Salidas de almario
San Agust¨ªn, el gran obispo de Hipona, no hubiera llegado ni a cura con estas normas del Vaticano. "Me sumerg¨ª en f¨¦tida depravaci¨®n hasta hartarme de placeres infernales", escribi¨® en Confesiones. Fue de joven lo que hoy se calificar¨ªa un maniaco sexual. "Se?or, dadme la castidad, pero no ahora". Convertido del todo, se erigi¨® en uno de los grandes pensadores cristianos. Tuvo un hijo, que llam¨® Adeodato (Dado por Dios), con una muchacha que dej¨® abandonada de mala manera. Fue el primero que dict¨® que los padres deb¨ªan "sembrar la semilla de los hijos sin sucia lujuria".
El sexo es, desde entonces, una obsesi¨®n en el Vaticano, ¨²ltimamente sobre todo el homosexual.
El Papa reacciona ahora al alboroto que los esc¨¢ndalos de pederastia -en EE UU, Austria, incluso en Espa?a...-, causaron hace una d¨¦cada. Tambi¨¦n busca espantar la especie de que los seminarios son refugio de homosexualismo militante y las dudas que siembran los muchos sacerdotes que hacen p¨²blica su homosexualidad, enarbolando una cierta bandera de progresismo teol¨®gico.
El Catecismo distingue entre actos homosexuales y tendencias homosexuales. El Vaticano da un paso m¨¢s, muy llamativo. No s¨®lo expulsa del sacramento ordenado a quienes salgan del armario "de obra", sino que rechaza tambi¨¦n a quienes tengan "mera inclinaci¨®n". Se tratar¨ªa de una especia de salida del almario a confesi¨®n de parte -contraviniendo el consejo de Teresa de ?vila de que "cada alma en su almario"-, y de constataciones externas de que el futuro misacantano disfruta de "firmeza y madurez afectivas para una futura relaci¨®n correcta con hombres y mujeres".
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