsar la competencia de las empresas por cuotas de mercado en el exterior y ello obliga a un conjunto complejo de decisiones que afectan a la educaci¨®n, productividad, fiscalidad o los precios de la energ¨ªa.
Vietor explica las decisiones pol¨ªticas y econ¨®micas con la correcci¨®n de un manual y, por supuesto, el libro tiene un alto valor did¨¢ctico. Ahora bien, lo que el lector -sobre todo el m¨¢s morboso- espera es una explicaci¨®n o, si se quiere, una imputaci¨®n, de las razones por las cuales los Gobiernos no cumplen con las expectativas racionales que se espera de ellos y, sobre todo, por qu¨¦ la vulneraci¨®n de esas expectativas no acarrea un coste pol¨ªtico o econ¨®mico evidente. Veamos alg¨²n ejemplo.
La corrupci¨®n extrema de una Administraci¨®n quiz¨¢ est¨¦ penalizada en forma de menos afluencia de inversi¨®n; pero hay evidencia de que existe un grado de corrupci¨®n aceptable que no entorpece el flujo mundial de inversiones; es m¨¢s, lo estimula. Sin llegar a esos extremos de truculencia, inquieta la presencia ominosa de sistemas pol¨ªtico-econ¨®micos como el de China. Cualquier economista bien informado, de los que le gustan a Vietor, ser¨ªa capaz de recitar de corrido el lado tenebroso del crecimiento chino: para empezar, un ejercicio pol¨ªtico dictatorial que llena de arbitrariedad las decisiones econ¨®micas; un consumo energ¨¦tico por unidad de producto disparatado, grotesco, que pone en peligro el mercado petrolero; un sistema financiero pr¨®ximo a la insolvencia; una moneda excesivamente depreciada y una pol¨ªtica salarial inaceptable.
Pero si este cuadro oscuro ha sobrevivido durante d¨¦cadas y probablemente durar¨¢ otras tantas es porque el principio de racionalidad, ese que dice que sin reformas la situaci¨®n de China -o de Rusia, ya que estamos- es insostenible, nada tiene que ver con la realidad. Y eso es exactamente lo que hay que explicar. -
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