La crisis no es como el juego de la oca
Todos ustedes han tenido la ocasi¨®n de comprobarlo reiteradamente. Cualquier nuevo dato que se publica sobre la evoluci¨®n de la econom¨ªa espa?ola viene acompa?ado por un comentario que, por reiterado, se est¨¢ convirtiendo en estribillo de la crisis: "El peor dato desde 1993". Es como flagelarse. Da lo mismo que se trate de la evoluci¨®n del empleo, del PIB, de las hipotecas, de la venta de viviendas, del cr¨¦dito, del consumo minorista o de la venta de coches, el comentario period¨ªstico es siempre que hay que remontarse a 15 a?os atr¨¢s para encontrar un dato tan malo.
Tengo la impresi¨®n de que esa referencia a lo que ocurri¨® hace 15 a?os no es una simple comparaci¨®n t¨¦cnica de indicadores que nos se?alan que el frenazo de la econom¨ªa es similar al que se produjo en 1993. Creo que esa comparaci¨®n est¨¢ acompa?ada de un temor no manifestado a que la crisis no se trate s¨®lo de un simple frenazo moment¨¢neo, sino que puede significar perder todo lo avanzado en estos ¨²ltimos 15 a?os; un miedo a que la crisis de la econom¨ªa pueda ser como el juego de la oca, en el que si caes en la casilla 58, la de la calavera, tienes que volver al punto de partida.
De la recesi¨®n de 1993 se sali¨® con tal empuje que la econom¨ªa espa?ola vivi¨® 15 a?os seguidos de crecimiento ininterrumpido
Posiblemente este miedo tiene que ver con la visi¨®n de algunos medios de informaci¨®n econ¨®mica extranjeros, especialmente del Reino Unido, que ven la econom¨ªa espa?ola como uno de los pigs (cerdos) -acr¨®nimo utilizado en los a?os noventa, en los inicios de la Uni¨®n Monetaria, para referirse a Portugal, Italia, Grecia y Espa?a- que fue capaz de volar en la ¨¦poca de dinero barato y del boom inmobiliario, pero que a partir de ahora volver¨¢ a retozar en la pocilga.
Dejemos a los ingleses con sus met¨¢foras. Pero ?es posible que 2008 signifique un retorno al pasado? ?Podemos comparar la econom¨ªa y la sociedad espa?ola de 2008 con la de 1993? Creo que nada de lo que ocurra a partir de 2008 ser¨¢ comparable a lo que ha ocurrido antes. Nuestra econom¨ªa y, especialmente, nuestra cultura econ¨®mica son totalmente diferentes. Pero antes de entrar en esta cuesti¨®n, veamos qu¨¦ paso en 1993.
Despu¨¦s de crecer seis a?os de forma intensa y experimentar un boom inmobiliario desde 1986, en 1993 la econom¨ªa espa?ola dio un brusco frenazo y entr¨® en recesi¨®n. Para los economistas recesi¨®n no significa la muerte, el estancamiento absoluto, sino que durante dos trimestres el crecimiento econ¨®mico es menor de lo que fue en los trimestres equivalentes del a?o anterior.
Si medimos la recesi¨®n de 1992-1993 a trav¨¦s del comportamiento del PIB, vemos que la recesi¨®n dur¨® un a?o, desde el ¨²ltimo trimestre del a?o 1992 al tercer trimestre de 1993. Aunque si la medimos a trav¨¦s del comportamiento del empleo, que es la forma m¨¢s directa como la recesi¨®n afecta a los hogares, vemos entonces que la recesi¨®n dur¨® 11 trimestres consecutivos -es decir, casi tres a?os-, durante los cuales el empleo estuvo cayendo trimestre tras trimestre.
Pero de esa recesi¨®n se sali¨® con tal empuje que la econom¨ªa espa?ola ha vivido 15 a?os consecutivos de crecimiento ininterrumpido. Y lo m¨¢s importante no ha sido el crecimiento en s¨ª mismo, sino la modernizaci¨®n y el cambio que han tenido lugar en los comportamientos sociales y sindicales. La Espa?a de 2008 no se parece en nada a la de 1993, especialmente en lo que hace referencia a la cultura econ¨®mica y a la confianza en la capacidad para competir internacionalmente.
La Espa?a de 1993 era a¨²n un pa¨ªs cohibido, con un complejo de inferioridad que ven¨ªa del franquismo y que afect¨® a toda una generaci¨®n de espa?oles, que se sent¨ªan -nos sent¨ªamos- como ciudadanos de segunda, incapaces de competir con los pa¨ªses avanzados europeos. Adem¨¢s la cultura econ¨®mica de aquella ¨¦poca era poco sensible a la importancia de los equilibrios macroecon¨®micos: la inflaci¨®n, los salarios o el d¨¦ficit p¨²blico.
La Espa?a de 2008 es un pa¨ªs que ha perdido ese complejo de inferioridad y ha ganado una nueva confianza en s¨ª misma, especialmente en su capacidad para competir internacionalmente. Aunque pueda parecer anecd¨®tico, es significativo que hayamos ganado la copa europea de f¨²tbol o que algunos de nuestros mejores triunfos deportivos hayan sido en deportes de equipo muy competitivos, como el baloncesto. Esos resultados son tan expresivos de nuestra capacidad de competir como el hecho de que ahora tenemos un conjunto de empresas espa?olas eficientes y muy competitivas en los mercados globales, cosa que no ocurr¨ªa en 1993.
No quiero pintar una situaci¨®n id¨ªlica. La crisis ser¨¢ dura y posiblemente m¨¢s larga que la de 1993. Adem¨¢s esos avances en la capacidad de competir no se pueden predicar a¨²n del conjunto de las empresas. Tenemos a¨²n una econom¨ªa basada en una especializaci¨®n en productos de escasa innovaci¨®n, baja productividad y magros salarios. Y eso es un lastre. Pero ahora tenemos dos ventajas: sabemos cu¨¢les son nuestras debilidades, pero tambi¨¦n cu¨¢les son nuestras nuevas fortalezas: confianza en nuestra capacidad para competir con los mejores si hacemos las cosas bien.
Una crisis no es una vuelta al inicio, como en el juego de la oca. Es cierto que no es deseable en s¨ª misma, porque quienes sufren m¨¢s son los m¨¢s d¨¦biles. Pero si se sabe protegerlos, entonces estoy de acuerdo con lo que quiso decir Pedro Solbes con su comentario de que una recesi¨®n sirve para limpiar la econom¨ªa, es decir, soltar el lastre de aquello que s¨®lo se puede sostener cuando el dinero es abundante y barato.
Ya sabemos que hemos contra¨ªdo una infecci¨®n econ¨®mica. No es necesario que nos estemos flagelando diariamente con las malas constantes vitales del enfermo. Pong¨¢monos a la tarea, especialmente las autoridades que tienen la funci¨®n de liderar pol¨ªtica y socialmente la salida de la crisis y el cambio de modelo productivo.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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