Viento y mar del Cucurucuc
Un islote de pizarra es el emblema de Cadaqu¨¦s, reducto de calles blancas y calas recoletas en la costa gerundense
Los asiduos a Cadaqu¨¦s, en su mayor¨ªa gente de Barcelona, suelen denominar como "las curvas" el ¨²ltimo tramo de la carretera que lo une con Rosas, Figueras y la autopista AP-7. Son precisamente estos 15 kil¨®metros de camino escarpado y vertiginoso los que han mantenido esta pen¨ªnsula casi a salvo del concepto "Costa Brava", esa denominaci¨®n que ahora cumple un siglo -la invent¨® en 1908 el escritor gerundense Ferran Agull¨®- y que ir¨ªa cambiando progresivamente aquellos pueblos y aldeas de pescadores en colonias masivas de veraneantes.
A decir verdad, esa dificultad de acceso ha determinado en gran parte el temperamento, la arquitectura y hasta la lengua de esta joya engastada en la roca junto al cabo de Creus, en el l¨ªmite nororiental de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. En Cadaqu¨¦s (editorial Juventud), libro altamente recomendable incluso si no se tiene previsto una excursi¨®n a este enclave, Josep Pla cuenta que, durante siglos, el acceso a la localidad fue casi exclusivamente mar¨ªtimo, lo que le dio un caracter¨ªstico aire insular, que en cierto modo perdura todav¨ªa: "All¨ª", dice Pla, "tendr¨¦is el sentimiento que dan las islas... un sentimiento de lejan¨ªa y la convicci¨®n de que la gente que no tiene la suerte de vivir en ella es de una infelicidad completa".
El acoso secular de piratas y corsarios de toda ¨ªndole, incluido el temible Barbarroja, hizo que el pueblo fuera arrasado en muchas ocasiones -s¨®lo en el siglo XVI fue tres veces reducido a cenizas-, por lo que nada queda del castillo medieval. Pero la torre encalada de Es Baluard, integrada hoy en el edificio del Ayuntamiento, indica cu¨¢l era la ubicaci¨®n de aquel fuerte. Por otra parte, a pocos pasos de all¨ª, y tambi¨¦n de cara al mar, est¨¢ el restaurante asimismo llamado Es Baluard, donde se come uno de los mejores pescados frescos de Cadaqu¨¦s.
El otro elemento que ha mantenido este enclave relativamente al margen de la industrializaci¨®n tur¨ªstica es su escasez de playas amplias: a partir de la que se denomina, significativamente, La Playa, y que ocupa la parte central de la magn¨ªfica bah¨ªa de Cadaqu¨¦s -que parece tallada con cincel en la ladera del Pen¨ª, la estribaci¨®n pirenaica de casi 600 metros que la cierra y la divide del golfo de Roses-, el frente marino del pueblo se va desgranando en una serie de peque?as calas, desde la agreste Es Caials o la recogida Ses Oliveres, donde en verano se instalan un par de chiringuitos para comer y cenar a dos pasos del agua, hasta Portdoguer, Llan¨¦ Gran y Petit o Sa Conca. El camino de ronda que las hilvana pasa a pocos metros del Cucurucuc, un islote de pizarra en forma de cono que es el emblema de Cadaqu¨¦s. En efecto, se puede atravesar caminando todo este collar de ensenadas, desde el faro de Cala Nans, ubicado a unos tres kil¨®metros del casco urbano, hasta Portlligat (sede de la Casa-museo Dal¨ª) o, en otra jornada, hasta el faro del cabo de Creus, ocho kil¨®metros al norte de Cadaqu¨¦s; desde aqu¨ª, la vista alcanza desde el cercano Port de la Selva hasta Roses y L'Ecala. Declarado parque natural, el camino hacia el cabo de Creus, el punto m¨¢s oriental de la pen¨ªnsula ib¨¦rica, muestra estratos de pizarra cayendo a r¨¢fagas sobre un mar cuyo color cambia con cada matiz de la luz. El faro, donde actualmente existen un restaurante y un bar -el crep¨²sculo y las noches claras, si el viento permite sentarse en las terrazas, son, desde aqu¨ª, de una belleza dif¨ªcil de igualar-, tiene una curiosa prosapia cinematogr¨¢fica: aqu¨ª se film¨® El faro del fin del mundo (1971), con Kirk Douglas y Yul Brynner, y mucho antes, Luis Bu?uel registr¨® parte de L'?ge d'or (1930).
Cadaqu¨¦s fue, sobre todo en las primeras d¨¦cadas del siglo XX, lugar visitado por grandes poetas y artistas: sin duda, la casa de Salvador Dal¨ª, en Portlligat, hoy convertida en uno de los museos con mayor convocatoria de la Costa Brava, fue punto de reuni¨®n, adem¨¢s del atractivo de un pueblo que por entonces era una aldea de pescadores casi aislada del mundo. En la Riba de Es Poal, en pleno centro, una placa se?ala la casa en la que vivi¨® Pablo Picasso durante el verano de 1910. Cerca de all¨ª, otra inscripci¨®n recuerda a Federico Garc¨ªa Lorca; a pocos pasos, en una de las esquinas del paseo se encuentra el bar Melit¨®n, donde Marcel Duchamp pas¨® muchas tardes jugando al ajedrez. El paseo Mar¨ªtimo es el verdadero centro c¨ªvico del pueblo: desde el edificio en forma de cubo del bar El Casino hasta el mencionado Melit¨®n, el paseo es un bulevar de apenas cien metros, paralelos a la parte m¨¢s abierta de la bah¨ªa, y re¨²ne algunos de los puntos m¨¢s caracter¨ªsticos de la localidad. Entre ellos, los bares Mar¨ªtim y Boia, cuyas terrazas dan directamente sobre la playa y que son el punto de encuentro de habituales y visitantes. Estas terrazas, que resisten desde hace a?os la amenaza de la Ley de Costas, no han sido por desgracia indultadas: el proyecto de ampliaci¨®n del paseo Mar¨ªtimo parece decidido a ejecutar esa sentencia en los pr¨®ximos a?os.
Balcones floridos
El casco antiguo de Cadaqu¨¦s es un sarmiento de calles escarpadas, blancas, con balcones floridos, a las que se accede a trav¨¦s de un arco en la parte occidental de la bah¨ªa. En la empinada calle del Call, en la del Doctor Call¨ªs o en la del Doctor Cur¨®s, entre las carnicer¨ªas, panader¨ªas y peluquer¨ªas de toda la vida, muchos locales se han convertido en tiendas de bisuter¨ªa, indumentaria mediterr¨¢nea made in Cadaqu¨¦s o peque?os restaurantes y pizzer¨ªas. El antiguo bazar ha sido tambi¨¦n reemplazado por una bocadiller¨ªa para turistas de paso. Sin embargo, vale la pena acercarse, puesto que muchos de los muros interiores de estos locales est¨¢n hechos sobre la roca viva.
El paseo ha de terminar, por fuerza, en la iglesia de Santa Mar¨ªa, el punto m¨¢s alto de la localidad. Aunque el edificio actual es del siglo XVIII, conserva la forma de fortaleza g¨®tica que tuvo a lo largo de su historia: era el lugar de refugio cuando se avistaban piratas en el horizonte. El retablo es un curioso ejemplo de barroco popular ampurdan¨¦s. Hace a?os, despu¨¦s de un paseo por estas calles, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez escribi¨®: "Al salir a la esquina tuvimos que abrazarnos a un poste para no ser arrastrados por la potencia del viento": hablaba de la tramontana, las r¨¢fagas racheadas que pueden azotar el pueblo durante varios d¨ªas sin tregua y que, en compensaci¨®n del susto y el mareo, dejan el cielo m¨¢s limpio que pueda verse en Europa.
Consulta d¨®nde dormir en Cadaqu¨¦s con EL VIAJERO
? Edgardo Dobry (Rosario, 1962) es poeta, autor de El lago de los botes (Lumen, 2005).
Gu¨ªa
Comer
? Es Baluard (www.esbaluard-cadaques.net; 972 25 81 83). Riba Nemesi Llorens, s/n. En octubre, abre viernes, s¨¢bados y domingos (mediod¨ªa). Cierra de noviembre a mediados de febrero. 40 euros. ?Has estado? Env¨ªa tu cr¨ªtica
Visitas
? Casa Museo de Dal¨ª
(www.salvador-dali.org; 972 25 10 15). De 10.00 a 18.00.
Lunes, cerrado. 10 euros.
Informaci¨®n
? Turismo de Cadaqu¨¦s (972 25 83 15). Calle Cotxe, 2-A.
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