?Agricultores o jardineros?
Durante las ¨²ltimas d¨¦cadas la agricultura vasca parece haber sucumbido ante el avance imparable de la globalizaci¨®n. La competencia creciente, los profundos cambios en los canales de distribuci¨®n, la progresiva concentraci¨®n de poder en eslabones de la cadena agroalimentaria muy alejados de los productores, o la presi¨®n de las actividades urbanas sobre el suelo rural, unidas a las dificultades intr¨ªnsecas de la actividad agropecuaria en una orograf¨ªa como la nuestra, han tra¨ªdo consigo una progresiva desagrarizaci¨®n de la econom¨ªa y la sociedad vascas. En este contexto, gran parte del sector ha asistido in¨¢nime al declive, incapaz de dar respuesta a la desaparici¨®n paulatina de explotaciones y al envejecimiento progresivo de su capital humano, demasiado acostumbrado (?o malacostumbrado?) a soluciones provenientes de una administraci¨®n agraria atenazada por los cors¨¦s comunitarios, con la esperanza (vana) de que unas ayudas p¨²blicas menguantes lograran paliar (que no frenar) esa decadencia. Sin embargo, en este panorama cada vez m¨¢s desolador, tampoco han faltado las apuestas personales y colectivas por proyectos de futuro. La mayor¨ªa opt¨® por la modernizaci¨®n y la especializaci¨®n productiva; otros apostaron por la diferenciaci¨®n del producto; los menos, sondearon nuevos canales de comercializaci¨®n. Todos ellos comprend¨ªan que los consumidores demandaban calidad, aunque cada uno lo hiciera a su manera. Algunos tuvieron la suerte de contar con el apoyo entusiasta de la administraci¨®n. Otros, en cambio, no tuvieron m¨¢s respaldo que el de la propia convicci¨®n y la confianza en que su v¨ªa era la correcta. Pero incluso entre ¨¦stos cunde ya el des¨¢nimo.
La intervenci¨®n p¨²blica deber¨ªa orientarse a pagar a los agricultores por sus funciones no comerciales
Multifuncionalidad, la posible clave para un nuevo contrato social para el sector
Sin embargo, no debemos olvidar que la aportaci¨®n de la agricultura no se limita a la producci¨®n de alimentos. El sector primario ocupa y gestiona gran parte de la superficie del pa¨ªs: m¨¢s del 55% del suelo de la CAPV est¨¢ cubierto por superficie forestal (que es una actividad primaria), mientras el destinado a la ganader¨ªa representa el 24%, y el agr¨ªcola el 9,5%. Esta ocupaci¨®n del suelo permite que dichas actividades hagan llegar a la sociedad otros bienes y servicios, como el mantenimiento del paisaje, la conservaci¨®n de la biodiversidad, la preservaci¨®n del patrimonio cultural de las zonas rurales, o la fijaci¨®n de carbono en la cubierta vegetal. Funciones que, aun pudiendo ser socialmente reconocidas, el mercado no retribuye, y por las cuales los agricultores no ven ni un c¨¦ntimo de euro. ?Se ha puesto alguien a pensar qu¨¦ ocurrir¨ªa realmente si los agricultores se extinguieran? ?Qui¨¦n se encargar¨ªa de gestionar el suelo para que se pudieran prestar todas esas funciones?
Por lo tanto, si el mercado no alcanza a proveer lo que la sociedad realmente demanda, la intervenci¨®n p¨²blica es necesaria. Para garantizar esa multifuncionalidad de la agricultura, la intervenci¨®n p¨²blica deber¨ªa orientarse a remunerar a los agricultores -en la medida en que el mercado no lo hace- por esas funciones no comerciales. Ello supondr¨ªa, en primer t¨¦rmino, abandonar la tradicional l¨®gica asistencialista de algunas de las pol¨ªticas de apoyo al sector agrario. Pero, yendo m¨¢s all¨¢, deber¨ªa superarse el discurso de la competitividad, con el que, desde las diferentes instancias p¨²blicas, se ha tratado de persuadir al sector de que la ¨²nica viabilidad posible era la que ofrec¨ªan los mercados. A estas alturas, ¨¦stos han demostrado sobradamente que la l¨®gica de la competitividad es insuficiente para garantizar la supervivencia del sector a largo plazo.
Por otro lado, hay quienes ven en la multifuncionalidad una cortina de humo para seguir manteniendo el car¨¢cter subsidiado de la actividad agraria, o una coartada para que los agricultores se conviertan en jardineros de un medio rural acondicionado para uso y disfrute de los habitantes de las ciudades. Sin embargo, el reconocimiento de dicha multifuncionalidad permite legitimar el apoyo al sector por los activos que posee y por los servicios que realmente provee, recuperando para el agricultor, en este contexto de depresi¨®n individual y colectiva, su papel en la sociedad. Su condici¨®n de productor es inherente a su profesi¨®n y as¨ª ha de continuar siendo. Pero la producci¨®n de alimentos sanos y de calidad, as¨ª como de otros bienes derivados de la actividad agropecuaria, ha de hacerse desde la responsabilidad social y ambiental que la sociedad demanda. La multifuncionalidad puede ser la piedra angular de un nuevo contrato social para el sector agrario. Pero tanto la sociedad como los propios agricultores han de tomar conciencia de que en dicho contrato pueden reconocerse derechos (la retribuci¨®n por la provisi¨®n de bienes no comerciales) pero tambi¨¦n responsabilidades (la efectiva y correcta provisi¨®n de esos bienes ambientales, sociales y culturales). Unos derechos y responsabilidades que permitan a la agricultura recuperar con dignidad su papel en nuestra sociedad.
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