Boda y muerte en un d¨ªa
Se cas¨® para que su novia no fuera madre soltera y porque lo iban a fusilar. ?Delito?: "No consta"
Arturo Lodeiro estaba en la c¨¢rcel el d¨ªa en que se cas¨® con Julia Mu?oz. No llegaron a verse como marido y mujer. Se casaron por poderes. Arturo, cerrajero, de 35 a?os, que llevaba casi diez meses detenido, estaba "a punto de morir", fusilado. Julia, embarazada de dos meses, se convirti¨® en viuda ese mismo d¨ªa, tal y como su marido le comunicaba en su ¨²ltima carta, escrita en capilla, horas antes de ser ejecutado:
"Madrid, 27 de abril de 1940.
Adorada esposa: En este momento realizo mi voluntad por lo cual puedo llamarte al final de mi vida, esposa m¨ªa, y a mi ni?a, hija verdadera. A pesar de que los momentos no son de los m¨¢s agradables, al menos me cabe la alegr¨ªa de haber cumplido contigo como Dios manda. Ya, querida nenita, puedes llamarme esposo, y cuando hables a nuestra Julina de m¨ª, le digas que su papa¨ªto la quer¨ªa mucho por ser hija tuya y por quererte como jam¨¢s quise. T¨², Julia m¨ªa, proc¨²rate una relativa y sana felicidad. No le des a mi nena un padre que sea malo.
"Ya sabes que no quiero rencores. Acepta esto como lo que es, un error", le rog¨® a su mujer en la ¨²ltima carta
Ya sabes que no quiero rencores. Acepta esto con la mayor resignaci¨®n y que lo consideres como un error, como lo que es. Cuando ¨¦stas recibas, ya habr¨¦ dejado de existir y mi ¨²ltimo pensamiento habr¨¢ sido para mis dos ni?as inocentes y desamparadas. Ten valor, Juli, piensa en nuestra nenita.
Un beso hasta dejar la vida, para ti y la ni?a".
Julia Mu?oz no pudo ir a recoger el cuerpo de su marido. "Cuando supo que hab¨ªa muerto se puso muy enferma. No quer¨ªa comer y apenas pod¨ªa alimentar al beb¨¦", explica su nieta, Julia Mota. Pero no le olvid¨®. A su hija le habl¨® siempre de aquel hombre que "un d¨ªa de invierno, cuando le preguntaron por qu¨¦ ven¨ªa sin abrigo, contest¨® con naturalidad: 'Se lo di a uno que ten¨ªa m¨¢s fr¨ªo". Y que consigui¨® aprisionar decenas de mensajes en papelillos de fumar enrollados y escondidos en los bajos de los pantalones que le daba a lavar desde la c¨¢rcel; mensajes que revelan, en tan s¨®lo ocho l¨ªneas a veces, un amor infinito -"eres imprescindible para mi vida, no porque tengas que quererme, sino por ya dominarme completamente, imposibilit¨¢ndome de pensar en otra cosa que no seas t¨² (...). Hoy estoy muy triste, y aunque pienso cosas muy bonitas no puedo darles expresi¨®n en mi carta; perd¨®name, nenita, estoy loco..."-. Y otras, un pragmatismo sobrecogedor en un hombre que sabe que todos sus gestos y palabras son ya una despedida: "El mi¨¦rcoles pr¨®ximo te mandar¨¦ para que te compres unas yemas, pues he vendido el tabaco (...). M¨¢ndame el pantal¨®n viejo".
Julia Mu?oz guard¨® los papelillos de fumar y aquella ¨²ltima carta como un tesoro hasta su muerte, en 2000, a los 91 a?os. Tambi¨¦n las in¨²tiles, pero cari?osas cartas de recomendaci¨®n de varias viudas de falangistas: "Celia Leira, viuda de Pena, afiliada a Falange, declara estar muy agradecida al detenido Arturo Lodeiro, a quien cree incapaz de haber cometido delitos. En varias ocasiones me demostr¨® tener buenos sentimientos. Al ser detenido como fascista mi marido, ¨¦l trat¨® de buscarlo y ponerle a salvo, conociendo sus ideas", se lee en una de ellas.
A?os m¨¢s tarde, esas cartas cayeron en manos de su nieta, que se enamor¨® del hombre que en sus ¨²ltimas horas de vida s¨®lo pensaba en casarse con su novia para que no fuera madre soltera y en garantizar su supervivencia, para lo cual era imprescindible impedir que la consumiera el odio - "ya sabes que no quiero rencores, acepta esto con la mayor resignaci¨®n y consid¨¦ralo como lo que es, un error" -. Cuando Julia Mota termin¨® de leer, necesit¨® encontrarle.
Empez¨® a preguntar por ¨¦l en cada archivo. En Instituciones Penitenciarias le facilitaron un documento que le provoc¨® una indignaci¨®n imperecedera, y que dice: "Ingres¨® en prisi¨®n el 14 de junio de 1939. Entregado el 27 de abril de 1940 al piquete de ejecuci¨®n para dar cumplimiento a la sentencia de muerte. Delito: No consta". "?Mataron a un hombre sin saber por qu¨¦!", grita Julia, 68 a?os despu¨¦s del fusilamiento de su abuelo. M¨¢s tarde, en el foro Memoria y Libertad, dio con alguien que ten¨ªa no s¨®lo noticias sobre el paradero de Arturo Lodeiro, sino su mismo apellido.
"No conoc¨ªamos a la familia de mi abuelo, ni ellos a nosotras. Ni siquiera sab¨ªan que se hab¨ªa casado", explica Julia. Hasta el punto de que cuando los gestores del cementerio de la Almudena buscaron a la familia Lodeiro para preguntarle si quer¨ªa llevarse sus restos -diez a?os despu¨¦s del fusilamiento-, llamaron al padre del ejecutado y no a su viuda. "Lo exhumaron y se lo llevaron a su pante¨®n familiar. Mi abuela nunca lo supo". Un d¨ªa, en Internet, Julia tropez¨® con aquella parte de la familia que no conoc¨ªa y encontr¨® por fin a su abuelo. "Fui a ver el pante¨®n familiar al cementerio el pasado 12 de abril. Sent¨ª de repente una tranquilidad absoluta".
- Julia Mu?oz era madre de una ni?a de dos meses cuando fusilaron a Arturo Lodeiro, no estaba embarazada de dos meses, como se dec¨ªa en el reportaje Boda y muerte en un d¨ªa, publicado el pasado d¨ªa 14 en el suplemento Domingo.
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