El coste de la crisis
Los extraordinarios acontecimientos financieros que hemos vivido la ¨²ltima semana han culminado con la propuesta del presidente de los Estados Unidos de poner en marcha un plan de ayudas de 700.000 millones de d¨®lares (un 5% del producto interior bruto, PIB; 475.317 millones de euros) con el fin de garantizar la estabilidad del sistema financiero. Esta cifra, realmente importante, viene a a?adirse a las ya otorgadas estas ¨²ltimas semanas.
El primer problema que se plantea es el de la propia intervenci¨®n del Estado. Sab¨ªamos que una econom¨ªa no puede funcionar sin un buen sistema de pagos: ahora sabemos que tampoco puede hacerlo sin un sistema financiero solvente. Por lo que respecta al primero, integrado por el banco central y las entidades de dep¨®sito (bancos comerciales y cajas de ahorros), hace tiempo que se tomaron medidas para garantizar su buen funcionamiento sometiendo, entre otras cosas, a las entidades de dep¨®sito a una regulaci¨®n y una supervisi¨®n estrictas. Adem¨¢s, para reforzar la confianza en el sistema, se crearon los Fondos de Garant¨ªa de Dep¨®sitos, regulados en Europa por una directiva espec¨ªfica y cuyo funcionamiento se inspira, en la mayor¨ªa de los casos, en el FDIC norteamericano, creado en 1933. Los dep¨®sitos de los clientes de los bancos que se acogen al sistema est¨¢n garantizados hasta una cierta cantidad (100.000 d¨®lares en Estados Unidos). La financiaci¨®n de estos fondos se realiza mediante aportaciones regulares de los bancos en funci¨®n de los dep¨®sitos asegurados. Cuando un banco pierde todo o parte de su capital y no puede reponerlo, intervienen qued¨¢ndose con los activos da?ados para venderlos poco a poco y tratar de recuperar el dinero avanzado. En la medida de lo posible, los bancos saneados por este procedimiento son devueltos a la actividad corriente mediante subasta entre las entidades interesadas.
La era de la desregulaci¨®n de una buena parte del sistema financiero de EE UU toca a su fin
El problema se plantea de manera diferente para el resto de las instituciones que forman parte del sistema financiero. En los Estados Unidos la supervisi¨®n se encuentra dividida entre un conjunto de autoridades cuyas atribuciones se solapan a veces, sin que exista un mecanismo eficaz de coordinaci¨®n entre ellas. Los bancos de dep¨®sito est¨¢n supervisados por la Reserva Federal y sometidos a una regulaci¨®n estricta, los bancos de inversi¨®n, sin embargo, est¨¢n supervisados por las autoridades burs¨¢tiles. Hay que recordar que no pueden admitir dep¨®sitos (se financian en los mercados mayoristas) y, por ello, no forman parte del sistema de pagos. Por su parte, las entidades de refinanciaci¨®n hipotecaria, recientemente nacionalizadas, est¨¢n supervisadas por la Agencia Federal de Financiaci¨®n de la Vivienda (FHFA, en sus siglas en ingl¨¦s), la Reserva Federal hab¨ªa pedido, en varias ocasiones, un mayor control de estas entidades.
Si las autoridades norteamericanas han decidido intervenir es porque temen que un eventual colapso del sistema financiero lleve, inevitablemente, al derrumbe de la econom¨ªa por la v¨ªa del estrangulamiento del cr¨¦dito. Las consecuencias ser¨ªan imprevisibles. El Presidente de la Reserva Federal norteamericana tiene buenas razones para conocerlas pues, como acad¨¦mico, es un gran experto en la crisis de 1929.
A estas alturas es un hecho generalmente admitido que ha habido un exceso de especulaci¨®n y que la supervisi¨®n del sistema financiero ha dejado mucho que desear. Tambi¨¦n se admite que en el origen de los problemas se encuentra el hundimiento de la actividad inmobiliaria, tras largos a?os de expansi¨®n alimentada por el exceso de liquidez en los mercados y los bajos tipos de inter¨¦s.
?Bastar¨¢n esos 700.000 millones para alejar el espectro del derrumbamiento del sistema financiero? Es de esperar que as¨ª sea. Aunque nadie puede saber el coste final de la crisis, la cifra del 5% del PIB se encuentra en la l¨ªnea de crisis anteriores. La de las cajas de ahorro norteamericanas de 1984 cost¨®, seg¨²n algunas estimaciones, un 3% del PIB; la de Suecia de principios de los a?os noventa en torno a un 4%. Es cierto que los 700.000 millones avanzados para comprar activos dudosos no se transformar¨¢n ¨ªntegramente en p¨¦rdidas, siendo muy dif¨ªcil, por el momento, estimar el coste definitivo de la operaci¨®n. Mientras tanto, hay dos cosas que emergen con claridad: la primera es que no hacer nada habr¨ªa sido mucho m¨¢s peligroso que intervenir y, la segunda, que la era de la desregulaci¨®n de hecho de una buena parte del sistema financiero norteamericano toca a su fin. El precio que pagar¨¢ el sistema financiero norteamericano por las ayudas p¨²blicas que est¨¢ recibiendo ser¨¢ una mayor regulaci¨®n y, tambi¨¦n, una supervisi¨®n m¨¢s estricta. Algunos bancos de inversi¨®n ya la han pedido.
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