Youssef Chahine, el sue?o de un cine egipcio
El cineasta egipcio Youssef Chahine falleci¨® ayer en El Cairo a causa de una hemorragia cerebral. Fue trasladado a la capital egipcia hace 10 d¨ªas, tras pasar seis semanas en coma internado en otro hospital en Par¨ªs. Chahine, nacido en Alejandr¨ªa hace 82 a?os, estudi¨® cine e interpretaci¨®n en Los ?ngeles justo al acabar la II Guerra Mundial, y, desde 1948, fecha de su regreso al pa¨ªs, se propuso modernizar el cine egipcio, hasta su irrupci¨®n casi exclusivamente centrado en la producci¨®n de melodramas desaforados y de musicales interminables.
Su debut, en 1950, con Papa Amine, recibe una acogida poco entusiasta y Chahine trabaja entonces en Beirut o en Madrid. Pero en 1958, con la muy atrevida Estaci¨®n central, en la que adapta a El Cairo las recetas del cine negro, con iluminaci¨®n expresionista, encuadres en picado y contrapicado, montaje nervioso y un protagonista -interpretado por el propio Chahine- muy inquietante, es un gran ¨¦xito. Los puristas le reprochan a Chahine su occidentalismo, una cr¨ªtica patri¨®tica por quienes no admiten el car¨¢cter globalizado del lenguaje audiovisual.
Con Chahine, la clase obrera se asoma a una pantalla ¨¢rabe. Su cine es visto, en un primer momento, como en perfecta sinton¨ªa con la modernizaci¨®n que se supone acompa?a la llegada de Nasser al poder. En El alba de un d¨ªa nuevo (1964) propone un an¨¢lisis de la sociedad egipcia, subrayando las limitaciones de la modernizaci¨®n emprendida. En 1973, con El gorri¨®n, aborda la cuesti¨®n de la corrupci¨®n, mostr¨¢ndola como una gangrena capaz de frenar las reformas en marcha y cambiar su sentido. Antes, en 1969, en una de sus numerosas coproducciones con Argelia, titulada La Tierra, ha mostrado la colusi¨®n de intereses entre el poder colonial brit¨¢nico y una ¨¦lite egipcia.
Si Chahine interviene como actor en muchas de sus pel¨ªculas -y, entre ellas, en las de su llamada "trilog¨ªa de Alejandr¨ªa", que tiene un car¨¢cter de memoria audiovisual-, tambi¨¦n es un descubridor de talentos. Omar Sharif, el ¨²nico actor ¨¢rabe con una carrera internacional -Doctor Zhivago, Lawrence de Arabia o Funny Lady-, fue revelado por el cineasta en Cielo de infierno (1954), y una actual estrella del cine egipcio -Hanane Turk- debut¨® bajo sus ¨®rdenes en El emigrado (1994). Luego, Chahine le reprochar¨¢ que cubra su cabeza con el velo para no enemistarse con el integrismo rampante, y eso ser¨¢ motivo de un enfrentamiento p¨²blico entre ambos. Chahine, hombre de izquierda, laico, de simpat¨ªas comunistas, a veces de un antiamericanismo un tanto ingenuo, ha representado durante m¨¢s de 30 a?os la esperanza de un cambio en la cultura ¨¢rabe, tan determinada por la religi¨®n.
El Festival de Cannes hab¨ªa presentado varias de sus pel¨ªculas, entre ellas, Adieu Bonaparte (1985), una curiosa tentativa de cine hist¨®rico que transcurre durante la expedici¨®n napole¨®nica a Egipto. En sus ¨²ltimas cintas, Chahine hab¨ªa perdido su inventiva y ca¨ªa en un cierto manierismo muy farragoso, m¨¢xime para un cineasta al que las condiciones de trabajo le obligan a trabajar siempre en la urgencia y sin prestar atenci¨®n a los detalles. "No dispongo de los medios para ser perfeccionista", dec¨ªa.
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