Lou Reed deja la guitarra por el atril de rapsoda
El cantante pone voz ronca al servicio de la poes¨ªa catalana en Kosmopolis
Los rezagados no tuvieron ninguna oportunidad. Es lo que pasa con las leyendas: "Aforo completo", rezaba anoche un cartel en la puerta del Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB). Las 500 plazas del vest¨ªbulo del centro se quedaron cortas. El culpable de la masificaci¨®n, Lou Reed, en plan literario intimista y sin entonar una nota. Esta vez pon¨ªa su voz ronca al servicio de la poes¨ªa catalana. Eso s¨ª, recitada en ingl¨¦s, porque tampoco se le pueden pedir peras al olmo. Mientras crec¨ªa la cola de gente ansiosa por entrar, el neoyorquino aprovechaba los ¨²ltimos minutos antes del acto para ensayar. Nada de Transformer ni embates similares, era el turno de Josep Carner, Joan Brossa, Salvador Espriu y de otros grandes nombres de la literatura catalana en forma de versos. Los que no estaban prevenidos se quedaron a cuadros y todo les parec¨ªa un poco raro. Los que entraron en el juego, disfrutaron de una velada emotiva y sin el m¨¢s m¨ªnimo artificio.
En realidad, se trataba de la reposici¨®n de un recital que se pudo ver hace un a?o y medio en Nueva York dentro del programa Made in Catalunya. En esta ocasi¨®n, ay, sin la gre?uda Patti Smith y con Laurie Anderson, compa?era del epicentro de la Velvet Underground, conectada desde Berkeley v¨ªa Internet. A pesar del reclamo de Lou Reed, ella fue la vencedora de la noche, gracias sobre todo a la lectura del iconoclasta Manifiesto amarillo de 1928 que firmaron con ¨¢nimo dad¨¢ Salvador Dal¨ª, Llu¨ªs Montany¨¤ y Sebasti¨¤ Gasch. Un texto que parece un trabalenguas y en el que, entre otras cosas, sus impulsores lamentaban la falta de juventud de los j¨®venes. Como si anunciaran d¨¦cadas antes los aullidos de Allen Ginsberg, autor tan querido por Lou Reed, al que se le atragantaban top¨®nimos como Granollers. De negro, con rostro tan severo como ajado, el mito ley¨® disciplinadamente, como si se tratara de un profesor universitario: cambi¨® la guitarra por un atril de rapsoda y no se dirigi¨® en ning¨²n momento al p¨²blico (no dijo ni hello). Como despedida, un seco thank you. Y adi¨®s.
En total, poco m¨¢s de una hora en la que no faltaron los tradicionales bises. Lou Reed, que parec¨ªa totalmente ajeno a los lados salvajes de la vida, recit¨® entonces Eleg¨ªa de Vallvidrera, de Joan Vinyoli, mientras que Anderson puso el punto final definitivo con un poema de Salvador Espriu que lleva por t¨ªtulo -en su traducci¨®n castellana- Con m¨²sica lo escuchar¨ªas quiz¨¢ mejor. Entre el p¨²blico, ya con un silencioso Lou Reed en el escenario, se ve¨ªan en ese momento cabezas que asent¨ªan dando la raz¨®n al poeta porque echaban de menos algunas de sus melod¨ªas. En el viaje transatl¨¢ntico de esta propuesta, se quedaron por el camino los versos de Gil de Biedma, que s¨ª estuvieron en el recital de Nueva York. Parece ser que la versi¨®n inglesa utilizada en el montaje original se hab¨ªa perdido. No hay suerte: muchos a?os despu¨¦s de su muerte, el autor de Las personas del verbo no consigue librarse todav¨ªa de su malditismo forzado. Lou Reed tampoco puede hacer milagros.
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