"Un juez no puede vivir en un cubo de cristal"
Cuando llega, apenas le quedan dos horas como vocal del Consejo General del Poder Judicial. Es el momento de las despedidas y Montserrat Comas (Barcelona, 1953) ha dicho adi¨®s esta ma?ana a todo lo que la ha rodeado en los ¨²ltimos siete a?os. Adi¨®s al Observatorio de Violencia de G¨¦nero que presid¨ªa, a la comisi¨®n disciplinaria -donde qued¨® muy contrariada por la multa de 1.500 euros que se impuso al juez que no encarcel¨® al pederasta del caso Mari Luz-, al resto de miembros y trabajadores del ¨®rgano de gobierno de los jueces, a Madrid, una ciudad que, asegura, la ha acogido como una m¨¢s... "La verdad es que ha sido un d¨ªa muy emotivo", confiesa al sentarse a la mesa.
La elecci¨®n del restaurante, un comedor blanco y luminoso a escasos metros del Consejo que ha frecuentado a menudo en sus d¨ªas de trabajo, es un acto m¨¢s del ritual de partida de esta juez progresista, catalanista y, sobre todo, feminista, a la que, a diferencia de otros compa?eros magistrados obsesionados con su independencia, no molestan este tipo de etiquetas. "La independencia no significa que el juez tenga que estar aislado en un cubo de cristal, separado de lo que juzga. Es algo que se trabaja d¨ªa a d¨ªa", afirma. Y reparte la cecina con parmesano y r¨²cola que comparte como entrante.
Se despide del CGPJ sin miedo a las etiquetas: es feminista y progresista
Es consciente de que ha formado parte de un Consejo desprestigiado por su fractura en bloques partidistas, pero la magistrada se esfuerza en destacar lo bueno. Y parte de lo bueno fueron los temas de g¨¦nero y el combate al maltrato. "Junto a las pol¨¦micas no hay que olvidar, por ejemplo, que hemos nombrado a siete magistradas para el Supremo", un ¨®rgano completamente masculino hasta 2001, "y que hemos dado grandes pasos, aunque no suficientes, contra la violencia de g¨¦nero".
Un fen¨®meno, el de la violencia, que la obsesiona desde aquella primera guardia en Barcelona, reci¨¦n llegada al Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 3, donde se enfrent¨® por primera vez a un crimen machista, all¨¢ por 1990. "Era una mujer de 42 a?os con dos hijos de 10 y 15 a?os. Su marido cogi¨® lo primero que tuvo a mano, un candelabro, y la golpe¨® en la cabeza. Recuerdo perfectamente que tuve que ir al hospital para autorizar el trasplante de sus ¨®rganos. Ella quer¨ªa a su marido, se hab¨ªa casado por amor, y ahora esta tragedia, los ni?os... Qued¨¦ muy impresionada".
Tanto que ha memorizado muchos de los nombres de las mujeres que pasaron por lo mismo mientras dirigi¨® el Observatorio sobre la Violencia: "Encarnaci¨®n, Sylvina, Cecilia...". M¨²ltiples fracasos, no s¨®lo de jueces, fiscales o polic¨ªas, o de todos ellos juntos, sino "de toda la sociedad", que desde su cargo ha tratado de evitar. Ahora que vuelve a su puesto de magistrada en la Audiencia de Barcelona, la lucha contra el maltrato no la mantendr¨¢ tan ocupada, pero asegura que seguir¨¢ comprometida con la igualdad real entre mujeres y hombres. Una igualdad que, asegura, "nunca pens¨¦ que costara tanto conseguir".
Nada de postre, s¨®lo un caf¨¦ -"a mi edad hay que empezar a cuidarse"-. Tras la cuenta, una nueva despedida, la de Susana, hija de la due?a del local, a la que abraza. "Me acordar¨¦ mucho de vosotros en Barcelona. Gracias por todo", dice. Y enfila la puerta.
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